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CARMEN VELASCO
Domingo, 24 de febrero 2013, 11:26
Todo el mundo sale con una sonrisa puesta. Tras asistir a una función de 'El barbero de Sevilla', una de las grandes obras maestras de la comedia dentro de la lírica, la cara de los espectadores delata que han disfrutado de la ópera bufa por excelencia. Después de doscientos años, la popularidad de esta pieza atestigua su vigencia y, al mismo tiempo, su grandeza. Rossini lo bordó, al igual que Cesari Sterbini, que para su libreto se inspiró en el texto de Pierre-Augustin Caron de Beaumarchais.
Sin embargo, siempre es posible dar una vuelta de tuerca a la ópera o, dicho con términos más refinados, contemporarizar o descontextualizar la pieza. Con 'El barbero de Sevilla', que a partir del próximo jueves se presenta en el Palau de les Arts, se asume un nuevo reto, posible gracias a la profesionalidad del personal técnico del auditorio. Un desafío que constatarán los valencianos asistiendo a las representaciones. La venta de entradas marcha mejor que bien: para el espectáculo del 9 de marzo apenas quedan 90 localidades, que ascienden a 120 (el 3 de marzo) o a 130 (el 6 de marzo).
¿Qué encontrará el público de Les Arts? Una ópera de 20 toneladas que, hasta la fecha, es la de mayor envergadura sobre los escenarios de Valencia. 'El barbero de Sevilla' presenta una escenografía superlativa e impactante para seducir al espectador y entregarlo a la relación amorosa de Rosina y el conde de Almaviva. En la sala Principal se ha levantado un edificio de tres plantas, con 22 metros de ancho y 11 de alto. Se recrea con precisión y detalle cada habitación y estancia de la finca, algo que evidencia una vez más que la ópera es el mayor espectáculo del mundo. El escenario está invadido por un inmueble de elevado tonelaje cuyo movimiento giratorio es ágil y rápido, gracias al trabajo entre bastidores de medio centenar de técnicos que resulta imperceptible para el espectador. Pere Morant, operario de maquinaria mecánica, advierte de que el movimiento de la plataforma «parece sencillo, pero es peligroso». Dos semanas de engranaje y mil pruebas técnicas avalan que todo esté «bajo control». Buena construcción, mejor montaje y todo un sistema de comunicación interna (señales luminosas) garantizan la escenografía a cargo de Paolo Fantin.
Que por la sala Principal circulen una moto de gran cilindrada y un vehículo Ford como sucede en 'El barbero de Sevilla' no es novedad. El escenario de Les Arts ha sido frecuentado por coches ('Elisir d'amore') y hasta por caballos. Nada que ver con el riesgo que emana el edificio sevillano, que en un primer vistazo se asemeja a la finca del '13, Rue del Percebe' del cómic de Francisco Ibáñez.
El inmueble gira durante el espectáculo hasta en 40 ocasiones. Rota por exigencias del libreto. En el edificio transcurre la acción lírica que obliga a que en las 10 habitaciones siempre haya presencia humana, es decir, figurantes o solistas. El escenario nunca se queda desierto, como mínimo, una docena de personas siempre están en la casa (tendiendo ropa, vistiéndose o desnudándose, maquillándose, cocinando, viendo la televisión, fumando, bebiendo, comiendo, tendiendo, subiendo o bajando escaleras, leyendo periódicos o revistas del corazón...). En la calle, una veintena de hombres, que conforman el coro, se pasan toda la función ebrios (de forma simulada).
El edificio desprende un realismo máximo en el que cada detalle cuenta, desde el alicatado cerámico hasta la carpintería de madera. Durante la representación se muestran dos secciones de la finca para poner en valor la escenografía. Algunos ejemplos. En la fachada, se divisa el cartel de un anuncio de un televisor por 459 euros que emula el diseño de Media Markt. En la caseta del portero, en la primera planta, se observa un bocadillo de tortilla de patatas en una barra de cuarto, un cuaderno de autoindefinidos, un cómic, los guantes manchados de grasa, un teléfono ochentero, la imagen de un santo en la pared y la caja de mandos de las luces.
En el salón de la primera planta se aprecia un tocadiscos, el vinilo 'Vals del recuerdo' de Richard Clayderman, unas monedas de pesetas con la cara de Franco, un televisor de tubo (por el que se emitirán imágenes de 'L'Alqueria blanca' y de un partido de fútbol entre Valencia y Levante) y un ventilador, que durante la función se pondrá en marcha. La ópera transcurre en Sevilla, donde el calor es asfixiante.
'El barbero de Sevilla' de Damiano Michieletto, el director de escena, sucede en el siglo XX sin ceñirse a una década concreta, algo que le permite jugar con el atrezzo y hacer guiños a Valencia.
Para escenificar todo tipo de acciones, el equipo de utilería ha empleado más de 500 objetos que requirieron el trabajo de más de dos semanas para ubicarlos en su sitio. «El maquillaje o disc-man de Rosina, las bolsas de plástico de las señoras que se asemejan a las de un supermercado valenciano o los utensilios de cocina si no estuvieran se echarían de menos», detallaron desde utilería. A 'El barbero de Sevilla' no le falta de nada. Goza de una escenografía espectacular y de público esperando a que se alce el telón.
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