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NOELIA CAMACHO
VALENCIA.
Viernes, 17 de noviembre 2017, 01:01
Sólo un sobre, de una carta desaparecida, es la prueba fehaciente de que hasta el propio Walt Disney se interesó por la animación valenciana que se desarrolló en la Comunitat entre 1939 y 1959. Aunque parezca mentira, en la región se dieron cita los llamados pioneros del género, que se sirvieron del celuloide para «alegrar» a los niños que vivieron la dureza de la posguerra.
Nombres propios como Carlos Rigalt, Patricio Payá o Pérez Arroyo -y muchos de los miembros de su familia- fueron los responsables de la llamada 'edad de dorada' de la animación española. Esos profesionales, afincados en la Comunitat, se recuperan del olvido al que han estado sometidos gracias a la muestra 'Pioneros de la animación valenciana 1939-1959' que el MuVIM inauguró ayer para rendir homenaje a unos autores «audaces y valientes», afirmó el director del museo, Rafa Company.
A través de viñetas, juguetes, fotografías, dibujos, textos y, sobre todo, aquellos audiovisuales desaparecidos y que ahora se proyectan en la exposición, el comisario de la muestra, Raúl González, ha logrado rescatar la influencia de estos 'pioneros' que llegaron a realizar hasta «un centenar de cortometrajes y cuatro largometrajes» de los que apenas quedan conservados algo más de una docena.
Estos filmes son los que se presentan en un recorrido por los primeros animadores del cine de la región, entre los que destaca el guatemalteco Carlos Rigalt. Él fue el primero, pese a que más tarde renegó de sus trabajos en este ámbito durante los 23 años que estuvo en España y en la Comunitat. Bajo el paraguas del Estudio de Dibujos animados de la productora valenciana Cifesa, Rigalt sacó adelante cortometrajes como 'Tarde de toros', 'Tempranillo hace tarde' o 'Riega, que llueve', realizados entre 1939 y 1941.
Pero no fue el único en dar los primeros pasos en el cine de animación. Patricio Payá, que trabajó para la juguetera de Ibi Hermanos Payá (aunque no tenía relación familiar con la empresa pese a la coincidencia del apellido), fue el encargado de diseñar la mayor parte del catálogo de personajes del rebautizado como Cine Rai, una especie de rudimentario proyector que, gracias a la obturación interna y a una tira de papel traslúcido, generaba una mágica aunque pobre «ilusión de movimiento». Esta es la particularidad que diferencia a Payá de Rigalt y Pérez Arroyo. Él se servía del papel continuo mientras que los otros dos animadores lo hacían del rollo de celuloide.
En la exhibición, que se puede ver en la sala Parpalló, se recrea también el lugar de trabajo de Pérez Arroyo y su familia. «Eran auténticos artistas», los describió así la nieta de Pérez Arroyo, Lola Pérez Fayos. Tanto su abuelo como su padre, Alberto Pérez Maset, y demás miembros de la familia abordaron de manera autodidacta la realización de cortometrajes y documentales para empresas como CEA o Cifesa. Ellos fueron los autores de personajes como Quinito -el más conocido de todos y que llegó a obtener el segundo premio en los galardones que antecedieron a lo que hoy son los Goya-, Tom-Mix-Ito, Finita o el perro Séneca. Además, fueron el objeto de deseo de Disney. Al menos así loa credita el sobre de una misiva desaparecida en la que, según la teoría, hasta el mismísimo Walt Disney pudo haber querido fichar a Pérez Arroyo.
Hipótesis aparte, la muestra comprende unos años dorados que se acabaron con la aparición del NO-DO. «Su obligatoriedad supuso el fin del metraje corto en España», dijo González.
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