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MARTA BALLESTER
VALENCIA.
Sábado, 23 de diciembre 2017, 23:20
La pintura es su mundo y la docencia su debilidad. Le gusta tanto enseñar como aprender. Así es la artista valenciana Antonia Mir. Su relevante carrera pictórica a nivel local, nacional e internacional es indudable, al igual que sus ayudas al mundo del arte para promover la inserción cultural a través de su propia fundación y de la universidad. Esta institución reconoció hace unas semanas toda su trayectoria y le otorgó la medalla honorífica. La nueva doctora 'honoris causa' apuesta por seguir luchando por la educación de las artes plásticas, por la visibilidad de la mujer en este mundo y por un mayor mecenazgo a los artistas de la Comunitat porque, asegura, «no debería haber barreras para expresarse libremente».
-¿Qué ha supuesto para usted recibir esta medalla a su labor artística y educativa?
-He recibido otros galardones pero este ha sido muy especial por toda mi vinculación con la Universidad y las personas maravillosas que allí he conocido. Siempre he apoyado las actividades del Vicerrectorado de Cultura y he aportado donaciones a la entidad. Sobre mecenazgo se teoriza mucho, pero no se practica. Durante toda mi vida he compatibilizado la docencia con la investigación plástica y la creación artística, porque considero que la enseñanza del arte es importantísima.
-¿Qué opina del polémico descenso de horas en la asignatura de artes plásticas?
-Es una equivocación porque la práctica del arte es fundamental, despierta sensibilidades y es constructiva.
-En 1952 se graduó en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos,.¿En aquel entonces le fue fácil recibir una formación artística?
-En la dura postguerra no era fácil para la mujer acceder a los estudios superiores. Era ir contracorriente. Mi lección de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes estuvo dedicada a las dificultades e invisibilidad de las mujeres artistas que poco a poco va cambiando pero aún queda mucho por lo que luchar.
-¿Qué ha cambiado desde entonces en el panorama cultural valenciano?
-El mundo del arte hoy en Valencia está muy difícil porque hay mucha competencia. Hay cantidad de cuadros que me hubiese gustado firmar yo y muchos artistas que admiro. Pero sí que es cierto que esta profesión requiere de esfuerzo, sacrificio y constancia que con la crisis ha sido difícil de mantener. Hay poco mecenazgo con el talento de la Comunitat. Por eso, después de mi trayectoria me siento mecenas del arte valenciano. Tanto desde las escuelas, porque he sido profesora en varios institutos logrando que varios alumnos trabajaran del arte (eso ya es un logro, porque es muy difícil vivir de esta profesión) como con mis ayudas y donativos a la Universidad. Yo siempre voy a ayudar al arte, nunca me voy a desvincular de él.
-¿Qué cree que sigue aportando su pintura a día de hoy a la Comunitat?
-Mi pintura abre fronteras. He viajado mucho y todo lo que he aprendido lo he plasmado. El descubrimiento de los altares fúnebres mexicanos influyó en la evolución de su pintura. Por eso reivindico el mestizaje de las culturas indígena e hispánica. Las nuevas generaciones de artistas necesitan explorar otros lugares para enriquecer su sensibilidad. Aun así creo que mi mejor legado a esta Comunitat ha sido el museo de Catarroja al que he donado más de 200 piezas. En él también damos visibilidad a otros grandes artistas valencianos como Michavila, Sempere, Miquel Navarro, Carmen Grau y un largo etcétera, con exposiciones eventuales. Y por otro lado, desde mi fundación, ayudamos a las nuevas generaciones de artistas con becas, fundamentales para el primer impulso. Repito, el apoyo en este mundo es fundamental, debería haber más ayudas. Si he llegado a ser lo que soy fue por mi hermana. Ella trabajó para pagarme los estudios en Bellas Artes. De ahí que los premios de pintura que repartimos desde la fundación lleven su nombre, Milagros Mir.
-¿Qué consejo daría a los alumnos de Bellas Artes?
-Es imposible dar uno porque depende de las pretensiones de las personas. Pero sobre todo les diría que la constancia y el trabajo son las herramientas del arte y que a este no hay que ponerle nunca barreras. Tenemos que ser libres a la hora de expresar. Ese quiebro en mi larga carrera profesional me reportó entusiasmo, rotundidad plástica, un cambio de talante definitivo. Los cuadros ahora son osados, vigorosos, sin concesiones a la melancolía ni a la morbidez sentimental, pero rebosantes de lirismo.
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