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EFE
Lunes, 25 de enero 2016, 01:10
El pantano más antiguo de Europa en funcionamiento, construido a finales del siglo XVI en Tibi , constituye uno de los ejes centrales de un ambicioso proyecto para impulsar turísticamente el interior de una provincia conocida, fundamentalmente, por su oferta de sol y playa. Muy poco conocido pese a estar sólo situado a 18 kilómetros al noroeste de la ciudad de Alicante, esta joya de ingeniería civil ha sido, con 46 metros, la más alta del mundo durante casi 300 años y ahora un proyecto de la Diputación Provincial pretende que, además de los usos agrícolas, ayude a desestacionalizar la llegada de turistas.
Se trata de un plan de conservación y promoción del embalse de Tibi -y también de los cercanos de Elche y Relleu- para que los visitantes conozcan la rica historia patrimonial y, al mismo tiempo, disfruten ordenadamente del paraje natural, incluso con la práctica de deportes de agua.
Para todo ello, se proyecta la mejora de la cartografía, los accesos y la señalización, según explica el director del proyecto de puesta en valor de los tres pantanos, el responsable del Instituto del Agua de la Universidad de Alicante, el catedrático Joaquín Melgarejo.
La idea de edificar un embalse en este punto estratégico entre los riscos del Mos Bou y La Cresta partió de un molinero, Pere Esquerdo, y de un cantero, Miguel Alcaraz, con el respaldo de los municipios, regantes y señores territoriales de la zona (como el conde de Villafranqueza) dentro de un proyecto que contó con la supervisión de los ingenieros del Rey Felipe II.
Su construcción se enmarca en una época de auge de la agricultura comercial y el incremento de la productividad de los cultivos, que provocaron profundos cambios de orden social, económico y paisajístico de la zona, lo que requería un óptimo aprovechamiento de las aguas del río Monnegre (que, dependiendo del tramo, también se conoce como río Seco o Verde).
La primera piedra se colocó en 1580 y, tras paralizarse en varias ocasiones por falta de recursos, la construcción se prolongó durante 14 años para finalmente elevarse a la suma de «58,23 libras, 17 sueldos y 4 dineros», según los documentos de la época.
Precisamente la falta de «dineros» hizo que se diera por finalizada la presa con 46 metros de altura pese a que inicialmente se idearan hasta 52 (el equivalente a «226 palmos valencianos»).
El director del Instituto del Agua destaca que el diseño en forma de arco de 65 metros de longitud ha sido fundamental para que «esta catedral civil del siglo XVI» haya perdurado tanto tiempo en activo, pese a las periódicas avenidas de aguas y a la presión que éstas ejercen. De esta manera, la forma de arco-gravedad posibilita que la inmensa presión del agua se dirija a los cerros de los márgenes.
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