Ari Behn, el pobre príncipe noruego
El rey Harald no gana para disgustos con su yerno. Su última ocurrencia: pedir por las calles de Londres
PPLL
Jueves, 25 de abril 2013, 11:45
Toparse en estos tiempos con mendigos que pidan dinero en la calle se ha convertido en algo tristemente habitual, pero que el pedigüeño forme parte de una familia real resulta inconcebible. Para demostrar que todo es posible, Ari Behn, el estrafalario marido de la princesa Marta Luisa de Noruega, se plantó hace unos días en una acera del estupendo barrio londinense de Islington -donde vive con su familia-, extendió su manta sobre el suelo, colocó una bandera de su país en una botella de vino, junto a un cartelito -«Soy un pobre escritor (tachado) pintor noruego. Por favor, ayúdenme»-, y situó estratégicamente una gorra para recibir limosnas. Por supuesto, tampoco olvidó escoger de su ropero la indumentaria más adecuada a su papel de pobre, al que dio un toque chic. No convenció a los transeúntes: en media hora solo recaudó tres libras y 45 peniques.
¿Tan mal andan las cosas por la corte de rey Harald? Nada de eso: se trata sencillamente de la última ocurrencia del muchacho, que trae por la calle de la amargura a su suegro desde que se casó con su hija. En esta ocasión, su objetivo era doble: por un lado, pretendía protestar contra la prensa noruega que le acusa de vivir como un marajá y sin dar palo al agua a costa de su mujer; por otro, quería hacer propaganda de su marca de vino, Mandala (la botellita del atrezzo cutre) y de una exposición de sus cuadros en la capital inglesa.
Podría pensarse que las casas reales sufren una epidemia de yernos horrorosos, pero en el caso de Ari (Aarhus, Dinamarca, 1972), hay que reconocer al menos que él nunca engañó. Licenciado en Historia y Religión y escritor de cierta popularidad (vendió 100.000 copias de un libro de cuentos), jamás renegó de su juventud agitada en la que no faltaron drogas ni juerga. Bocazas también lo fue siempre: poco antes de su provechoso enlace tuvo la feliz idea de publicar un vídeo en el que criticaba al entonces presidente de EE UU, George Bush, y se pronunciaba a favor del régimen talibán. Como consecuencia, Harald emitió un comunicado a toda prisa desmarcándose del chico y la princesa se emancipó de la familia real.
La parentela de Ari también es inquieta. Sus padres, maestros, se casaron al año de su nacimiento, se divorciaron después, se volvieron a casar cada uno por su lado y, finalmente (o de momento), volvieron a darse el 'sí, quiero' en 2007. Ari, en realidad, debería apellidarse Bjørshol, como su padre, pero decidió utilizar el apellido de soltera de su abuela materna, probablemente tras enterarse de que su abuelo paterno no era tal, al menos en términos biológicos.
La prensa noruega se hace eco periódicamente de sus escándalos: lo que él entiende por excentricidades es traducido por los periódicos como pura cara dura. Así, tenemos interesantes episodios como su aparición en un documental junto a unas fulanas que esnifaban cocaína en Las Vegas, su crisis de pareja a consecuencia de una depresión -«Más pronto o más temprano me echarán a patadas de casa», declaró-, o su querencia por los ambientes homosexuales. A este respecto no puede olvidarse su legendaria visita a Barcelona en 2010, pintado y vestido con faldas y tacones, para la que contó con la refinada compañía de Carmen de Mairena y Evita Clittorina.
No ayudaron demasiado a mejorar su imagen sus confidencias a una revista sobre la «relación abierta» que mantiene con su mujer. «Nuestro amor es más fuerte que nunca, pero nos permitimos flirtear con otras personas. En este sentido, somos muy libres».
Claro que, siendo justos, habría que hablar de la tal Marta Luisa, primogénita de los reyes noruegos, quien, que se sepa, tiene como principal habilidad su capacidad de comunicarse con los ángeles. Al parecer, sus contactos con los seres alados comenzaron cuando era niña. De algún modo, mientras montaba a caballo, aprendió a conectar con los animales «a nivel muy profundo» y a leer mentes. Después, se lio con su profesor de equitación.
Toda esta experiencia le ha servido para poner en marcha una «academia celestial» en la que por 3.300 euros y después de tres años uno puede diplomarse en la detección de esas «fuerzas que nos rodean y nos ayudan en todos los aspectos de nuestra vida». Y Ari se tiene por el original de casa.
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