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Más pena, más muerte
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Más pena, más muerte

Vicente Morro destaca en este artículo la contradicción en la que cae, a su juicio, el presidente del Gobierno al condenar la pena de muerte al tiempo que su partido saca adelante la ampliación de la Ley del aborto

VICENTE MORRO

Viernes, 18 de diciembre 2009, 03:41

El Gobierno, con la ayuda de los de siempre y a cambio de lo de siempre -dinero y poder-, ha aprobado en el Congreso la ley más injusta y contraria a los derechos humanos de nuestra democracia. Al mismo tiempo, el Presidente hablaba sobre la pena de muerte. ¡Qué ironía! El Presidente del Gobierno que ha convertido en libérrima e incondicionada la práctica legal del aborto -condena a muerte de un ser humano inocente concebido no nacido- reclamaba una moratoria en la aplicación legal de la pena de muerte. Zapatero proponía crear un mundo mejor sin reparar en que estaba creando una España peor: más sufrimiento, más pena, más muerte. Cada aborto provoca siempre dos víctimas: madre que sufre e hijo que muere. Cuantos más abortos, más pena y más muerte.

Inaugurando el 'Coloquio Internacional sobre la Abolición Universal de la Pena de Muerte', el Presidente dijo cosas estupendas. ¡Lástima que no las aplicara en toda su extensión y con todas sus consecuencias! La ceguera ideológica se lo impedía: no se refería a todas las formas de condena a muerte. También se ha pedido a la ONU, con apoyo de miles de ciudadanos, una moratoria universal en la práctica/aplicación del aborto.

La pena de muerte es injusta e ilegítima, incluso la legal; el aborto también. La pena de muerte es la eliminación de un ser humano por otro más fuerte o poderoso; también el aborto. La pena de muerte, como decía el Presidente, va contra los valores que la Declaración Universal de Derechos Humanos proclama; el aborto también.

Voy a glosar algunas citas textuales del discurso. Es cierto que el estilo del Presidente, o de quien le escribió este discurso -única explicación lógica y razonable para poder sostener dos actitudes radicalmente opuestas al mismo tiempo sobre la vida humana-, suele ser farragoso y difícil de seguir. Además, es generalmente vacío: habla mucho y dice poco.

«España es un país en la primera línea de la protección y garantía de los Derechos Humanos». ¿Recuerdan aquello de que España estaba «en la Champions League de la economía»? También se refirió al «valor supremo de la vida humana», señalando su «carácter inviolable, incondicionado». Será según y cómo, pues el Presidente no otorga, de acuerdo con sus actos, el mismo valor a la vida de De Juana Chaos que a la de Haidar -aquí pone por encima el interés general- o a la de un feto de 13 semanas -aquí pone delante la 'libre' decisión de una mujer, a menudo desesperada y abandonada-. ¿Será que en este caso comparte la opinión de su ministra sobre que un feto es un ser vivo pero no humano y por eso tal vida no tiene «valor supremo»?

Reclamo su atención sobre esta frase que los defensores de la vida suscribiríamos plenamente: «El derecho a la vida es el derecho supremo como lo ha codificado el Comité de Derechos Humanos, por que sin su garantía efectiva todos los demás derechos carecen de significado y razón de ser. Algo que parece obvio a ojos de todos». ¿No es éste el espíritu del artículo 15 de nuestra Constitución? Señor Zapatero, por favor, saque las consecuencias lógicas de estas afirmaciones y retire su ley. Ahorrará mucho dolor, mucha pena, mucha muerte. Es más, si de verdad cree que «la abolición de la pena de muerte tiene su fundamento en los derechos humanos y en la afirmación de la dignidad humana» y que la pena de muerte es «incompatible» con ellos, estoy seguro de que desde ahora va a unirse a los que trabajamos para que en España no haya más abortos, pues creemos y defendemos que la abolición del aborto tiene uno de sus fundamentos en los derechos humanos y en la afirmación de la dignidad humana. El aborto es incompatible con una verdadera cultura de defensa de los derechos humanos. Señor Presidente: decimos lo mismo, pero yo para toda vida -»toda la vida y la vida de todos», decía Juan Pablo II- y usted sólo para aquellas vidas que le interesan en función de criterios ideológicos.

Veamos ahora dos alegatos contra el aborto pronunciados, aunque quizá sin pensarlo, en el mismo discurso: «.la templanza del no matar, de no matar a sangre fría» y «.quienes es-tán dispuestos a hacer lo que se halla más inalcanzablemente lejos de su disponibilidad moral: arrebatar la vida a un congénere». Claro que él decía esto referido a la pena de muerte y al te-rrorismo. Nosotros las aplicamos al aborto. Creemos que nadie tiene derecho a arrebatar a san-gre fría la vida a un congénere, o ¿es que el feto o embrión no es un congénere nuestro? Consulte quien dude al Diccionario o a la Ciencia.

Sabemos que ERC, IU o PNV son casos perdidos, pues el poder y el dinero pesan más en ellos que los principios o la razón, pero quizá algunos personajes como el Presidente del Congreso o el embajador ante el Vaticano sientan vergüenza, por las falsedades que han soste-nido, al ver al Presidente defendiendo la vida, quizá sin querer. Terminamos, al alimón, con él: «Vamos a desplegar un gran esfuerzo para reducir en el mundo la aplicación de la pena de muerte/aborto». Porque estamos a favor de la vida, estamos contra la pena de muerte, la eutanasia y el aborto. Su liberalización en España sólo generará más pena y más muerte.

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