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ARTURO CHECA
Sábado, 14 de enero 2017, 23:59
valencia. Aquel fin de semana que la familia pasó en Xàbia fue «uno más». Otro de los muchos que los Broseta pasaban disfrutando la perla de la Marina y surcando sus aguas. Pero en realidad no fue uno más. Fue el último que disfrutaron todos juntos. Aquellos 11 y 12 de enero de 1992 en su «refugio» comenzó como casi siempre, «cenando el viernes noche en 'Negro's'». Y disfrutando cada hora de luz con el 'Borinot'. «Era de los pocos veleros que se veían navegando por la bahía de Jávea hiciera frío, viento o mala mar». No hay más que contemplar la foto que encabeza esta página, a la derecha. La sonrisa ilumina los rostros de Bruno, Manuel y Pablo Broseta, con Anne, la mujer del primero, sentada y también pletórica. Ocurrió seis meses antes de su muerte, en agosto de 1991 en la bahía de Palma, surcada por el 'Borinot' pese a que una contundente gota fría había suspendido horas incluso hasta una etapa de la Copa del Rey de Vela. Y aquel fin de semana del 11 y 12 de enero de 1992, los Broseta (con su otro hijo, Manuel, también casi siempre presente) pasaron otros dos días de navegación, un fin de semana «normal, como tantos otros». Pero aquel fue el último de Manuel Broseta con vida. «Aquel quedó grabado en mi memoria como uno muy especial».
Pablo Broseta, el portavoz de la familia, es el encargado de recordar aquellos días. Apenas 72 horas antes de que una bala vil, asesina y cobarde de ETA alcanzara por la espalda al profesor un 15 de enero de 1992, en mitad del frío de la avenida Blasco Ibáñez y a unos pasos de la facultad en la que enseñó las claves de Derecho Constitucional a multitud de generaciones de juristas valencianos.
«Me viene un sentimiento de añoranza, de tristeza por todo lo que él y nosotros nos hemos perdido y no hemos podido compartir», subraya Pablo Broseta ante el 25 aniversario de su muerte que se cumple hoy. Las bodas de sus hijos, los nacimientos de sus nietos... y tantas citas felices robadas a la familia. Las palabras del hijo mediano también dejan entrever que el que fuera senador por Valencia y secretario de Estado para las Comunidades Autonomas, retirado luego de la política, albergaba la aspiración de regresar a la vida pública. «Tenía muchos y grandes proyectos de futuro», apunta su hijo.
Nadie cumple hoy penas de prision por apretar el gatillo que acabó con la vida de Manuel Broseta. Juan Jesús Narváez Goñi e Itziar Alberdi Uranga, los dos terroristas de ETA que durante dos décadas se escondieron huidos en México, quedaron absueltos en marzo de 2015 tras ser apresados en Sudamérica y juzgados en la Audiencia Nacional después de su extradición. De nada sirvieron las 25 huellas de la pareja de terroristas halladas en el piso franco que ETA tenía en aquellos años en la calle Pobla de Farnals de Valencia. O el reconocimiento de las fotos de ambos por testigos del tiroteo. Las contradicciones de los peatones en la identificación y la ausencia de huella identificables del matrimonio en el coche bomba que hizo explosión poco después de la muerte del profesor llevaron a su absolución por la Audiencia Nacional ante la falta de pruebas. Francisco Mújica Garmendia, José Luis Álvarez Santacristina y José Luis Urrusolo Sistiaga si fueron penados con hasta 30 años de cárcel como inductores del asesinato.
A la cara a los asesinos
Pablo Broseta miró a los ojos a todos ellos en la Audiencia Nacional. A instigadores y ejecutores. Porque él mantiene que los dos absueltos mataron a su padre: «A mí no me cabe duda de que ellos lo ejecutaron. Otra cuestión es si los elementos probatorios eran suficientemente contundentes. Tengamos en cuanta que habían pasado dos décadas y que entonces no se tomaban muestras de ADN». Pero el respeto a la justicia es la máxima de la familia. «Vivimos en un estado de derecho, afortunadamente, en el que hay que demostrar sin ninguna duda la culpabilidad; en este caso no fue posible. Pero siempre hemos defendido el cumplimiento de la ley, aunque en ocasiones el resultado no nos satisfaga.».
El mediano de los hijos de Broseta no cree que las nuevas generaciones pasen por alto lo que significó «el drama de ETA». Ya no es la principal preocupación para los españoles, según el CIS, «pero eso no quiere decir que se haya olvidado, significa que no forma parte de nuestro día a día, pero este es un buen síntoma». Es labor de las víctimas «mantener viva la memoria» para que no se repita el infierno.
Ni siquiera se agria el discurso de Broseta al citarle los homenajes que reciben los etarras al dejar la cárcel. «Siempre tuve claro que algún día los asesinos saldrían a la calle. El odio y el rencor no pueden formar parte de nuestras vidas. A mis hermanos y a mí no nos va a devolver a nuestro padre el hecho de que alguien se pase el resto de su vida en la cárcel».
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