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Una solución para Cataluña

FRANCISCO SEGRELLES ABOGADO Y GRADUADO POR LA ESCUELA NAVAL

Viernes, 16 de febrero 2018, 17:45

Nadie ha ofrecido hasta ahora una solución verosímil al conflicto que vive Cataluña, con lo que se lleva hablado y escrito sobre el tema. Se empezó negando importancia a la situación y, mucho después, cuando eso ya no era creíble, todo lo que se oye decir es que hay que dialogar. Muy bien, pero dialogar implica, según el diccionario, proponer y nadie propone nada, nada concreto.

Si analizamos las bases sobre las que se asienta el problema, el punto de partida, esquemáticamente, podría ser: 1º) que existen dos bloques humanos irreconciliables. Para entendernos, vamos a llamarles constitucionalistas a los que no están dispuestos a entrar en el juego, si no se respetan las leyes vigentes, y separatistas o soberanistas a los que, digámoslo claro, no se sienten españoles. 2º) Los dos bloques son aproximadamente iguales, no existe una clara mayoría de uno u otro, uno ha ganado las elecciones en votos y el otro en escaños. 3º) Ambos han declarado sin tapujos alguna de sus rayas rojas, de las que no están dispuestos a retroceder en ningún caso. Para los constitucionalistas no hay nada que hablar si no es dentro de la Constitución. Los separatistas consideran imprescindible que Cataluña pueda llegar a ser independiente. Luego, antes de empezar, está con certeza descartada la 'solución Bangladhes'. Y tampoco parece viable la conflictiva 'solución Israel'. Así las cosas es imposible el acuerdo. Hoy día habría que añadir un 4º) Con la aplicación del artículo 155 y la imposición del cumplimiento de las leyes, ha quedado definitivamente descartada la independencia.

Sin embargo, casi todos los protagonistas y también los analistas coinciden en que habría que encontrar una solución política para restañar las graves heridas abiertas en la ciudadanía. En otras palabras que habrá que contentar de alguna manera al descontento bloque de los hoy ya ex-separatistas. Sólo echándole mucha, muchísima imaginación, se puede intentar abrir un nuevo camino, muy difícil de transitar, pero que al menos sería una oferta respetuosa con todos, que no es poco.

Ya que no pueden convivir en un mismo territorio unos catalanes y otros, olvidémonos del territorio, transformemos la normativa jurídica territorial en una nueva ley de aplicación personal, un fuero personalísimo y optativo, como dirían los expertos en márquetin, «personalizado». ¿No conviven en paz y armonía ingleses, alemanes y otros extranjeros con canarios, mallorquines o valencianos? Y en algunas poblaciones los no españoles son los que ejercen el gobierno municipal. ¿No coexisten mezquitas y catedrales? Y en ocasiones ocupando para sus celebraciones respectivas el mismo edificio. Y conviven católicos, mahometanos y protestantes. Permítaseles a los separatistas que tengan en sus vidas, en su quehacer diario, casi todo lo que tendrían en un estado independiente. Admítase que, en una nueva Cataluña, posiblemente la solución no se encuentre obligándoles por sentencia judicial a tener el mismo número de clases en castellano que en catalán, sino permitiéndoles que tengan su colegio propio, en el que se hable sólo catalán. Tiendas en las que se rotule sólo en catalán, etc. Y también al contrario, quienes prefieran que sus hijos sean bilingües, o les guste poner un bonito nombre castellano a su negocio, que puedan hacerlo sin coacciones irracionales, más propias de tribus sin civilizar. Hay gran cantidad de prácticas diarias de la ciudadanía que a nadie le interesa cambiar, haya o no haya independencia: la sanidad, el tráfico, el empleo, etc. Consigamos reducir el gravísimo problema de toda una comunidad autónoma al mini-problema de una comunidad de vecinos o, como mucho, de un barrio. Permítaseles convivir sin tratar de imponer las costumbres y deseos de una mitad a la otra que vive a nuestro lado. Se puede crear un Gran Jurado, compuesto por unas pocas personas de reconocida reputación, aceptadas por los dos bloques, que resuelvan las dudas en la aplicación de los acuerdos que se tomen, una especie de Altísimo Tribunal, intérprete del PACTO CATALÁN.

No importa si las propuestas que se hacen son buenas o malas, realmente sólo interesa fijarse en si son algo peor o ligeramente mejor que lo que hay ahora. Seamos tolerantes para merecer ser tolerados. El transcurso del tiempo hará lo demás.

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