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Frenazo a la longevidad

Frenazo a la longevidad

La esperanza de vida en la Comunitat Valenciana sufre su primer bajón tras década y media, pero los expertos creen que volverá a crecer con un techo estimado en 110 años

J. A. MARRAHÍ

Domingo, 29 de enero 2017, 21:52

El constructor valenciano Antonio Nebot se cayó desde un tercer piso y acabó en el hospital con 20 fracturas. Ese día miró a la muerte a los ojos. Pero la esquivó con una salud a prueba de bomba, el trabajo médico y un optimismo innato. Hoy es uno de los 1.500 valencianos con más de cien años.

¿Cuándo y cómo moriré? ¿Cuánto tiempo me queda? La respuesta individual es insondable. La colectiva, sí tiene respuesta. En la Comunitat la esperanza de vida desde el nacimiento se sitúa en 82,2 años, según el INE. En 2014 tocó su techo en nuestra región y al año siguiente experimentó el primer bajón después de década y media de incremento ininterrumpido.

Médicos y demógrafos consultados por LAS PROVINCIAS estiman que el reciente y leve descenso no impedirá que la edad media de nuestras vidas vuelva a elevarse. De hecho, desde la década de los setenta los valencianos hemos ganado casi 10 años al inexorable paso de la muerte.

La principal consecuencia es el sorprendente aumento de personas mayores. La población valenciana de más de 70 años crece de manera constante. En julio del año pasado, había en la Comunitat casi 675.000 habitantes en esa franja de edad. Son 126.000 más que hace una década.

El doctor José Viña Rives es catedrático de Fisiología y Jefe del Grupo de Investigación de Envejecimiento del Incliva. La institución del Hospital Clínico estudia a centenarios valencianos y a sus familias en busca de claves genéticas sobre el envejecimiento. «Hoy situaría el techo de la esperanza de vida en 110 años, pero la evolución de la ciencia es imprevisible».

Viña cree que descensos como el de 2015 podrían ser más frecuentes en adelante «por los malos hábitos de vida de generaciones más jóvenes». Y cita ejemplos: «Falta de ejercicio, bajo consumo de fruta y verdura y estrés. Nuestros abuelos sufrieron una guerra, pero hoy vivimos más estresados, con más riesgo cardiovascular y de enfermedades mentales».

Más longevos, pero ¿más felices? «Las enfermedades crónicas están ahí y complican la vida, sin duda. Pero es posible llegar sano a la vejez si vencemos amenazas como la obesidad o el sedentarismo actual. Hay que dar vida a los años, no sólo años a la vida». Su receta para aterrizar en una vejez saludable tiene seis pasos: «Busque la felicidad hasta en la dificultad, dieta mediterránea, ejercicio a su medida, no se intoxique con tabaco y alcohol, pase al menos un chequeo médico anual y no se convierta en un mayor inactivo».

La doctora Inmaculada Lozano, coordinadora del centro de salud de Catarroja, revela que la primera causa de muerte en la Comunitat «siguen siendo las enfermedades cardiovasculares, aunque con una ligera mejoría». Le siguen los tumores. Preocupa el aumento de las muertes de origen respiratorio o mental, como la demencia. Y lanza una advertencia: «Desde 1980 a 2014 se ha duplicado la tasa de obesos». Entre los avances médicos que podrían alargarnos aún más la vida, la médico destaca «las células madre, las investigaciones genéticas en tumores, la tecnología de la imagen en el diagnóstico o las nuevas técnicas quirúrgicas», cada vez menos lesivas y con mayor precisión.

Okinawa, Cerdeña o California son capitales mundiales de la longevidad. Con 82,7 años de esperanza de vida, España ocupa un digno quinto puesto en un ranking que encabeza Japón. Y la Comuniat no está entre las regiones más longevas de nuestro país. El experto en demografía Carles Simó, profesor de la UV, no termina de ver claro aquello de que en los pueblos se viva más. «Proporcionalmente hay más gente mayor, pero eso no significa que vivan más años que en las ciudades», razona. Pero para conocer las claves del envejecimiento, visitamos a los más mayores entre los mayores. La voz de los centenarios.

Luis Orts

«Si te tomas la vida con calma vivirás más y mejor»

Su padre falleció con 85 años. Un hermano a los 83. Su mujer tiene 92 años. Pero Luis Orts Goya los ha superado a todos. El empresario de lámparas de Valencia tiene 100 años. «Nunca pensé que iba a llegar a esta edad», confiesa. «Si te tomas la vida con calma vivirás más y mejor».

Luis no fumó más allá de los «cuatro cigarros con los colegas». Ha aderezado su vida con «mucha excursión, tenis, pasión por los arroces, paseos, lectura y un esfuerzo por mantener la mente activa». Según relata, tanta vejez no es sencilla. «Me falla el oído, todo es más monótono y entre las gafas y las lupas al final me canso de leer». Desde hace 20 años toma medicamentos. Actualmente, cinco al día. Su bastón le acompaña y sigue practicando gimnasia a su medida. «A veces piensas que ya no pintas nada. Antes tenía más ilusión, pero sé que he llegado lejos».

