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PACO MORENO
Sábado, 5 de diciembre 2009, 11:52
¿El pasado siempre vuelve? En el caso del Ayuntamiento no, debido a la rapidez de reflejos de la alcaldesa Rita Barberá tras llegarle el 27 de noviembre la comunicación del Ministerio de Defensa de la intención de devolver a la ciudad la estatua ecuestre del general Franco, que presidió la plaza del Ayuntamiento durante lustros y fue trasladada a un jardín de la antigua Capitanía General en 1983. El cumplimiento de la Ley de la Memoria Histórica obliga, aunque la primera autoridad municipal desveló ayer para los más jóvenes que el 27 de abril de 1979, cuando se aprobó por unanimidad en el pleno la moción de quitar los símbolos franquistas de Valencia, se acordó cederla para que fuera expuesta en un museo militar, por lo que pidió que siga con ese propósito.
Así lo recordó también a LAS PROVINCIAS el entonces alcalde, Fernando Martínez Castellano, quien subrayó que fue un acuerdo tomado por unanimidad, sin debate en el pleno y con una idea que nació de manera independiente en el Consistorio, sin negociación previa con el estamento militar.
Habían pasado apenas cuatro años de la muerte de Franco, aunque en 1979 el poder civil «era ya independiente del militar; no hablé nada antes del pleno con Milans del Bosch», entonces capitán general de la región y pieza clave en la intentona de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, cuando el teniente coronel Antonio Tejero entro en el Congreso al grito de «¡quieto todo el mundo!» desde la tribuna y pistola en mano.
En la alcaldía ya están redactando la respuesta al Ministerio de Defensa e irá en el sentido anticipado por Barberá, es decir, que se respete el acuerdo plenario y que la estatua ecuestre sea llevada a un museo militar, aunque no se exponga.
En el caso de que finalmente no se llegue a un acuerdo, la alcaldesa ya señaló cuando LAS PROVINCIAS adelantó la noticia de la devolución que no aceptará correr con los gastos del traslado. Una dificultad añadida son las obras posteriores a 1983 que se hicieron en la sede de Capitanía General, en la plaza de Tetuán, que obligarán a sacar la pieza con una grúa por encima de la cubierta del inmueble.
Ahora la pelota está en el alero de Defensa, que antes de acabar el año quiere desalojar la imagen del general del jardín. La propiedad es municipal, como se admite en una nota de prensa del Consistorio, aunque fuentes del gobierno municipal aseguraron que de «ninguna manera» se expondrá al público en un museo civil en caso de que no se alcance un pacto con el Gobierno.
Martínez Castellano recordó que después del acuerdo unánime de abril de 1979 tuvieron que pasar cuatro año para la retirada efectiva. En ese plazo de tiempo se aprobaron nuevas mociones, una el 11 de enero de 1980, que también citaba como alternativa en el traslado al museo militar el Archivo Histórico Municipal. No obstante, fuentes consultadas por este periódico desestimaron de plano esa posibilidad y reiteraron que la respuesta a Defensa sólo contemplará la primera opción. En los próximos días se enviará el escrito, a la espera de una respuesta del Gobierno.
También en 1979 se produjo la retirada de otra estatua que podría incumplir con la Ley de la Memoria Histórica. Ocurrió en la actual avenida Reino de Valencia, cuando fue llevada a un almacén la imagen completa del fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera.
El Consistorio custodia desde entonces la pieza de Octavio Vicent, a pesar de que tuvo que acudir a juicio por la petición hace dos años del citado partido, en el sentido de que no permaneciera más tiempo oculta en una nave.
Martínez Castellano insistió en que la moción de la retirada fue una decisión tomada en el seno del Consistorio, aunque recuerda que Francisco Franco «todavía estaba en el primer puesto en el escalafón militar.» Buena prueba de ello es que en el despacho de Milans del Bosch «había un cuadro enorme de Franco a caballo. Justo a los pies de este lienzo estaba colocada una fotografía del Rey Juan Carlos».
Tampoco había en los despachos del Ayuntamiento ningún plano sobre cómo estaban fijadas las patas del caballo a la base, un lugar donde a mediados de los años 90 fue colocada la estatua del jurado Francesc de Vinatea.
«No sabíamos cómo quitarla, acuérdate de las vigas que salían de las patas haca abajo», dijo el que fuera alcalde de Valencia. Finalmente, cuatro años después, cuando el siguiente alcalde, Ricard Pérez Casado, puso en marcha la operación de traslado, tuvieron que serrar las patas por las vigas profundas.
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