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POLÍTICA

El principio del fin de Eliseu Climent

El fundador de Acció Cultural se ve obligado a retirar de los quioscos 'El Temps' tras cerrarle el grifo de las ayudas

F. RICÓS

Lunes, 14 de mayo 2012, 15:06

'Tempus fugit'. El tiempo se escapa. Es uno de los latinajos más comunes y el paso de ese tiempo lo ha convertido en una verdad universal, con permiso de Albert Einstein. 'El Temps' -el semanario convertido en buque insignia que desde 1984 edita Eliseu Climent, promotor y difusor del catalanismo en Valencia- también se escapa, pero de los quioscos.

El semanario del fundador de Acció Cultural del País Valencià y dueño de Edicions del País Valencià, la empresa que lo edita, deja de venderse al público y sólo sus suscriptores recibirán el ejemplar impreso. Así lo anunció su editor en el último número, en una carta titulada 'segunda época'. La publicación, que se vendía en Cataluña, la Comunitat y Baleares, seguirá en internet.

'Tempus fugit'. El tiempo huye es otra de las acepciones de esta frase latina. Y al dejar caer la revista de las estanterías de los quioscos, Climent está anunciando su declive, el principio del fin de este valenciano de nacimiento (Llombay, 1940) y catalán por elección y devoción.

La segunda época del mencionado semanario pasa por no tener presencia pública, en primer término. Y en segundo, por tratar de buscar inversores que amplíen el capital de la firma editora, porque los actuales son malos tiempos para vivir de la dádiva pública, especialmente en Cataluña.

La nueva etapa política iniciada en Cataluña con el Gobierno de CiU al ganar las elecciones del 28 de noviembre de 2010, el marcaje estricto para que Acció Cultural del País Valencià cumpla la legalidad sobre la utilización del espacio radio eléctrico impulsado por el Consell de Francisco Camps, la presión de las cúpulas empresariales de ambas autonomías para que los gobiernos de Valencia y Barcelona no vivan de espaldas y colaboren especialmente en el desarrollo del corredor mediterráneo y hagan frente común en la financiación, la crisis económica y el protagonismo acaparado por Eliseu Climent en la investigación judicial del 'caso Pretoria' son los elementos clave que marcan el momento que atraviesa el alma mater del catalanismo en la Comunitat.

El fin de las subvenciones

Si en el Gobierno valenciano el endeudamiento se acumula y los ingresos públicos no hacen más que menguar, en el Ejecutivo catalán de Artur Mas la situación es, como mínimo, igual de mala, hasta el punto que no tienen empacho en hablar abiertamente de la posible intervención del Estado en su autonomía, aunque más que como una solución a su problema lo califican como una amenaza al autogobierno.

«Climent ha vivido de la subvención pública y ahora cualquier administración estudia mucho a quién concede una ayuda. Y en Cataluña, con el Gobierno de Artur Mas realizando recortes en sanidad, aplicando el copago, efectuando ajustes al máximo en el gasto autonómico y peleando con el Ejecutivo central, a este hombre hace tiempo que se le acabó el chollo», aseguran fuentes del entorno nacionalista de izquierdas.

«La revista también vivía de la subvención. Una vez se ha terminado la ayuda continua e incondicional, una vez se ha cerrado el grifo desde Cataluña, se acabó. Editar una publicación cuesta dinero y las cuotas de quienes sostienen Acció Cultural del País Valencià no dan para tanto», argumentan las mismas fuentes.

Lejos quedan ya los días en los que obtener dinero público, especialmente desde Alcanar, en Tarragona, hasta Roses, en Gerona, era tarea fácil, especialmente cuando Jordi Pujol, y especialmente los presidentes del tripartirto, Pasqual Maragall y su sucesor en el PSC, José Montilla, dirigían el Ejecutivo autonómico de Cataluña. En solamente la primera década del siglo XXI el entramado de firmas y fundaciones capitaneado por Eliseu Climent consiguió de la Generalitat de Catalunya unos 18 millones de euros para desarrollar su labor catalanizadora de los valencianos.

