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R. RUIZ
Viernes, 29 de julio 2016, 23:43
«Ando muy mosqueada con los cambios. El año que viene no vuelvo». María espera a la entrada de la Marina Real junto a su amiga Carla. Ambas se han desplazado desde Bétera para poder acudir al Marenostrum, el festival de música electrónica que hoy cierra una edición polémica. «Al menos han cumplido, pero lo han hecho para asegurarse un dinero con el que repetir el año que viene», apostilla la segunda joven.
«El miércoles recogimos las entradas y todavía no estaba claro el horario», se queja Joel. «Lo han intentado organizar todo dentro del plazo de los 15 días y al final han traído DJs que podrían pinchar en mi pueblo», sentencia su compañero Jordi. Su grupo se desplazó desde Puerto de Sagunto para poder asistir a la primera jornada de conciertos del Marenostrum. «Vengo para amortizar la entrada. Si hubiera podido recuperar el dinero, lo habría hecho», remata el primero.
Desde que, hace unas semanas, se anunciara la cancelación del festival en Alboraya, muchos jóvenes se quejaron de la mala praxis de la organización, que finalmente logró reubicar el evento en el complejo de la Marina Real del 28 al 30 de julio. Los cambios de última hora afectaron al cartel del festival. De hecho, los horarios de los conciertos se fueron anunciando durante la mañana de la celebración de los mismos.
«La gente que no puede venir el jueves, se pierde lo mejor. Los han metido a todos el mismo día». Ana atribuye a las prisas el hecho de que los grandes nombres del Marenostrum, como Space Elephants, Quintino o Juicy M, actuaran al inicio del festival. La adolescente también resalta los cambios en el escenario. «El año pasado, la zona de Techno era mucho más grande. Ahora no la puedes comparar con la de música electrónica, no tienen nada que ver».
A pesar de las 15.000 personas que, según fuentes del festival, asistieron a la primera jornada de conciertos del Marenostrum, los hay que o «malvendieron la entrada» (la organización facilitó el cambio de nombre gratuito la semana pasada) u optaron por renunciar a parte del festival, como le ocurrió a David. «Esto le ha afectado sobre todo a la gente que trabaja. El problema es celebrar un festival de jueves a sábado», explica el joven. «Yo no puedo coger vacaciones cuando quiero», sentencia.
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