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CARTAS DEL OBISPO

UNA IGLESIA VIVA

La vida cristiana no es una mera práctica ético-religiosa, sino acontecimiento de salvación,gracia y comunión.

CASIMIRO LÓPEZ

Domingo, 17 de enero 2010, 01:45

En el 50º Aniversario de la configuración actual de nuestra Diócesis miramos al pasado y damos gracias a Dios por sus dones. Pero nuestra Iglesia no es sólo historia, sino también una realidad viva en el presente, aunque a veces aparezca frágil, envejecida y debilitada. Es una realidad viva, porque Dios mismo, en su cercanía amorosa, sigue presente y operante en nuestra Iglesia, en muchos fieles y en nuestras comunidades; porque Cristo, su Evangelio y su obra salvífica siguen presentes y operantes en esta Iglesia nuestra. Nuestra Iglesia diocesana de Segorbe-Castellón es una realidad compleja, con su elemento humano y con su elemento divino. En su aspecto visible es la comunidad de los cristianos católicos que vivimos en el territorio diocesano. La formamos obispo, sacerdotes, diáconos, religiosos y seglares; una comunidad, que peregrina y crece en la fe, una comunidad que proclama el Evangelio y celebra los misterios de la fe, una comunidad que vive la caridad, una comunidad en la que se debe vivir y a la que se debe servir en la tarea siempre nueva de evangelizar. A su vez, la Iglesia Diocesana es una gran comunidad de comunidades, que integra en su comunión y misión a las 149 comunidades parroquiales, agrupadas en los 14 arciprestazgos, las numerosas comunidades de vida consagrada y otras comunidades eclesiales, los movimientos, los grupos y las asociaciones. Y cuenta con diversos servicios pastorales y administrativos.

Al hablar de nuestra Iglesia diocesana muchas veces nos quedamos en lo visible, en las personas, en el territorio o en sus estructuras. Pero su realidad humana, externa y visible, no puede hacernos olvidar que en su esencia más profunda nuestra Diócesis es signo e instrumento de salvación, porque en ella, mediante sus personas y sus estructuras visibles, - incluso a pesar de sus deficiencias- Jesucristo está presente y actúa su salvación en favor de los hombres. Esta realidad íntima de la Diócesis debe ser conocida, valorada y vivida por todos sus miembros, comunidades y grupos eclesiales. Y ha de aparecer también en nuestros proyectos para que, sobre la faz de la Diócesis, resplandezca Cristo, luz de las gentes. Nuestra Iglesia no es una mera 'organización eclesiástica' a la que se pertenece por razones administrativas pero no por razones de fe; la vida cristiana no es una mera práctica ético-religiosa, sino acontecimiento de salvación, de experiencia de gracia y de comunión vital con Dios y con los hermanos.

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