Borrar
Fachada del cine Metropol de Valencia. Damián Torres
El cine Metropol en el recuerdo

El cine Metropol en el recuerdo

JULIÁN ESTEBAN CHAPAPRÍA

Jueves, 26 de abril 2018, 21:24

Recuerdos y sentimientos pueblan nuestra memoria y forman nuestra identidad personal y social. Es una memoria que al cabo del tiempo comienza a palidecer si no introducimos algunos mecanismos de fijación: textos, imágenes... luego la memoria poco a poco se borra y, por otro camino, se construye la historia que nada tiene que ver con la memoria. El problema es cuando pretendemos hacerlas coincidir.

A una y otra los restos materiales les sirven para apoyar su reconstrucción, y de entre ellos la arquitectura es uno de los espejos más fieles en los que nos apoyamos, por eso se ha conferido a la arquitectura un carácter evocador.

Sin duda el cine Metropol en Valencia vive en los recuerdos de mi generación, y como mucho en la de dos generaciones anteriores a la mía, pero cuando hablo de él a mis hijos no saben a que me refiero ni lo que significó para mi y tanta otra gente. Y estoy hablando de una forma de ocio, de los pocos que podíamos disfrutar, que estuvo muy arraigada en la ciudad y de un equipamiento de barrio que era indispensable en la ciudad hasta hace veinte años.

De todas esas arquitecturas del cine quedan ya pocas huellas construidas, y ello a veces a costa de duras transformaciones, como ha ocurrido con el cine Capitol, este sí un edificio de valor arquitectónico surgido de las manos del arquitecto Joaquín Rieta en el que se aplicó por primera vez en Valencia para la sala la curva de visibilidad y en el que trabajaron artistas plásticos como Amadeo Roca y los hermanos Boix, y ello en los mismos años 30 en la que se remodelaba el Metropol.

El Metropol era un cine de barrio, con una imagen urbana reconocible, ligada a una de sus remodelaciones de su fachada. Y poco más, su acceso, escaleras, la sala... no aportaban demasiado y solo cobraban sentido cuando se apagaban las luces y se iniciaba la proyección durante toda una tarde que no debía acabar. Pero hoy el cine Metropol perdió su magia y queda solo una caja vacía con el icono de su reclamo. Y para su recuerdo miramos a sus protagonistas: Vicent Miquel Carceller, editor de La Traca y su promotor, Javier Goerlich, el arquitecto que lo remodeló en 1930, y algún visitante ilustre que entró en él.

El que me interesa aquí es el arquitecto Javier Goerlich, autor de numerosas obras en la ciudad, unas en pie como el Banco de Valencia, otras transformadas, como la Escuela de Magisterio, y otras ya desaparecidas, el Club Náutico o el Frontón Valenciano. La trayectoria de este arquitecto es fácil de conocer ya que se le han dedicado diversas publicaciones. De su trabajo me gustaría referirme a una obra suya contemporánea del Metropol y que, en cierta manera, sitúa a este como un trabajo menor. Se trata de la actuación urbanística desde la plaza de América hasta Jacinto Benavente, con la peatonalización del puente del Mar y la prolongación de la Alameda. Fue un trabajo encargado por el ayuntamiento de la República cuando era arquitecto municipal. Con este trabajo dio forma a una parte de la ciudad, suturando tramos de especial relevancia además de poner en valor el puente del Mar, perdida su función de llevar hasta allí, con unas escalinatas adaptadas al espacio urbano donde recaen, y prolongar la Alameda desplazando la fuente y colocando balaustradas y pilonos en su final.

Goerlich era un ecléctico en el uso de lenguajes arquitectónicos, se movía bien con expresiones modernistas, decó, racionalistas o neobarrocas,. No cabe duda que trabajaban con él unos magníficos diseñadores que eran capaces de aportar los lenguajes más actuales. Este es el trabajo que hay en la fachada del Metropol, porque es dudoso que la iconografía allí empleada se deba a su mano. Lo cual, no resta valor a su presencia urbana, aunque quede alejada de los valores de la remodelación urbana mencionada. El papel secundario de esta obra ha hecho que no aparezca en las guías del Colegio de Arquitectos de 1996 y 2007 ni esté protegida con los mecanismos con que la sociedad se ha dotado para conservar las arquitecturas de valor. Así, sin valores objetivos reconocibles y reconocidos ni protección jurídica no parece en absoluto razonable exigir su permanencia.

Cada generación ha ido definiendo las arquitecturas que mejor representan su historia y su identidad. Tras la identificación de valores, que es el primer paso de la conservación, se han establecido otros mecanismos, de protección y conservación, con lo que comportan de coste social. Las reglas del juego están en una estricta correlación entre conocimiento, protección y conservación que todos respetamos. Modificar estas reglas significa la ausencia de rigor en el trabajo del patrimonio, de ahí a convertirlo en un problema hay una delgada línea roja que acabará invalidando la atención sobre él.

Dudo que para la conservación de los valores del Metropol deba recurrirse a los mismos mecanismos, existen otros, citados al inicio, y otro tipo de guiños más directos para mantener la atención sobre lo que nos acompañó durante años. Algo que puedan asumir los operadores públicos y privados implicados en esta operación, de manera que ellos sean también cómplices de mis recuerdos y de los de todos.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lasprovincias El cine Metropol en el recuerdo