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Zuriñe Ortiz de Latierro
Domingo, 28 de abril 2013, 13:15
Qué envidia me das!», le suelta a su buen amigo Álvaro de Luna cada vez que el actor le comenta su última charleta con escritores, pintores o músicos. Eduardo Madina cree en el poder terapéutico del arte, en la capacidad de la cultura como aliento del pensamiento crítico, pero hace casi diez años que eligió contribuir a la rehabilitación del país desde la tribuna política, renunciando en parte a su yo más intelectual. Ya no lee seis horas al día. Aunque hay momentos en que la melancolía por ese otro mundo más poético le puede, como la maldita prótesis encajada en el muslo izquierdo que a veces le deja tirado de dolor en casa. Le acaba de pasar por una calcificación entreverada como una aguja en el muñón. Se la han extraído y ha vuelto al ruedo sin decir ni mu, porque nunca ha querido construir su imagen en torno al atentado de 2002. Pero la reaparición pública, esta semana, del secretario general del grupo socialista en el Congreso no ha sido lo sosegada que había calculado.
Todos los focos le apuntaban en la reunión de la Ejecutiva Federal del partido, después de que trascendiera que tanto él como su amigo el exlehendakari Patxi López han dejado de rechazar con contundencia, como hacían hasta ahora, la posibilidad de presentarse a las primarias para elegir al líder socialista: «Cuando lleguen todo se verá», regaló a los medios. Los que han hablado con él en los últimos días describen «al Edu de siempre, que irradia convicción, reflexión y equilibrio, pero está abrumado. Vuelve a tener la sensación de que le devoran los acontecimientos. En realidad piensa que su vida quizás habría tomado otro sendero si no llega a ser por el atentado; no le abandona la idea de que muchos creen que ha llegado donde está por ese terrible día».
Ojalá pudiera borrarlo. Con los 26 recién cumplidos, una bomba lapa de ETA camuflada en los bajos de su Seat Ibiza le robó la pierna izquierda y el sueño de triunfar en el voleibol. Un metro noventa de ilusión sudando el dorsal 10 en el equipo de la Universidad del País Vasco, en la Segunda División nacional. Su íntimo amigo Mikel Torres, hoy alcalde de Portugalete, recuerda que Madina andaba entonces más cerca del balón que de la política. No había decidido su futuro. Militaba en las Juventudes Socialistas, pero soñaba con varios horizontes. Se nublaron aquel 19 de febrero de 2002: «En mi casa se hizo de noche y una sombra de pena y de tristeza envolvió a mi familia», declaró al juez Gómez Bermúdez cuatro años después, en el juicio contra los autores del atentado. Estremeció a la sala y al país cuando explicó con su prosa nítida y sosegada que, a los diez meses del bombazo, su madre murió de un infarto y mucho sufrimiento.
Hijo único, hizo las maletas para Bruselas, como asistente de Rosa Díez, que entonces encabezaba el grupo socialista en el Parlamento europeo. Allí conoció a Paloma Villa, su bastón. Desde entonces no se han separado. Hoy celebran con los amigos de Madrid el cuarto cumpleaños del pequeño Unax. «Nadie dice bien su nombre en la capital, que es como el del actor Unax Ugalde, al que Edu conoció de crío en sus veraneos en el valle alavés de Valdegovía. Su mujer y su hijo le han dado estabilidad y fuerza para encajar en Madrid. Paloma ha sido fundamental», sentencia el alcalde vizcaíno que le inoculó el virus de la política. Es uno de los primeros a los que llama Madina cuando pisa suelo bilbaíno. Y lo hace todos los meses: «Nos dice que necesita respirar en Euskadi». Su tierra ha dejado de ser un lugar amenazante, asfixiante por la falta de libertad.
En el Bilbao de su Athletic mantiene la cuadrilla de chaval. Algunos colegas incluso aún hacen botellón cuando no salen con él, claro. «Es que es un tío muy normal. Con su prosa poética, su bagaje cultural y la experiencia de estos años en el Congreso, donde se ha ganado el respeto del grupo, sigue siendo un tipo muy normal», alaba su compañero de bancada e íntimo Juan Moscoso.
