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J. A. MARRAHÍ
Sábado, 15 de octubre 2016, 23:59
Las palas excavarán la tierra en pocas semanas y un anciano que ha visto tres siglos se marchará para siempre. El Pi de la Bassa, emblemático pino carrasco centenario de la Sierra Calderona, no ha resistido los envites de la sequía. Abandonado durante años a la suerte del clima y ya viejo, el gigante de 20 metros dejará un hueco para los amantes de la naturaleza, senderistas y vecinos que lo apreciaban.
La acusada falta de lluvias que azota la Comunitat y las consiguientes plagas están amenazando a algunos de los árboles más emblemáticos de la región. Así lo admitieron en abril expertos reunidos en la comisión de seguimiento del patrimonio arbóreo de la región.
La situación del Pi de la Bassa no es aislada. Según el técnico autonómico Ricardo Barberá, hay una decena de ejemplares bajo protección que están sufriendo los efectos de la sequía. Medio Ambiente no descarta ampliar tratamientos de urgencia con riegos y plaguicidas como el activado 'in extremis' y sin éxito para intentar salvar al célebre ejemplar de Serra.
El director general del Medio Natural, Antoni Marzo, incide en otro efecto negativo: «el abandono de cultivos». Al desaparecer acequias, balsas o áreas regadas, los árboles tienen mucha más dificultad para recibir un aporte de agua frecuente. Según describe, en la Comunitat existen otros árboles que padecen: la carrasca más grande de la Sierra Calderona, alcanzada por un rayo y «en situación «decrépita» o el famoso Roure Gros del Barranc dels Horts, en la localidad castellonense de Ares del Maestre.
«A lo largo del siglo XX se ha perdido una parte sustancial del patrimonio arbóreo sobresaliente de la región. Para detener y evitar su degradación y desaparición se requiere de una asistencia continuada individualizada y cuidados especializados», recoge en su preámbulo la Ley de Patrimonio Arbóreo Monumental de la Comunitat. Se trata de una normativa ambiciosa, única en España, nacida para registrar y proteger nuestras maravillas botánicas.
Esta legislación cumple una década este año. Define con precisión matemática qué árboles merecen protección al ser declarados monumentales o singulares. Bien por ser muy altos, muy ancianos, muy anchos de tronco o con copas gigantescas. Hoy existen 1.503 en ese selecto grupo. Además, la norma autonómica fija una larga lista de acciones prohibidas e insta a la Generalitat, ayuntamientos y propietarios de terrenos privados a ejecutar «medidas para su conservación».
Pero la ley va más allá. Implanta su conocimiento «en circuitos y currículos ecoeducativos» y demanda la creación de «un archivo documental, bibliográfico y audiovisual». Por último, crea una comisión consultiva de evaluación y seguimiento de la protección arbórea y ordena «habilitar créditos para financiar los gastos» para esos cuidados.
Pero eso es sólo sobre el papel. ¿Garantizan los presupuestos de Medio Ambiente la adecuada protección a estos monumentos vegetales? «Llegamos hasta donde llegamos. El presupuesto ha sido insuficiente», admite Marzo. Culpa a los «recortes del 78%» en el dinero para el departamento autonómico en la última media década y confía en «recuperar subvenciones para mejorar la protección».
Años de dificultad
Hasta 2012 funcionaba una línea de ayudas para trabajos de mejora de árboles de estas características en suelo privado. Según fuentes de Medio Ambiente, había presupuestos que oscilaban entre los 40.000 y 60.000 al año, pero se frenaron. El punto crítico llegó en 2014, cuando el equipo de protección de árboles monumentales se quedó sin presupuesto. Un técnico y un escalador tuvieron continuidad laboral gracias a un proyecto europeo.
Este año la inyección económica para proteger el preciado legado botánico es de 190.000 euros. Con ese dinero se mantiene un equipo de trabajo conformado por dos técnicos, un capataz escalador, un escalador y dos peones. El grupo se completa con un técnico para cada una de las tres provincias. Colaboran con ellos agentes medioambientales y brigadas de parques naturales.
El pasado jueves se aprobó por resolución la ampliación del catálogo de árboles de la región con un esfuerzo por actualizar datos y unificar criterios de medición. De los 880 ejemplares que se contabilizaban a principios de año se ha pasado a 1.503, con una especial atención a los olivos milenarios de Castellón. «Datarlos con exactitud no es sencillo, pero ha habido un gran esfuerzo por identificar a los ejemplares más antiguos» e incorporarlos al registro autonómico, destaca el director general de Medio Natural.
La parte educativa que prevé la ley «se ha trabajado poco hasta la fecha», reconoce Marzo. Nuestros árboles monumentales no aparecen en los libros de naturales ni hay ninguna resolución que obligue a los colegios a destacarlos en clase. De hecho, ni siquiera forman parte de la campaña del Día del Árbol. La intención de Medio Ambiente es «potenciar su promoción para poder cumplir este punto de la ley».
