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Culturas

Los peones de la moda

Casi 300 personas son necesarias para poner en marcha una pasarela. Azafatas, costureras o montadores están entre bambalinas para que todo funcione a la perfección

CARLOS GARSAN

Viernes, 20 de septiembre 2013, 14:21

Porque la moda también se sube al andamio, son muchos los 'obreros' que hacen posible el espectáculo de una semana de la moda. El Ágora se vuelve a llenar de iluminadores y técnicos de sonido, de costureras y de azafatas que forman las casi 300 personas encargadas de dar vida a la XV edición de la Valencia Fashion Week.

Y es que no todo es glamur y 'celebrities' en las semanas de la moda. Crear el espacio, adecuarlo, el quítame un enchufe aquí pónmelo allá. Cada detalle cuenta para que un evento de tal magnitud funcione. Dar vida al sarao por excelencia de la Comunitat Valenciana no es fácil y requiere un trabajo que pocas veces se ve. Mucho esfuerzo para cinco minutos de gloria.

Pero antes del show, la moda se tiene que bajar de los tacones y de las plataformas, el momento en el que cambiamos los estampados 'sixties' y los abrigos más 'trendy' por el mono de trabajo. Porque la trastienda de la moda no entiende de divas. Es un trabajo en equipo, una cadena casi fordiana en la que, desde el diseñador hasta el iluminador, pasando por el equipo de limpieza, debe estar sincronizado como un reloj suizo. Cada pieza cuenta.

La Valencia Fashion Week (VFW) abre su pasarela de nuevo el próximo 19 de septiembre en una edición que se presenta como «descaradamente joven», una apuesta por las nuevas caras del diseño y por una producción que busca recuperar la espectacularidad de antaño tras su breve paso por el Palacio de la Exposición. Una espectacularidad, eso sí, adaptada a los tiempos que corren. The Show Must Go On.

Un Ágora vestida de leña

La Valencia Fashion Week toca madera con una escenografía hecha con palés, una pasarela supersticiosa que prefiere no dejar nada a la suerte. Por este curioso montaje, que casi se podría tildar de underground si no se celebrara en la monumental Ágora, pasarán las colecciones de 26 diseñadores. Un espacio que ha tenido que dar una vuelta de tuerca a la estética más clásica para mostrar algo apto tanto para 'fashion vicitims' como para, por qué no decirlo, los bolsillos de la Asociación Semana de la Moda.

La empresa Cortipal será la encargada un año más de cubrir de madera la Fashion Week. Una producción que, sin embargo, supondrá una ruptura con la XIV edición, con un concepto «totalmente diferente», cuenta Patricio Roig. La VFW pinta de nuevo sus paredes de color leña, aunque esta vez lo harán sobre el blanco lienzo de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. «El Ágora se ve mucho más, pero es mucha más responsabilidad», afirma.

Este año, el rudo palé también vestirá los 22 stands repartidos por el espacio y la zona chill-out, con 14 mesas y 54 sillas, que acogerá al público entre desfile y desfile. Un montaje que, sin embargo, va contra reloj y se prepara «entre cuatro y cinco días antes» en la misma fábrica, que, de un día para otro, se llena de objetos de decoración ejemplo de un diseño sostenible. La estructura se convierte así en un esqueleto donde lo importante no es otra cosa que la moda, convirtiendo a la VFW en un escaparate donde lo que prima es la tendencia. La magia de lo sencillo.

El ritmo es frenético, aquí nadie se relaja con un café con leche en la Plaza Mayor. Al menos no hasta que se baje el telón. La foto tiene que ser perfecta. En los cinco minutos de desfile no hay espacio para el error. Una fotografía en la que trabajan decenas de personas, una imagen que vale el esfuerzo de iluminadores, maquilladores, peluqueros, coreógrafos, estilistas... y, por supuesto, los diseñadores y sus inseparables costureras.

Hilo y aguja

Virtudes Langa vuelve a la Fashion Week, pero esta vez en solitario. En su pequeño taller en Xàtiva las agujas vuelan para conseguir un resultado perfecto. Cloti, Pili y Pepa trabajan en los últimos retoques para que la colección sea perfecta. Amigas de la infancia de la diseñadora, han hecho de su hobby una profesión que las transforma dos veces al año de amas de casa a creadoras de alta costura.

Quince días antes de presentar su colección, Langa contrata a una modelo sobre la que se hace una primera prueba de vestuario, un 'fitting' en el que estas tres hadas del alfiler convierten las ideas en trajes. Toda previsión es poca.

María Cózar no sólo tiene que lidiar con los retoques de última hora sino que, ahora, también forma parte del programa de TVE 'Código Emprende', el concurso presentado por Juan Ramón Lucas en el que seis emprendedores lucharán por un premio final de 100.000 euros, un proyecto que no ha hecho más que apretar las tuercas de esta joven diseñadora. Porque quien algo quiere, algo le cuesta.

Ahora cuenta con dos ayudantes para terminar la confección de unos trajes que tienen que estar listos sea cómo sea para el día D. «Lo que teníamos que haber hecho en cuatro meses lo hemos tenido que hacer en dos», confiesa. Un esfuerzo enorme que, al final, «se presenta en apenas cinco minutos».

