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Acopio de grano en el siglo XVII. :: lp
La gran sequía del  año de Cervantes en Valencia

La gran sequía del año de Cervantes en Valencia

El Dietari de Juan Porcar, 'capellá de Sent Martí', recoge todos los episodios meteorológicos de un 1616 muy singular

F. P. PUCHE

Lunes, 25 de abril 2016, 00:03

Cuando don Miguel de Cervantes murió, el 22 de abril de 1616, Madrid, como España entera, estaba atravesando uno de los periodos de sequía más agudos de la historia. Los expertos señalan que el autor del Quijote falleció a causa de la diabetes que padecía. Pero por esos días, varios dietaristas españoles, en Valencia, Andalucía, Mallorca y Cataluña, han dejado pruebas escritas de que las fuentes estaban secas, los agricultores se desesperaban y las parroquias hacían rogativas pidiendo lluvia. En Valencia, el 20 de abril de 1616, hubo procesión general desde la Catedral al Salvador, «de pregaries per aygua».

El Dietari del 'Capellá de Sent Martí', Joan Porcar, reúne noticias de la ciudad y del Reino entre 1589 a 1629; no hay procesión, asesinato, orden del virrey, escándalo o ejecución que se escape de su aguda capacidad de observación. Desde su puesto de trabajo en la parroquia de la calle de San Vicente, las noticias de Valencia fluían hasta su libro de notas, especialmente interesado, en los años 1616 y 1617, en los fenómenos meteorológicos.

Cambio climático

Mosén Joan Porcar seguramente también era de los que pensaban que el clima estaba cambiando. En todo caso, en el durísimo mes de abril de 1616 escribió sin fecha concreta: «En aquestos díes patía la terra gran falta de aygua tant que la memoria de homens no havien vist tan grab secca en lo riu y tants diez arreu que no teníen sino vestigi de rambla secca». La 'memòria de homens' es un término muy hermoso, entre cosmológico y poético, que remite a los testimonios que las televisiones suelen dar, generalmente de gente mayor, que asegura «no haber visto una cosa igual en todos los días de mi vida», y que se reserva para cuando un río se sale, cae mucho granizo, nieva copiosamente o simplemente no llueve.

Pero la inquietud del anticipado periodista Porcar ya le había hecho apuntar cosas poco frecuentes en 1616. En la Valencia que hacía poco había expulsado a los moriscos, hace meteorología mucho antes de que esa ciencia fuera inventada y anota: «diumenge a 24 de Giner de 1616 a les nou hores del matí comença a nevar un poc i feu gran fret». Unas páginas después su Dietari señalka: «Diumenge de Carnestoltes a 14 de febrero de 1616 entre deu y once del mati plogue casi un quart de hora pedra matacabra en gran abundancia». La «pedra matacabra» era la menuda, el granizo; pero él lo anota para alimentar unas fuentes informativas que, cuatro siglos después, están siguiendo muchos investigadores de la meteorología en un tiempo en que ni siquiera había formas en uso para medir y comparar la lluvia caída.

Curiosamente, estos investigadores del tiempo y sus ciclos, suelen usar dos rangos de información: uno es el de los precios de los alimentos -singularmente el trigo y el aceite-que subían de forma estrepitosa cuando había 'sequera', la escasez despertaba a la especulación y Valencia, por poner el ejemplo más cercano, se veía necesitada de echar mano de los almacenes de grano de los Silos de Burjassot o importar trigos desde Cuenca, Albacete, y singularmente Sicilia.

Especuladores

Una noticia que señala la escasez y la especulación que pudiera haber en Valencia nos la da el capellá en una nota del 18 de mayo cuando «cremaren los Señors jurats en la rambla prop la gola del vall al riu, docents cafisos de forment roin que un Avituallador de Valencia lo venía de amagat». Corrupción y estraperlo diríamos en siglos venideros para calificar estas prácticas.

Los precios, y las hambres, han perfilado la otra gran sequía española, la de 1567-1568. Esos años de clima malo, o irregular, que sería necesario reconstruir bien para entender mejor los presuntos cambios climáticos presentes, son los que, por lo general, disparan tendencias revolucionarias, generan revueltas populares y terminan por explicar mejor las razones de una guerra, una epidemia o una revolución. Las cposechas españolas de 1616 y 1617 se ha calculado que tuvieron una merma del 90 % con respecto a las consideradas normales en 1590-1600.

La otra gran fuente informativa que usan los historiadores de la meteorología son los libros parroquiales, donde nos van a aparecer las misas y procesiones de rogativas que los obispos mandaban o autorizaban en tiempos con falta de lluvia. En 1616 se hicieron por toda España y están recogidas en dietarios de Andalucía, Castilla, Cataluña y Baleares. El capellá Porcar tienen varias anotaciones de ese carácter en su libro de noticias de 1616. El 20 de abril, «feren proceso general de la seu a sant salvador de pregaries per aygua». Y tardó en llover varias semanas. Aunque los investigadores hablan de un periodo muy seco de al menos dos años, el dietarista pudo anotar al fin: «Diumenge 8 de maig 1616 dia de la apparisio de Sant Michael a les sis hores del mati comença a ploure fins a les deu hores que havia dies que no plovia ys continuaren cada día les processons de laygua y en lo Riu vingue aygua que havia molts dies que estaba molt sech».

No se trataba, en efecto, de que lloviera más o menos pasajeramente, sino que el Turia, que no tenía pantanos de regulación, diera la buena noticia de llevar caudal. O mejor todavía, que llevara el caudal continuado y regular que permitía el funcionamiento adecuado de las ocho acequias de la Vega.

Volvió a llover mucho el 4 de agosto, con tempestad de truenos, y el 17 de septiembre llegó una 'gota fría' a la valenciana: llovio tanto y tan de repente en la ciudad que 'la vall', el valladar que circundaba la muralla "regolfà" y metió la inundación por el Camino de Barcelona y por la plaza de Predicadores, hoy de Tetuán, segundo brazo ancestral del Turia.

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