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Chema Ferrer
Martes, 8 de noviembre 2011, 20:59
Valencia ya tiene sus propias ostras. La ostricultura llega a la ciudad gracias a la tradicional actividad piscícola de las bateas clochineras ubicadas en el Puerto de Valencia. Inicialmente, la Conselleria de Agricultura, Pesca, Alimentación y Agua ha concedido permiso a la batea Francisca, la número seis, para que esté habilitada para la producción de hasta 16,5 toneladas de ostras de la variedad rizada (Crassostrea gigas).
Los productores esperan que el mercado valenciano responda, aunque actualmente no existe en la región una gran demanda de este tipo de producto. Las primeras ostras cultivadas en el Grao de Valencia llegarán a los mercados a partir del mes de noviembre.
La ostra común en las costas españolas siempre fue la Ostrea edulis, aquella que los romanos difundieron mediante sus efectivas técnicas de ostricultura por todo el Imperio. Gracias a ellos el cultivo de la ostra se afianzó en muchos lugares de la geografía europea, usualmente en las desembocaduras de ríos o grandes estuarios. Las ostras gallegas de la parroquia de Arcade son el origen de la ostricultura española, su sabor anda ligado a las aguas en las que se cría, la desembocadura del río Verdugo. Dicen que abril es la mejor época para degustarla, a diferencia de las ostras valencianas, que comenzarán a ser recolectadas poco antes de la llegada del invierno.
Ostricultura valenciana
La ostra rizada ha sido la variedad escogida por los clochineros valencianos para su cultivo, también conocida como ostra japonesa o Miyagi. Un bivalvo nativo de las costas asiáticas del océano Pacífico que en los últimos tiempos ha sido introducida en diversas partes del mundo por sus características organolépticas, entre ellas la turgencia de su cuerpo y acentuado sabor. Exteriormente presenta unas valvas casi circulares al tiempo que desiguales en su volumen. La forma de su concha puede variar según el lugar donde se encuentre y los especímenes maduros pueden variar también en su tamaño según la latitud donde hubieran crecido: desde los 8 centímetros para las cultivadas, hasta ejemplares salvajes de casi 40 centímetros.
La ostricultura se desarrolla mediante bateas, auténticas embarcaciones ancladas al fondo marino evitando corrientes y mareas y buscando siempre aguas puras y con nutrientes, tal como sucede con las bateas del puerto de Valencia. De ellas penden las cuerdas donde las ostras viven asidas hasta que llega su punto de sazón. Las bateas dedicadas al cultivo de la ostra pueden tener cuerdas en producción durante todo el año, incluso en épocas de veda. Pero esto último sucede en lugares propios de actividades de marisqueo tradicional, donde el rastrillo y el cesto eran y son herramientas para una paciente recolección.
Aunque las ostras suelen catalogarse como un alimento exótico, históricamente fueron alimento cotidiano de muchas culturas que progresaron frente al mar. La ostra es una fuente de vitaminas y sales minerales de primer orden y hasta figura en la lista de alimentos afrodisíacos: la considerable cantidad de zinc que provee tras su consumo provoca unos más que aceptables niveles de testosterona, y que como científicamente se probó, es la que mueve a la líbido.
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