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JAVIER MONFORTE ALBALAT
Miércoles, 16 de diciembre 2009, 02:54
Querida Alcaldesa: En las últimas semanas ha trascendido a la opinión pública la voluntad del Ayuntamiento de Valencia de derribar el muro perimetral del Jardín de Monforte de la ciudad de Valencia.
El Consell Valencià de Cultura ha informado en términos favorables en cuanto a la apertura de nuevas puertas en el muro. El presidente de dicho consejo, Santiago Grisolía García (de nacionalidad americana, y residente en uno de los edificios que recaen al jardín) ha emitido incluso un voto particular, según el cual (y cito literalmente): «mi sugerencia es que se quite la mayor parte posible de los muros, muchos de ellos sin valor alguno, y que se reemplacen por verjas, por ejemplo, como las que existen en los Jardines de Viveros, ello facilitaría la visión por los viandantes muchos de los cuales no conocen el jardín».
Al parecer, el asunto ha recibido el visto bueno de la Conselleria de Cultura i Esport, preceptivo al tratarse de un bien de interés cultural, ya declarado jardín histórico por decreto de 1941.
Es rara (y sospechosa) tanta unanimidad en la voluntad de alterar precisamente un jardín singular e histórico dotado de una especial protección.
La autoridad que creo me confiere pertenecer a una familia que ha conservado y cuidado dicho jardín durante más de un siglo me obliga a hacerle unas cuantas consideraciones.
El jardín nace como una finca de recreo particular, un jardín privado, cerrado naturalmente por un muro que lo rodea. Su diseño se realiza en consideración precisamente a ese carácter cerrado y particular, adaptando magistralmente el arquitecto (Sebastián Monleón) el trazado del jardín al limitado espacio irregular delimitado por dicho muro. Se crea, y así ha vivido a lo largo de su existencia, (como acertadamente señalaba mi primo Fernando Villalonga), como un 'hortus conclusus', un jardín cerrado, cuya primer elemento característico es, precisamente, ese cerramiento que busca intimidad, meditación y protección de ese universo particular que recrea.
La adquisición por parte del Ayuntamiento de la titularidad sobre el jardín no altera en modo alguno su esencia y carácter de 'hortus conclusus', tal como fue concebido, y que debe ser respetado como Jardín Histórico-Bien de Interés Cultural que es. Únicamente añade la posibilidad del disfrute por todos los valencianos de un espacio que hasta el momento estaba reservado para la familia.
Es decir, que los valencianos tienen ahora su propio jardín particular, su jardín 'privado' (naturalmente ahora de titularidad pública) que pueden disfrutar como los verdaderos propietarios que son, como antaño lo fuimos nosotros. No se trata de un parque abierto, una avenida ajardinada, un paseo con plantas, o una sucesión de macizos con árboles y flores sino de un jardín cerrado, de los muchos que existen en Europa y que como tal debe ser preservado.
Por otro lado, la experiencia estética de un jardín-obra-de-arte como es el de Monforte, exige una lectura adecuada, que no es otra que la pensada por el arquitecto que lo diseñó y que hemos experimentado todos los que hemos entrado en él por la casa del jardín, hoy cerrada al público como acceso al mismo.
Animo a todos los valencianos a que entren (a pesar de tener que hacerlo hoy por la puerta trasera), paseen, disfruten y sientan el Jardín de Monforte como suyo que es. Que tomen posesión de él para defenderlo de estos ataques contra su misma esencia y singularidad. Si el Ayuntamiento sigue adelante podrán conservar tristemente, al menos, el recuerdo de su intimidad y recogimiento.
¿Qué no daría usted, alcaldesa, por que se hubiera conservado para la ciudad L'Hort de Pontons, o el Palacio del Embajador Vich? Por poner dos ejemplos de las muchas pérdidas del patrimonio histórico de Valencia.
Se alega, para la demolición de muro, razones de conservación de la vegetación, ignorando que un jardín no es solo botánica sino también arquitectura, paisajística e historia. Existiendo, seguro, soluciones técnicas alternativas.
Se dice que la demolición «facilitaría la visión del jardín por parte de los viandantes», ignorando su carácter de jardín cerrado. Lo cual tiene fácil solución: por favor, ¡entren en el jardín! Además, háganlo por la puerta principal, a través del pabellón, su lectura del jardín será la correcta y apreciarán la unidad entre villa y jardín en este espacio delimitado.
Se indica, finalmente, que los viandantes «no conocen el jardín», pues ¡señalícenlo oportunamente! Pero no lo alteren en su esencia y corazón.
No conozco el contenido de la aprobación por parte de la Consellería de Cultura y Deportes, pero la ligereza (e ignorancia) con que el tema es tratado por el supuesto Consell Valencià de Cultura es sorprendente.
A veces me pregunto si tanta unanimidad y urgencia tendrá algo que ver con operaciones urbanísticas, por ejemplo, sobre el solar en que radica la Clínica Quirón. ¿Sucumbirá la singularidad del jardín, tristemente como un caso más, por las presiones urbanísticas? ¿Será un caso más de corrupción?
Seguro que hay razones ocultas que no resultan de la lectura de las argumentaciones de las administraciones.
Sabe muy bien, alcaldesa, lo fácil que es para un político pasar de ser aclamado como un héroe a ser increpado como un villano, a veces injustamente, en actos públicos. No permita, señora alcaldesa, que los valencianos del futuro decreten la 'damnatio memoriae' de doña Rita Barberá Nolla por el atropello cometido, al derribar el muro del Jardín de Monforte.
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