La obtención de cuantiosas sumas no sólo por parte de la administración autonómica catalana sino también por la de ayuntamientos y diputaciones no pasó desapercibida en las investigaciones judiciales desarrolladas por la Guardia Civil en el ámbito del denominado 'caso Pretoria'. Este es un asunto relacionado con la corrupción urbanística. Las pesquisas judiciales ponen de manifiesto la intrusión del presidente de Acció Cultural para recaudar fondos y su nombre aparece en los documentos intervenidos al ayuntamiento de Santa Coloma, el municipio considerado epicentro de este entramado de corrupción urbanística.

De acuerdo con un informe de la Policía Judicial, 17 fundaciones del entorno de Climent recibieron 15 millones de euros de la Generalitat catalana entre 2002 y 2009, subvenciones bajo sospecha de haberse concedido de manera, al menos, poco ortodoxa.

El 'imperio' de Climent obtuvo dos millones de euros más de las cuatro diputaciones catalanas, otros 100.000 euros de distintos ayuntamientos, unos 20.000 euros más de las arcas de la Generalitat.

El Gobierno de Rodríguez Zapatero concedió ayudas y subvenciones de seis millones de euros durante los últimos tres presupuestos que aprobó para la promoción del catalán en Valencia.

Camps marcó la pauta

Fue el Ejecutivo valenciano de Francisco Camps, el que cedió la presidencia de la Generalitat a Alberto Fabra en julio del año pasado, el que empezó a marcar el cerco a Eliseu Climent con dos multas de 300.000 euros cada una que Acció Cultural tenía que haber hecho efectivas en marzo del año pasado. Con los intereses de demora acumulados el montante global se situará en más de 800.000 euros, de los cuales ya ha pagado la mitad.

Las multas por la utilización ilegal de los repetidores por rebotar la señal de la televisión autonómica catalana en territorio valenciano y el hecho de no poder afrontar económicamente las sanciones porque no ha contado con el báculo de Cataluña, representaron una evidente señal de que algo estaba cambiando para el septuagenario editor de 'El Temps'.

En febrero del año pasado Eliseu Climent, acosado por las sanciones del Consell, decidió dejar caer la emisión de TV3 en la Comunitat Valenciana a través de los repetidores propiedad de su principal entidad, Acció Cultural. Como no pudo satisfacer de forma íntegra las multas, Climent ha ido acumulando intereses hasta el punto de que todavía adeuda algo menos de medio millón de euros y ya ha pagado otro tanto a las arcas del Gobierno valenciano.

Hasta el mes de agosto del año pasado estuvo intentando Eliseu Climent que Artur Mas le echara un cable para pagar la multa, al igual que otros presidentes de la Generalitat catalana le habían insuflado cinco millones de euros para ayudar en la compra del edificio El Siglo para convertirlo en el centro del catalanismo en Valencia.

Bien es cierto que ahora Eliseu Climent ha encontrado un respiro al haberle aplazado el pago de la sanción en 16 plazos y no haberle embargado directamente las cuentas o la joya de la corona de su imperio, el Octubre Centre Cultural.

Al margen de que el presidente del Ejecutivo catalán se encontrara un panorama caótico en las cuentas heredadas del tripartito, Artur Mas quería dar un giro a la política empleada tradicionalmente por la Generalitat catalana hacia Valencia: dejar de inmiscuirse en la cultura propia de la Comunitat y estrechar la colaboración política entre catalanes y valencianos. Una colaboración que pasaría por establecer la reciprocidad televisiva: que TV3 pueda verse en la Comunitat y que Canal-9 se vea en Cataluña. Eso sí, el Ejecutivo valenciano ponía como condición que la televisión catalana respetara los signos de identidad valencianos, desterrara la denominación de «país», y más todavía la de «països catalans».

Muestra de esa buena voluntad, Josep Antoni Duran i Lleida, histórico dirigente de CiU y portavoz del grupo catalán del Congreso, reconoció tras la toma de posesión de Mas, que era un error hablar en Valencia de «països catalans».

Mas, según los intermediarios entre ambos gobiernos, estaba dispuesto a entregar al Consell en bandeja de plata a Eliseu Climent y no seguir sosteniendo económicamente su entramado de fundaciones y empresas, como 'El Temps'.

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