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Hay historias absolutamente rocambolescas que parecen sacadas de la ficción. Pero incluso la superan. Es el caso de Miguel Morales, una de las víctimas de ... la dana del pasado 29 de octubre y que fue encontrado sin vida en un campo de naranjas de Quart de Poblet, probablemente arrastrado desde otro lugar. Un hombre dos veces muerto. Se trata de una persona que había desaparecido en Granada en 1984 y que oficialmente fue dado por fallecido en 1994, al no haber mostrado señales de vida desde entonces.
La comprobación de sus huellas dactilares no dejó dudas, aunque el caso sea tan extraño. La historia, que ha adelantado 'El programa de Ana Rosa' de Telecinco, deja a una familia conmocionada, pero a la vez aliviada. Tanto su mujer, que se consideraba viuda desde mediados de los años 80, como sus dos hijas, pensaban que Miguel llevaba décadas fallecido, pero ha sido ahora cuando realmente lo está.
Su hija Sara lo relata así: «Nos llamó la Guardia Civil a mediados de noviembre porque nadie reclamaba el cuerpo. Tuvieron que identificarlo. Él no tenía el DNI ni nada, y en el informe forense aparece que lo identificaron por la huella dactilar, que coincide con el de su primer DNI antiguo», señala a LAS PROVINCIAS la hija.
Ella tenía un año, y su hermana 3, cuando desapareció su padre en 1984. Su madre presentó denuncia, pero fue en 2016 cuando la sentencia firme dictaminó que estaba oficialmente muerto, con fecha retroactiva desde agosto de 1994, cuando habían pasado los diez años que marca el código civil, si no hay señales de vida. «Como habíamos puesto las denuncias por la desaparición, nos llamaron a nosotras para avisarnos ahora», añade Sara.
Su reacción fue una mezcla de sensaciones, sobre todo de incredulidad al principio. «Lo primero que pensamos es que como veíamos un caos tan grande por todo lo que había pasado en la dana, pensábamos que era una equivocación por un cruce de datos, que no podía ser real, porque un juez lo había dado ya por fallecido», señala. «Nos dice la Guardia Civil que tenían el cadáver identificado como nuestro padre», apunta. Y no se lo acababan de creer. Hasta que llamó para confirmar la noticia la jueza forense. «Ahí ya vimos que era real. Hicimos una videoconferencia, una declaración, y nos dijo que no había fallo, que era él por las huellas dactilares».
Se quedaron casi en estado de shock por la noticia, pero empezaron a realizar trámites. «Desde aquí nos pusimos en contacto con una funeraria de Valencia y ellos lo incineraron en Valencia y trasladaron aquí a Granada las cenizas», explica Sara. «La sensación es como de alivio por haberlo encontrado y también un poco de coraje interior, porque no sabíamos que estaba en Valencia, hubiéramos ido a verlo de saber que estaba allí, para que nos dijera por qué no había dado señales de vida en todo este tiempo», se sincera la hija.
Desde su desaparición en 1984, cuando se dejó el DNI en su casa de Durcal, en Granada, Miguel no había dado señales de vida y ni siquiera había tenido movimientos administrativos. «No tenia DNI, ni movimientos en la cuenta bancaria, ni cartilla médica, ni historial clínico. Falleció con 72 años y no solicitó nunca una pensión por jubilación», destaca Sara sobre su padre. «Me he puesto en contacto con varias asociaciones, lo tenían catalogado según la jueza como un sin techo, pero nadie sabe nada de él en varios pueblos de Valencia», añade.
La hipótesis que se maneja es que vivía en la calle y que fue arrastrado por la riada hasta ese campo de naranjas de Quart de Poblet, probablemente desde otra localidad. Tenía problemas psiquiátricos, y de hecho había estado ingresado en los años 80. «Él normalmente desaparecía dos o tres días, luego volvía, hasta que llegó un momento que ya no volvió», expresa Sara.
El hombre, que nació en 1952 y trabajaba de yesero en Granada hasta que desapareció en 1984, era invisible para todas las administraciones durante cuatro décadas y no hay ningún registro de él ni constancia de su paso por ningún lado. Sus hijas intentaron encontrar algún resquicio de información que les pudiera arrojar algo de luz pero nunca fue posible. Y ahora, después de muerto, tampoco han encontrado en ningún municipio de Valencia alguien que les pudiera aportar datos sobre su vida, hasta que apareció en Quart de Poblet.
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