En cuanto al archivo documental, bibliográfico y audiovisual, la Generalitat dispone de un inventario en el que aparecen unos 4.000 ejemplares con fotografía, entre ellos los 1.500 que hoy están bajo protección. El resto son aquellos cuyas características o singularidad los convierte en 'cantera' para poderse integrar en un futuro en el catálogo de árboles protegidos.
Sin sanciones
¿En qué se está empleando el dinero? «La prioridad es el seguimiento de los árboles que se encuentran en situación crítica por la sequía y otros factores, podar los dañados y el trabajo continuo de identificación de más árboles susceptibles de protección». La actividad sancionadora de la Generalitat contra las acciones que dañan ejemplares ha sido, hasta la fecha, nula. No obstante, agrega Marzo, «el Serpona de la Guardia Civil sí ha intervenido por expolio de olivos en Castellón».
Según el responsable autonómico, esta actividad «no ha desaparecido, pero sí se ha reducido al mínimo». Opina que hay una «mayor concienciación» en entornos rurales. Hace sólo tres meses, pone como ejemplo, un propietario pretendía vender dos olivos no catalogados, pero de cierto tamaño y valor. «Los vecinos se le echaron encima por el cariño hacia esos árboles, alertaron de lo que estaba sucediendo y el hombre se echó atrás. Se excusó en que no sabía que podían significar tanto para el pueblo».
El valor de los árboles monumentales fue llevado este año al cine de la mano de Icíar Bollaín. El guionista escocés de la película 'El Olivo', Paul Laverty, viajó a Castellón para documentarse sobre los ejemplares. Allí, en el Baix Maestrat, conoció a Ramón Mampel, secretario general de La Unió de Llauradors. Él es uno de los grandes defensores de los árboles centenarios en la Comunitat.
Para el experto agrario, «la mejor manera de proteger este patrimonio es con desarrollo rural, hilar la producción de un aceite de calidad con el turismo, el senderismo, la Via Augusta, la gastronomía...». La ley autonómica prohíbe arrancar y vender ejemplares protegidos. Mampel aún recuerda con pena cómo, poco antes de su aprobación en 2006, «muchos aprovecharon para vender a toda prisa». A su memoria vuelve el día en que su paseo quedó interrumpido por un camión parado en un camino «con tres o cuatro olivos milenarios en la góndola». Hoy estas acciones con determinados árboles serían consideradas expolio.
Pero cuando los billetes están de por medio de poco sirve hablar de valor patrimonial, cultural o histórico. A los propietarios «les ponían el dinero en las narices y cedían». Por ejemplo, un olivo de nueve metros de perímetro y casi cinco de alto fue vendido por 12.000 euros. «El dueño se pone a llorar cuando se lo recuerdan», asegura Mampel. «Se compró un coche, pero hoy ya no queda coche ni queda nada».
Muchos olvidan que los árboles han visto llegar y caer civilizaciones. Generaciones y generaciones se han nutrido de sus frutos, han trepado por sus ramas y hallado cobijo bajo sus copas. A algunos tejos de Rascafría, en Madrid, se les atribuye 4.000 años. El olivo de Aguamarga, en Almería, podría tener más de 1.500 años y a la Olivera Grossa de la Vila Joiosa le echan 1.400.
Zonas por explorar
Un olivo milenario de Albocàsser sucumbió a una dura helada en 1956. Al arrancarlo, los propietarios de la finca encontraron bajo la raíz una losa con letras en latín. «Un historiador belga nos explicó que cuando moría alguien relevante, los romanos lo enterraban al lado de una vía importante y plantaban un olivo sobre la tumba», asegura. La asociación Ecologistas en Acción asegura que el inventario de árboles monumentales ha aumentado un 60% en tres años. No obstante, denuncian que la asignatura pendiente es «mantenerlos en buen estado e identificar nuevos ejemplares susceptibles de protección en zonas aún por explorar». El técnico autonómico Barberá entiende que la mayor amenaza para árboles grandes y centenarios es, precisamente, «el desconocimiento de su existencia, que en un cambio de cultivo o de sistema de riego desaparezca un ejemplar susceptible de conservar».
Ecologistas en Acción cree que La Serranía es una de las zonas de Valencia con menos árboles monumentales identificados. «Entre sus cientos de miles de olivos se esconden decenas de ejemplares que, por su edad o características, podrían recibir protección oficial. Algunos nos acompañan ya más de mil años, pero no es fácil localizarlos», aseguran. Según Luis Suller, coordinador de la asociación en La Serranía, «en los últimos años, con las transformaciones de cultivos a regadío, han ido desapareciendo nuestros mejores ejemplares», asegura.
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