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MIKEL LABASTIDA
Lunes, 30 de noviembre 2009, 03:43
El mismo Miquel Navarro que cuando era un niño jugaba con la arcilla en los canales de Mislata, recorría la huerta, observaba las fábricas y se asombraba al viajar en tranvía hasta Valencia tomó ayer la palabra en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, para pronunciar el discurso de ingreso y ocupar la vacante dejada por Juan de Ávalos.
El niño ha crecido. Tiene hoy 60 años, pero su espíritu y su ánimo siguen siendo el mismo. Continúa emocionándose y dejándose influir por idénticas materias. Mantiene la admiración por la huerta y las fábricas, juega con hierro fundido y ya no sueña con ciudades. Las crea. Y las visita, todas aquellas donde se pueden vislumbrar sus enormes esculturas y en cuyos museos se custodian sus piezas.
Su discurso de ingreso llevaba por nombre 'Juegos de la infancia, donde se fragua el arte' y en él Navarro hizo referencias a tres de sus artistas más admirados, Julio González y Joseph Beuys (a los que les dedicó unos poemas), y a Giorgio de Chirico, con el que tantos elementos le unen. «Tengo mucha conexión con la metafísica italiana», confesó el creador.
Explicó el autor de Mislata que cuando era pequeño y viajaba a Valencia a bordo de un «tranvía sironiano» (en referencia a Sironi) se sobrecogía al atravesar la urbe y contemplar su arquitectura, una disciplina que definió como un «gran arte, cuyo sentido utilitario y de servicio no está reñido».
La ciudad le seducía. Y la hizo tema principal de su trayectoria. «La ciudad es un cuerpo humano en sí misma, tiene similitudes con la máquina: sus arterias, sus conductos, sus fluidos, sus movimientos», aseguró ayer. «No me imagino una ciudad ideal, no la veo. Si es ordenada, no dejo de pensar que detrás de un orden hay un desorden y una imposición. Si hay mucho control, se paraliza la creación», argumentó Navarro.
Toda su biografía
El escultor reconoció que toda su biografía se ha plasmado en su obra. Sus problemas, sus alegrías, sus deseos sexuales y su relación con el trabajo aparecen en sus piezas. «Mi actividad creativa es obsesiva y, aunque esté rodeado de gente, solitaria», explicó el artista, que se definió como «un farmaceútico, que no sale de su laboratorio. Ni siquiera cuando duermo y tengo pesadillas».
Navarro llega a San Fernando para ocupar el sillón vacio tras la muerte de Juan de Ávalos, un «artista que desarrolló su carrera en una época difícil», según aseguró el padre de 'La pantera rosa' y 'El Parotet'. Antonio Bonet Correa, presidente de la Academia, reconoció que esta institución tiene suerte de su ingreso por las «características visionarias de su trabajo», que se reflejarán en su futura labor.
El académico Francisco Calvo Serraller fue el encargado de contestar el discurso de Navarro, cuya obra es, en su opinión, «un producto 'híbrido'» y en sus ciudades hay resonancias históricas que remiten al «universo del antiguo Egipto, al urbanismo utópico del renacimiento y de la ilustración, así como al futurismo y al surrealismo».
Calvo recordó que la primera vez que conoció la obra del valenciano fue en una muestra en la galería madrileña Buades en 1975 y quedó sorprendido por la diferencia con otros autores de su generación.
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