Mi pisito es mío

Primero fue la burbuja inmobiliaria. Todos quisimos una casa y algunos, incluso, más de una para poder especular. Luego nos dimos cuenta de que eso era un error y que nos llevaba al crack al que estamos asistiendo.

Ahora, sin embargo, Zapatero acaba de hacer explotar no ya la burbuja sino una manta entera de burbujitas de plástico, de esas que se ponen para envolver objetos delicados.

Lo ha hecho introduciendo un elemento nuevo en la experiencia crítica que vivimos: la tierra no es de las promotoras ni de los ayuntamientos ni de los pobres que acaban de conseguir una VPO después de mucho padecer. No. «La tierra no es de nadie, solo del viento». ¿Y el viento paga hipoteca?

La frase parece sacada de un azucarillo, de una agenda del todo a cien o de un dietario antiguo, pero en realidad fue pronunciada por el poeta de la Moncloa allá en Copenhague. De hecho, en Estocolmo ya hay quien lo ve entre los Nobel de Literatura.

Pero a mí me preocupa. No la tierra, el viento o cualesquiera otros fenómenos meteorológicos sino la altura a la que levita Rodríguez Zapatero. Midiendo el calibre de su sentencia, yo le calculo unos quince centímetros por lo menos, es decir, que Zapatero va a la altura de Letizia Ortiz pero, mientras que ella lleva sus 'letizios', él calza taconazos espirituales. Por algo es zapatero.

De cualquier forma, no acierto a entender cómo es que su amigo Evo Morales no le ha recriminado en un arrebato de furia o cómo es que Obama no llamado a consultas al embajador pues esa declaración tan lírica supone que los indígenas de Bolivia no pueden reclamar lo que pertenece al viento o los sioux americanos, las tierras de sus antepasados.

Yo por lo pronto reclamo que mi pisito es mío. Al viento que el den viento. ¿Cómo que la casa de un españolito de a pie pertenece a la atmósfera y no a quien ha suscrito la hipoteca y se ve maniatado cada día por los temidos incrementos del Euribor?