

Secciones
Servicios
Destacamos
J. BATISTA
Viernes, 17 de abril 2015, 00:10
valencia. Iván Martí-Vidal, de la Universidad Tecnológica de Chalmers de Suecia, tiene el corazón dividido entre su familia, la cercana y la lejana, y la astrofísica. Y está de enhorabuena. El último proyecto que ha dirigido acaba de ver la luz en Science, una de las publicaciones más prestigiosas, sino la que más, del panorama científico mundial.
Doctor por la Universitat de València y vecino de Alfarrasí, ha liderado una investigación que ha aportado luz al comportamiento de los agujeros negros, cuerpos celestes de los que existen más incertidumbres que certezas y que suelen situarse en el centro de las galaxias, dándoles cohesión gracias a su desorbitada gravedad. Para hacerse una idea, funcionan como un pozo con tal capacidad de atracción que ni la luz, lo que más rápido viaja en el universo, escapa de su influencia una vez está demasiado cerca. De ahí su tétrica denominación.
Este valenciano, aunque no acaba de acostumbrarse a la comida sueca ni a la temperatura, se mueve como pez en el agua en el Observatorio Espacial de Onsala, donde se ha gestado el descubrimiento publicado gracias a la continua vigilancia de un agujero negro situado a más de diez mil millones de años luz de distancia y que responde al nombre de PKS1830-211. «Es un trabajo fascinante. Podemos ver cómo se comporta la naturaleza en las condiciones más extremas posibles», explica antes de recordar que, en realidad, lo que captan los telescopios es algo que pasó hace millones y millones de años, es decir, en el universo primigenio. Y avanzar en su conocimiento ayudará a saber cómo ha sido posible llegar hasta aquí.
Ya se conocía, en parte gracias a investigaciones previas de Martí-Vidal, que algunas partículas no son tragadas y pueden escapar de los agujeros negros, lo que en la jerga se denomina indigestión, que se manifiesta en forma de potentísimos chorros de materia y energía que nacen en las inmediaciones del cuerpo en cuestión y salen disparados al exterior. La novedad está en que por primera vez se han hallado evidencias muy claras de que el fenómeno se debe a campos magnéticos muy potentes próximos a agujeros supermasivos (los que tienen millones y millones de veces la masa del Sol).
No le cuesta responder a la pregunta de para qué sirve lo descubierto: «La investigación básica es fundamental. Tarde o temprano acaba derivando en tecnología. Por ejemplo, sin la experiencia adquirida en radioastronomía no tendríamos TAC's en los hospitales». También se refiere a aplicaciones futuras, como avanzar en el descubrimiento de nuevas fuentes de energía.
Iván volverá a España, a Alfarrasí, el próximo mes, tras casi año y medio lejos de 'la terreta'. A punto de cumplir 34 años, lleva desde 2011 en Suecia, aunque ya tenía experiencia en el extranjero, pues tras leer su tesis consiguió plaza en Bonn (Alemania). Ahora está fijo en Suecia, donde vive con su pareja y sus dos hijos. Reconoce que es feliz, que tiene flexibilidad en su trabajo -«aquí apenas hay burocracia»- y que se ha adaptado al medio: «Hacemos paella sueca», dice entre risas.
Lo que más echa de menos, explica, es a la familia de aquí y, «aunque suene a tópico, también la gastronomía». Que alguien tome nota porque se ha ganado un arroz a leña.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.