María Cózar Couture nació en 2011 de la mano de la diseñadora y del fotógrafo Eric Wurfl, un proyecto que ha conquistado a los amantes de la moda por su elegancia innovadora. «Estamos haciendo jornadas de hasta dieciséis horas. Comemos en el estudio, venimos por la mañana y salimos por la noche y los pequeños huecos que tenemos los usamos para atender visitas. Hay que encajarlo todo en el horario», cuenta María.

Unas últimas jornadas de trabajo que pasan a ser los días más intensos de todo el proceso de preparación. Conseguir los complementos, pegar los últimos cristales de Swarovski, cerrar la lista de invitados... «Se hace pesado, no hacemos otra cosa que estar aquí, pero luego ver el resultado merece mucho la pena».

La joven Patricia Adam cuenta con estudio propio, un espacio que, a la vez, hace de tienda. Optimizar tiempo y recursos es la opción de muchos jóvenes diseñadores que, a la hora de confeccionar la prenda, confían en un taller externo.

¿La clave? Organización. Cada una a lo suyo. Cada costurera tiene una función específica. Poner botones, hacer las orillas y hasta descoser las prendas. Este taller produce en grandes cantidades, por lo que la producción casa lo ágil con lo perfecto. Así, mientras, Patricia puede ultimar detalles como la creación de unos zapatos que está customizando en exclusiva par su pase.

El trabajo, por supuesto, empieza meses antes de que se levante el telón, pero en el caso del diseñador Guillermo del Mar el paso de la idea a la realidad ha llevado casi un año de esfuerzo. Pero, como siempre, detrás de un gran hombre debe haber un gran equipo y, en su caso, está compuesto de tres costureras, lideradas por su propia madre, y otros cuatro ayudantes que, entre las mil tareas que orbitan en los desfiles, se encargan de atender a la prensa o el sitting.

«Esta es la colección que más trabajo nos ha llevado. Aunque la confección se ha hecho en el último momento, el estudio se está preparando desde noviembre», cuenta el creador. Una producción que tiene como punto de partida la ciudad de Londres, donde su equipo realizó un estudio para poder incorporar varios tejidos diferentes en una misma prenda.

«Los últimos preparativos son todo. Vivimos al límite. Las prendas las acabamos el viernes y sábado por la mañana». Una carrera contrarreloj con la meta fijada para el sábado 21 de septiembre a las 18 horas. Tic, tac.

«Las tres semanas antes del desfile empezamos a trabajar a las ocho de la mañana y no sabemos a qué hora vamos a acabar. No hay horario ni festivos», afirma el diseñador, que, además, se dedica estos días a escuchar «mil canciones en Spotify para cerrar la banda sonora». Porque cada detalle es clave.

Sin embargo, y pese al estrés de las horas previas, el desfile es un momento para recoger el fruto de las semanas, días y horas de esfuerzo. «Las costureras nunca están conmigo en el backstage, ellas tienen que ver el desfile, ponerse guapas y disfrutar del que es también su trabajo».

Los guardianes del Ágora

La Valencia Fashion Week es un gran evento compuesto de pequeños detalles que hacen que todo funcione, que todo haga clic. Que cada cosa esté en el sitio que le corresponde en el momento justo es vital para que el mecanismo funcione.

Ana Rubio será una de las 35 azafatas encargadas de acoger al público de la XV edición de la Valencia Fashion Week. Ellas - y ellos- se convertirán desde el 19 de septiembre en los guardianes de un Ágora con muchas entradas. Aunque, eso sí, este año la atención al público viene de la mano de amantes de la moda que ofrecen sus servicios de manera desinteresada.

«Todas las personas que trabajan como azafata en la VFW lo hacen como colaboración, de manera altruista, porque les interesa el mundo de la moda», cuenta Ana. Su misión es ser omnipresentes: estar en la llegada, acompañar en la salida. «Aquí todos colaboramos», afirma.

Y es que la XV edición, la niña bonita, es un baile de números. Un espacio de 5.000 metros cuadrados con un presupuesto de 500.000 euros y un equipo que, sin contar a diseñadores, alcanza las 280 personas que, con apenas tres días de margen harán realidad este proyecto. Montadores, iluminadores, coreógrafos, peluqueros, estilistas, costureras... todos ellos tienen un papel más que necesario.

Una nueva temporada que, además, pretende superarse a sí misma y acoger a los 20.000 visitantes que tuvo en la última edición celebrada en la Ciudad de las Artes y las Ciencias. La guinda del pastel, las 18 horas ininterrumpidas de emisión en directo a través de Internet.

Porque hacer la Valencia Fashion Week no es un juego de reinas y reyes, sino de peones, la XV edición vuelve para hacer aquello que se ha de hacer en los desfiles: esconder el esfuerzo de meses, secarse el sudor y poner la mejor sonrisa. Llega el momento de desempolvar las botas de montaje y coser ese último botón para poder disfrutar, ahora sí, de las luces y el glamur de la mejor moda valenciana. Que empiece el espectáculo.

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