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«¿Pensión? A lasemana del crimen a currar otra vez para poder seguir adelante»

Maxi no recibió ayuda de orfandad pese a tener a su padre en Argentina y contar con la única salida de un trabajo en un taller

J. A. M.

Domingo, 21 de mayo 2017, 16:06

Veinte puñaladas de un asesino machista arrebataron a Maxi Ezequiel lo que más quería. Su madre Cristina Menna murió con 56 años en Catarroja, víctima de la violencia de género. El crimen lo dejó huérfano con 21 años. Y huérfano con mayúsculas, «pues no tenía más familia que mi madre, con la que llegué desde Argentina con 15 años».

Con un padre y dos hermanos en el país sudamericano, «no tuve derecho a pensión, ni de orfandad ni de ningún otro tipo. No reunía los requisitos, igual es porque estaba trabajando o mi padre vivía... No recuerdo las razones. Eran momentos muy complicados y muchos detalles de la burocracia se olvidan», explica con sinceridad.

«¿Pensión?», se pregunta. «A la semana del crimen ya estaba currando otra vez en el taller para lograr 1.000 euros al mes y poder seguir adelante. Con algo de ayuda de mis tíos, me tuve que sacar las castañas del fuego para comer y pagar el alquiler».

Según el joven, «la única ayuda que me llegó fue la del Ayuntamiento de Massanassa, donde vivíamos, que pagó el entierro de mi madre». A partir de ahí, ni un euro más de las arcas públicas para un huérfano del terror machista. «Sin una orientación profesional directa ni pensión hubo momentos en qué me sentí desamparado. Con una ayuda económica hubiera ido más desahogado, hubiera ahorrado y me hubiera tomado un tiempo para recuperarme del dolor. Una semana fue demasiado poco», confiesa.

Antes de ser asesinada, Cristina había trabajado como barrendera. Madre e hijo se las apañaban bien para vivir con sus dos empleos. Pero ni mucho menos lograron amasar grandes ahorros. «En el momento del crimen le quedaban 600 euros en el banco. Costaba más el gasto del papeleo y acabé desistiendo».

Pero Maxi lleva en su alma una herencia mucho más grande: el espíritu de lucha, sacrificio y entrega que le mostró su madre desde niño. «Creo que yo lo supe sobrellevar bien porque soy de naturaleza peleona y no me rindo, como me enseñó mi madre, pero algo así le pilla a un chaval con 15 o 16 y a ver qué hace... A lo mejor cae en drogas, o vicios malos», reflexiona.

«Falta apoyo personalizado»

Pese a todo, admite que tras el asesinato de su madre echó de menos «un apoyo más personalizado por parte de la administración estatal o autonómica. Creo que si no hubiera sido por mi familia me hubiera sentido muy solo y perdido».

Para el joven argentino afincado en Benetússer, que hoy tiene 26 años, «es necesario apoyar económicamente a los huérfanos de la violencia machista, pues es muy comprensible que en esos momentos todo se vea muy negro o no tengas fuerzas o apoyo familiar». Pero Maxi va un paso más allá y renunciaría a cualquier pensión «con tal de que todo el dinero se destine a evitar los crímenes». La lacra «no tendría que estar pasando y cada dos por tres me encuentro con casos como los de mi madre en las noticias».

El futuro de Maxi se escribe ahora junto a su pareja y la pequeña Chloe, su hija de año y medio. Sigue trabajando, ha estudiado Fotografía y la niña es «mi luz al final del túnel».

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