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NOELIA CAMACHO
Martes, 30 de enero 2018, 01:47
Hay figuras que han contribuido al desarrollo de la ciudad de Valencia que hay que reivindicar. Es el caso del arquitecto Fernando Moreno Barberá (Ceuta, 1913- Madrid, 1998), un profesional que, pese a no haber nacido en la capital del Turia, mantuvo fuertes vínculos con una ciudad a la que ayudó a crecer y a abrazar la modernidad.
Gracias a esos lazos afectivos y familiares que le unieron a Valencia, Moreno Barberá fue el encargado de diseñar algunos de los edificios más icónicos no sólo de la ciudad, sino también de la Comunitat Valenciana. De su particular manera de entender la arquitectura nacieron inmuebles como el complejo educativo de la localidad de Cheste, la Escuela de Ingenieros Agrónomos o las facultades de Derecho (hoy Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación) y Psicología de la capital.
Tras su fallecimiento, su hijo, Fernando Moreno Barberá Von Hartenstein, legó al Colegio Territorial de Arquitectos de Valencia (CTAV) el archivo personal de su progenitor. En él no sólo se incluían planos, diseños y dibujos sino que también fue cedida su extensa biblioteca. «Era un hombre muy culto y erudito», confiesa el arquitecto Javier Domínguez, uno de los responsables de la muestra que se inaugurará el 1 de febrero en el CTAV. «Es un símbolo del racionalismo y funcionalismo arquitectónico. Fue un profesional muy brillante y apasionado por su trabajo», sostiene.
Según cuenta Domínguez, la exhibición redescubre también sus trabajos en materia de restauración de edificios, «una parte menos reconocida de su trabajo». Así, entre sus proyectos más destacados -y laureados- se encontraron la rehabilitación en 1979 del palacio de los Duques de Villahermosa y, una década después, la restauración de la Casa del Cordón de Burgos.
Importante es también su trayectoria internacional. Moreno Barberá se marcha en 1941 a estudiar urbanismo en la Technische Hochschule de Charlottenburg de Berlín. Gracias a su formación, de 1941 a 1943 desempeña el cargo de Agregado Cultural de la Embajada española en Berlín y colabora con otros grandes arquitectos como Paul Bonatz, responsable del plan de ordenación urbanística del Gran Berlín, con el que aprende a cuidar los aspectos funcionales, estructurales y constructivos del proyecto moderno.
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