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Sale de la cárcel el asesino de Anabel Segura

«Nadie habla con Ricart»

El homicida de Anabel Segura desvela lo aislado que 'El Rubio' está en prisión

Arturo Checa

Miércoles, 4 de diciembre 2013, 17:00

Un animal enjaulado salió ayer de entre los muros de Herrera de la Mancha tras cumplir 21 de los 50 años a los que estaba condenado. Esquivando a los medios, caminando en zig zag con rostro pétreo, mirando al suelo, parapetado tras una gorra, unas gafas de sol, una barba que le llegaba más alla del pecho y una melena lacia y larga. «Ha cambiado su aspecto radicalmente en las últimas semanas, cuando vio que el 'palo' a la 'doctrina Parot' le abría la puertas de la cárcel», explica un funcionario de prisiones. Camuflado ante la sociedad, listo para ocultarse. Fuera, ni una palabra a la prensa. Ni un gesto de arrepentimiento. Ni un solo detalle de humanidad. «¿Tienes algo que decirle a la familia de la niña? ¿Estás arrepentido? ¿Por qué lo hiciste?». Silencio absoluto y desprecio de Juan Manuel Valentín Tejero a los medios de comunicación, y por extensión a los padres de Olga Sangrador, los mismos que en 1992 tuvieron que sufrir por la muerte de su niña de nueve años. La mató con sus propias manos, las mismas con las que ayer se ajustaba un pañuelo palestino con el que ocultar su cara. Después la abandonó enterrada en medio de un campo en Valladolid. Antes la había violado.

El animal enjaulado trató de ocultarse entre las unidades móviles de televisión o en el arcén de la autovía A-43, la misma desde la que un camionero gritó mientras aporreaba el claxon: «¡Hay que degollarlos a todos!». Ni en la cabina telefónica desde la que llamó a un taxi encontró refugio. Sus únicas palabras, un aviso con chulería a la prensa: «Esto es privado. Lo que salga en televisión, os denuncio».

Sin arrepentimiento

Valentín Tejero pareció un calcado preludio de lo que puede suceder en unos días con Miguel Ricart salvo que un dictamen judicial diga lo contrario. Al violador y asesino de la niña Olga no le esperaba nadie tras los muros de Herrera de la Mancha. Tuvo que pedir un taxi (que llegó con los cristales tintados, perfecto para el cobarde gesto del asesino de ocultar su rostro) para viajar a la estación de Manzanares y coger allí un tren con billete pagado por Instituciones Penitenciarias. Y todo indica que con el asesino y violador de las niñas de Alcàsser, sucederá lo mismo: nadie aguardándole. Ni un sólo gesto de arrepentimiento, como tampoco ha mostrado 'El Rubio' en 20 años. Actuando incluso con chulería, como Ricart ha demostrado en cartas en las que incluso despreciaba a los familiares de Míriam, Toñi y Desirée. Y si los expertos creen que Valentín Tejero sigue siendo un monstruo, el mismísimo director de Instituciones Penitenciarias ha afirmado que el cómplice de Antonio Anglés «no tiene pronóstico de reinserción». Pero el asesino de la niña Olga ya está en la calle y al homicida de las niñas de Alcàsser todo indica que le quedan días.

Entre rejas Miguel Ricart ya ha probado la 'medicina' que puede esperarle en la calle. «Aquí nadie le habla. Como ocurre con todos los violadores. En la cárcel se les hace el vacío. Yo no he cruzado con él más que cuatro 'holas' y adios'. No tienen amigos. Sólo entre los propios violadores». Y lo dice otro asesino. «Pero una cosa es matar a una mujer y otra muy distinta abusar de ella y arruinarle la vida. Eso es muy diferente».

Es la particular lógica carcelaria de Emilio Muñoz, secuestrador y homicida de la joven Anabel Segura en 1992 y desde ayer también en la calle por obra y gracia de la sentencia europea contra la 'doctrina Parot'. A Anabel Segura la raptaron él (churrero en paro) y Cándido Ortiz en La Moraleja para lograr un rescate. El móvil económico acabó con Anabel Segura ahorcada. Ayer, mientras Emilio Muñoz apuraba un pitillo y lucía cuatro dientes escasos a la espera de su hijo en Herrera de la Mancha, mostró por lo ocurrido un arrepentimiento que Valentín Tejero y Ricart ni siquiera imaginan. «Aquello fue una locura. Ojalá nunca hubiera sucedido. Se nos fue de las manos. Como dije en el juicio, daría 10 años de mi vida para que no hubiera pasado. Ahora no puedo más que pedir perdón a la familia. Yo nunca lo olvidaré y entiendo que no me perdonen...», se justifica ante el remolino de cámaras congregadas a las puertas del penal.

Café a 40 céntimos

En la cárcel cuentan que Ricart ha ganado sueldos de 200 euros por trabajar en labores como repartir el rancho entre los internos. Un sueldazo si se tienen en cuenta los precios de la prisión. «Aquí un café doble vale 40 céntimos. Y una Coca-Cola, 44. Y el tabaco a precio de estanco», explica Emilio Muñoz mientras engancha un cigarro tras otro, lo mismo le da rubio que negro. Guarda como un tesoro un paquete que transporta junto a su petate carcelario. Un cuadro floral sobre un espejo hecho por él. 'Maite zaitu ('te quiero' en euskera), para mi hija Alba», puede leerse en él.

El homicida aún guarda relación con su hija y su hijo. Ambos vienen a recogerlo en un coche poco después. Rosa, la única hija de Ricart, no quiere saber nada de él ni se la espera por Herrera. La cabina telefónica para reclamar un taxi y un viaje hasta la estación de tren de Manzanares parece el primer horizonte que le espera a 'El Rubio' en libertad. Una salida en soledad y ocultándose en los rincones como la que protagonizó ayer el asesino y violador de la pequeña Olga.

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