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CARMEN VELASCO
Domingo, 15 de enero 2017, 15:53
La selección de películas de 'Sueños eléctricos' arranca en 1955 con 'Semilla de maldad' y acaba con '20.000 días en la tierra' de 2014, pero casi seis décadas de cine y música no se condensan en medio centenar de títulos. Eduardo Guillot (Valencia, 1967) repasa 50 títulos esenciales pero el volumen está trufado de referencias tanto cinematográficas como musicales.
La relación entre cultura rock y cine ha ido evolucionando. En la década de los 50 fueron cómplices necesarios para promocionar estrellas y hacer taquillazos. A juicio del periodista, la gran pantalla no ha dejado de ser aliada de la industria musical. «Nick Cave ha utilizado una película, 'One more time with feeling' (Andrew Dominik, 2016), para explicar el proceso de creación de un disco tan especial y doloroso como 'Skeleton Tree'. Ahora el cine ya no es sólo un vehículo de propaganda como en los años cincuenta (época en que incluso locutores famosos como Alan Freed ejercían de presentadores en las películas), sino que trabajan en paralelo, teniendo en cuenta los puntos de vista de artista, industria y cineasta», explica.
El matrimonio entre la gran pantalla y la industria musical «se encuentra en permanente proceso de cambio. Habrá que estar muy pendientes de cómo evoluciona, por ejemplo, el concepto de 'visual album' que han desarrollado en 2016 Beyoncé con 'Lemonade' o Suede con 'Night Thoughts'. Quizá no son películas en sentido estricto, pero también exceden la categorización de compilado de videoclips, porque es evidente que sirven para articular un discurso».
David Bowie, Beatles, Rolling Stones, Beach Boys, Elvis Preysler, Smokey, Marvin Gaye... nadie se resiste a la tentación del cine. «La estrella rock tiene un obvio componente narcisista y el cine permite vehicularlo mejor que cualquier otro medio. No obstante, creo que no es lo mismo un músico que se pone ante la cámara para actuar, como una extensión del carácter performativo que siempre tiene el hecho de subirse a un escenario, que aquel que decide pasarse a la dirección y contar algo a su modo. En ese terreno ha habido de todo, desde sonoros patinazos como 'Renaldo & Clara' (Bob Dylan, 1978), hasta experimentos extravagantes como '200 Motels' (Frank Zappa y Tony Palmer, 1971) y curiosas muestras de cine de autor como 'True Stories' (David Byrne, 1986)», argumenta el crítico musical.
En los últimos años parece que el documental es el hábitat natural de la música. «Es curioso, porque la ficción se ha decantado por el biopic, que no deja de estar basado en hechos reales, pero según modelos demasiado convencionales y superados que, no obstante, continúan funcionando, como recientemente han demostrado 'Hank Williams, una voz a la deriva' (Marc Abraham, 2015) o 'Nina' (Cynthia Mort, 2016), que es el colmo, porque en 2015 ya se habían producido dos documentales biográficos de Nina Simone, lo que arroja un total de tres películas sobre ella en apenas un par de años. El documental ahorra costes de producción y permite un mayor margen de experimentación, por lo que ha terminado imponiéndose en un terreno en el que no siempre es fácil recuperar el capital invertido. Otro fenómeno reciente y que vale la pena seguir de cerca es el trasvase de las temáticas rock del cine a la pequeña pantalla. Series recientes como 'Vinyl', 'Roadies', 'Sex&Drusg&Rock&Roll' o 'The Get Down' están tomando el relevo desde la ficción televisiva. Estuve a punto de incluir alguna de ellas en el libro, pero creo que, de momento, ninguna ha logrado obtener resultados reseñables», asegura Guillot, colaborador en medios valencianos, como CulturPlaza y Urban.
¿Qué refleja ahora la gran pantalla de los movimientos musicales? «Si el cine es un reflejo de lo que sucede en la sociedad, la respuesta a esta pregunta debería ser que ya no hay movimientos musicales. O, al menos, movimientos de masas capaces de marcar su época, como sucedió en los cincuenta, sesenta y setenta. Quizá falta la película de ficción definitiva sobre un festival musical, pero la escena rock contemporánea está segmentada en nichos muy pequeños, casi de culto, que hacen poco viable su reflejo cinematográfico más allá de iniciativas minoritarias y de corte independiente», responde el periodista que en 'Sueños eléctricos' pasa de solayo por la conexión entre el cine y la música en el país en el que cita algunos casos valencianos, como Bruno Lomas en 'Codo con codo' (Víctor Auz, 1967) y la sugestiva 'Todos están muertos' (2015), de Beatriz Sanchís.
Guillot tilda de «problematíca» dicha relación. «El acceso a la cultura rock no se produjo en las mismas condiciones que en otros países, y su reflejo en medios como el cinematográfico también se ha resentido por eso. La mejor película rock española todavía es 'Un, dos, tres. al escondite inglés' (Iván Zulueta, 1970), una rara avis irrepetible. Desde entonces, no ha habido director interesado en tomar el relevo», concluye el crítico de cine. Carlos Madrid, director de Cinema Jove, presentará 'Sueños eléctricos' el próximo jueves en la librería Bartleby de Valencia.
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