Antonio Nebot

«Ahora creo que voy a llegar a los 120 años»

«Toca, toca». Antonio Nebot Pellicer descubre su brazo y nos invita a palpar su músculo amasado durante un siglo. Constatado. Es un centenario recio, fortachón, optimista y con un humor inquebrantable que desayuna panceta ibérica, empieza a hacer gimnasia desde que abre un ojo y da paseos con su pequeña moto por Dénia. «Ahora creo que voy a llegar a los 120», calcula desde el sillón de su salita, un templo inundado de fotos de su vida y su familia.

En su mesita descansa 'El abuelo que saltó por la ventana y se largó', la novela sobre un anciano que decide huir de un asilo. Antonio, abogado y empresario constructor, nunca saltó por una ventana, pero sí cayó accidentalmente desde un tercer piso en una obra cuando tenía 40 años. «Acabé con 20 fracturas y un pie amputado que me reimplantaron. Después una infección me complicó la vida y salí adelante».

A diferencia de otros grandes longevos, fumó desde los 18 a los 60 años «a ceniceros llenos». Pero el cáncer no ha asomado en su vida. No abandona la cerveza de los domingos, el vino en las comidas especiales «o mi copita de anís en las partidas de dominó». Ni colesterol, ni azúcar ni triglicéridos osan meterse con Antonio. «¡Ceno huevos fritos con bacon!», celebra. Adora la paella, la sopa de ajo y el jamón serrano. «Pero de comer tantas lentejas en la guerra las aborrecí».

La sana longevidad del valenciano parece ser cosa de familia. Su hermana murió con 102 años por una caída. Él enviudó hace seis. Hace dos meses perdió a una de sus dos hijas con 71 años. Y ni siquiera ese mazazo afectivo le ha derrumbado. «Me pude despedir de ella». En eso halla consuelo, resignación y fuerza.

Pero no todo es de color de rosa en la vida del centenario. Sufre una considerable sordera y algo de estreñimiento. Su medicación es una aspirina al día. Pero ni problemas de corazón, de pulmón o tumores. Y con una cabeza capaz de disfrutar de libros, prensa que lee a diario, películas del Oeste y Hitchcock o la música de Chopin, Listz o Schubert a buen volumen a través de los cascos.

Ahí va su filosofía de vida y sus sabios consejos para alargar los cumpleaños: «Mi futuro es un viaje al más allá sin posibilidad de retorno. Sé que moriré, pero mientras vivo sigo planeando, proyectando, divirtiéndome... No hay nada peor para un jubilado que sentarse y no pensar en nada. La mente se atrofia. Aconsejo a todos los mayores que lean noticias, que hablen, que debatan. Cuando la cabeza funciona, el organismo funciona».

Carmen Gómez

«He sobrevivido a la guerra, a un cáncer y a un accidente»

Carmen Gómez Vercher nació en Tavernes de Valldigna, hija de una ama de casa y un agricultor. «Mi padre murió con cincuenta y pico años, pero mi madre llegó a los 83», recuerda. Es viuda y madre de tres hijas. A su esposo se lo llevó un cáncer con 81 años.

Su vida laboral arrancó en el balneario de las Arenas, donde trabajó como camarera, y luego en el Hotel Continental de Valencia. Con el paso de los años, las adversidades se cruzaron en su camino. «He sobrevivido a la guerra, a un cáncer y a un accidente en forma de caída», valora la centenaria. Hace ocho años, un trompazo le causó una lesión en la cadera que superó sin secuelas. Casi sin tregua, un tumor volvió a ponerle entre las cuerdas. Pero Carmen salió victoriosa.

Hoy su estado de salud y aspecto son envidiables para una persona de su edad. «Tengo algo de azúcar y colesterol, pero como de todo y me sienta bien». Eso sí, necesita tres pastillas al día para pequeñeces. Su cabeza y su corazón, perfectos.

«La ilusión la pierde a veces. Son muchos años...», reflexiona su hija Tina. Puede andar sola, da sus paseos, conserva la autonomía para vestirse y recibe el cuidado de una asistenta. Sus entretenimientos son «la tele y tomar el sol». Jamás ha fumado. Y nunca bebió alcohol más allá de «la copita de vino de alguna fiesta». Los largos paseos han sido una costumbre en su larga vida.

-¿Cómo se encuentra, Carmen?

-«Muy bien, bonico».

-¿Qué ha hecho para semejante longevidad? Me pregunto si no se cansa de tanta vida...

-«De niña quería vivir todo lo posible, pero nunca pensé que iba a llegar a los 100. No sé por qué estoy viviendo tanto. Creo que ha sido el azar. He sobrevivido a una guerra y al cáncer. Soy una superviviente. Pero cualquiera puede morir... De un momento a otro, te vas para allá. Me gusta estar con mi familia, pero son muchos años... Al final uno se cansa de vivir tanto. Ya me da igual vivir más».

A Tina no le importaría ser heredera de la longevidad de su madre. Pero con matices: «Si estoy bien para vivir sola, que viva lo que sea. Si tengo problemas y poca calidad de vida, que me muera mañana mismo».

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