Los amigos de la pecera
Madina aterrizó en 2004 en la Cámara Baja y cautivó a Zapatero, que le nombró en 2009 secretario general del Grupo Socialista en el Congreso de los Diputados. Hace año y medio, Rubalcaba le confirmó en el cargo. En este tiempo, coinciden políticos de diversos colores, se ha distinguido por saber ponerse la chaqueta del otro, por imaginarse la vida tal y como se ve desde las ventanas de la oposición. En el PP congenió pronto con José Luis Ayllón, secretario general de su grupo parlamentario la legislatura pasada y actual secretario de Estado de Relaciones con las Cortes. Como describe Moscoso, tiene amigos en cada uno de los pequeños mundos que conviven en la pecera del Congreso, «donde todos nos ven, pero nosotros no somos conscientes. Aquí se hacen vínculos fuertes con gente de tu edad o de tu partido o de tu territorio. Y Eduardo los ha hecho en todos. Es capaz de transmitir ideas duras con elegancia, sin romper puentes».
Cuando salta de la pecera a la calle, lo mismo acude a las Naves del Español, en el Matadero de Madrid, a ver un monólogo de Juan Diego Botto, que cena con el Príncipe Felipe -tienen buena relación-, Javier Solana o Felipe González. Cuida la agenda. Las alubias las cocina en casa para los íntimos. Moscoso y Torres dicen que «son únicas». Se guardan la receta.
También suele compartir mesa con el bueno de Álvaro de Luna: «Mi mujer lo adora, por su trabajo y por su ternura. Llama la atención en una persona joven su mundo de conocimientos, la seriedad que emerge de una cabeza tranquila. Y lo digo con rotundidad, porque aquí, en mi casa, hemos hablado muchas veces. Es además un hombre absolutamente familiar, siempre pendiente de Paloma y del niño».
El fichaje de su mujer
Por ahí ha recibido las primeras banderillas. Su esposa, una sevillana a la que dio el sí quiero en un barco sobre el Guadalquivir con Patxi López de DJ, fue contratada el año pasado por Telefónica. Paloma Villa llevaba más de diez años trabajando para el partido en Bruselas y en Madrid, donde fue asesora de confianza de la exministra Trinidad Jiménez. Perdió unas oposiciones y se fue a la cola del Inem. Con cinco meses de paro y una veintena de currículos enviados, recibió una oferta de César Alierta para su división de Relaciones Internacionales. Casualidad o no, el fichaje se conoció poco después de trascender el del marido de la vicepresidenta del Gobierno en la misma compañía, y se armó la marimorena.
En los casi diez años que lleva en Madrid, Madina ha endurecido la piel y sofisticado su discurso. «Cuando se marchó, no sabíamos cómo se iba a amoldar», admite Mikel Torres. «Pero le ha ido muy bien. Sigue siendo el amigo de siempre, un chico algo tímido que lo supera con su simpatía. Pero su análisis político ha evolucionado mucho». Empieza a dejar de ser ese nuevo valor del que siempre se acaba hablando más de su juventud e inexperiencia que de sus posibilidades. Brega en la oposición «con resolución y amabilidad. No hay decisiones perfectas, pero él sabe que hay que tomarlas y las toma. El día a día es enormemente complejo y él no genera tensiones. Hemos ido descubriendo dificultades juntos. Es agradable trabajar con él. La experiencia es muy satisfactoria», le concede Soraya Rodríguez, su jefa en el Congreso.
Frente a las dudas por su falta de ganas para llevar el timón, a favor del hombre de moda en el PSOE juega su perfil renovador y de consenso. Tiene adeptos dentro del equipo de Rubalcaba y en el que apoyó a Carme Chacón en el último congreso de Sevilla. Entonces, hubo incluso quienes, como José Bono, le quisieron colocar al frente del partido. Juan Moscoso no olvida aquel «¡estáis locos!» que le soltó cuando le insistieron un poco. «Él es consciente de la impresión que causa su prosa poética, con principios e ideas. Y eso le produce rubor, sorpresa, se avergüenza un poco».
Pero ya no dice que no. Otra cosa es que al final emprenda el vuelo de las primarias. «Cuando Eduardo comenta que 'el partido es grande y yo soy muy pequeño' creo que es sincero. Le conozco bien porque tenemos una relación muy intensa y sé que la decisión que adopte será muy meditada», confía la portavoz socialista en el Congreso. Los compañeros del País Vasco están convencidos de que no competirá con Patxi López: «Siguen siendo muy buenos amigos, no pelearán». De todas formas, aunque han empezado los precalentamientos, todavía no se ha inaugurado el baile oficial de candidatos. Álvaro de Luna se atreve con la primera quiniela: «Yo soy amigo de Edu y del 'gran jefe', y me ha sorprendido la posibilidad de que se presente. Es muy respetuoso con Alfredo Rubalcaba y todo su entorno. Edu es una persona de gran temple, no va a jugar».
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