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LAS PROVINCIAS
Domingo, 29 de enero 2017, 14:55
El programa 'Cuarto Milenio' analizó anoche el caso de la exhumación de un cadáver en el cementerio de Torrent tras los golpes procedentes de un nicho que seis personas aseguraron haber escuchado. El juzgado de guardia acordó la inmediata apertura de la tumba ante la posibilidad de que hubieran dado sepultura a un hombre moribundo pero todavía con vida.
Iker Jiménez entrevistó al periodista de LAS PROVINCIAS Javier Martínez, que estuvo en la exhumación del cuerpo junto con Paco Sánchez, periodista gráfico del mismo periódico, el pasado 14 de enero en el camposanto municipal de Torrent. 'Cuarto Milenio' emitió las imágenes grabadas por Sánchez, con el consentimiento de la familia del finado, del preciso instante en el que el forense abre el ataúd durante la diligencia de investigación. Estas imágenes son las que se pueden ver en el vídeo adjunto a esta noticia.
También fueron testigos de la exhumación un hijo y un yerno de la persona fallecida, que vivieron con gran tensión y nerviosismo los momentos de la extracción del féretro, así como un equipo de la Policía Científica, dos abogados, cuatro policías uniformados, una ayudante del forense y varios empleados del camposanto. Y no hubo ninguna sorpresa macabra.
El cuerpo estaba tal y como lo introdujeron cuatro días antes en el féretro de madera. El hijo del difunto dio fe de ello y mostró una foto al forense de su padre amortajado. La imagen fue tomada con un teléfono móvil poco antes del entierro. Era la prueba de que el cadáver no se había movido ni un centímetro en los cinco días que llevaba en el ataúd.
El Juzgado de Instrucción número 1 de Torrent, la Policía Nacional y el forense actuaron con gran diligencia y prontitud ante los hechos preocupantes que denunció el abogado Mariano Lorente. Eran las 10 y media de la mañana del 14 de enero cuando Marko Konjevic, uno de los hijos del difunto, acudió al juzgado de guardia con su letrado y cinco testigos. Todos aseguraron haber escuchado tres o cuatro golpes procedentes del nicho. Querían ratificarlo ante el juez si era preciso.
Marko estaba muy nervioso. Hablaba con ellos de forma atropellada. «Cuesta muy poco romper el nicho y nos quedamos tranquilos. La causa de la muerte de mi padre no está clara», afirmó el empresario. «Nos dijeron en el hospital que había dejado de respirar y poco más. ¿Y si el pobre estaba vivo y golpeaba el ataúd con el palo de la bandera croata que pusimos en su pecho?», preguntó el hijo del finado. Nadie se atrevió a contestarle. Era una conjetura pero sacada de unos indicios razonables. Así lo entendió el juez.
Pocos minutos después, el letrado salió con un auto en la mano que acordaba «la inmediata y urgente apertura de la tumba ante la posibilidad de que haya sido enterrado con vida Bozidar Konjevic», un ingeniero e investigador pionero en la regeneración celular. El magistrado acababa de autorizar el levantamiento del cadáver y la práctica de su autopsia en el caso de que fuera necesario. También había ordenado a la Policía Nacional que realizara la exhumación con la máxima prontitud.
Y tardaron muy poco tiempo. Un equipo de la Policía Científica se desplazó con urgencia al cementerio. Los agentes llegaron incluso antes que los familiares del difunto. También acudieron dos patrullas de la Policía Nacional de Torrent y los cinco testigos que habían dado la voz de alarma. Como ya informó LAS PROVINCIAS, una de estas personas llamó al 112 tras escuchar unos ruidos procedentes de la tumba de Konjevic poco después de que introdujeran el féretro en el nicho.
Ante la ausencia del juez, el forense dirigió la exhumación y dio instrucciones para que el enterrador moviera lo menos posible el ataúd cuando lo sacó del nicho. Luego pidió la llave para abrir el féretro. El silencio se apoderó de los presentes. El médico miró el cadáver durante unos segundos y luego se dirigió a los dos familiares para explicarles que el cuerpo estaba tal y como lo velaron días atrás. La tapa del ataúd no tenía indicios de golpes ni arañazos. Tampoco había daños ni vestigios sospechosos en el hueco de cemento. Marko suspiró y agradeció la actuación policial.
Bozidar Konjevic
Pero ahora continúa el misterio sobre la procedencia de los golpes escuchados junto a la tumba de Bozidar Konjevic, un importante ingeniero e inventor croata. Sus familiares y amigos destacan de él su carácter espiritual, gran rectitud y sólidas convicciones morales. Konjevic hizo público en vida que fue testigo de tres apariciones de la Virgen y otras experiencias místicas cuando huyó de Yugoslavia a través de los Alpes. Conocido como Christian, residía en Valencia y fue un investigador pionero en la regeneración celular y generación de vacunas a partir del propio suero del paciente. Konjevic destacó también en sus estudios y prototipos de fuentes alternativas de energía, de cuya propiedad intelectual y gestión se encargan en la actualidad sus hijos. El ingeniero tenía 76 años cuando falleció el 8 de enero en el Hospital General de Valencia.
Christian se casó con una española (se conocieron ambos en Alemania) y asentó su familia en Valencia a principios de los años setenta del pasado siglo. Inventó un motor eléctrico que, según aseguró siempre, no consumía energía. En las presentaciones técnicas que realizó del mismo demostró que el motor, una vez enchufado, funcionaba pero el contador eléctrico intercalado se mantenía inmóvil. En la Universidad Politécnica de Valencia estudiaron el aparato, propusieron abrirlo o que se quedase allí para realizar más comprobaciones, pero el inventor se negó, lógicamente, exigiendo que cualquier cosa se realizara en su presencia, cosa que tampoco aceptaron los docentes universitarios. Un catedrático llegó a decir entonces que si fuera verdad lo que aseguraba Christian, ellos deberían romper sus títulos académicos, aunque les resultaba más que evidente que no podía tratarse de nada revolucionario, y lo rechazaron. Sin embargo, el motor giraba y el contador no contaba. En posteriores comprobaciones técnicas, en laboratorios y talleres privados, quienes lo testaron señalaron siempre que allí había algo raro que merecía investigarse, porque el comportamiento del motor y los datos reflejados en los aparatos de control no parecían posibles, cuando el hecho claro era que el motor estaba girando delante de ellos.
El caso es que Christian nunca pudo encontrar a nadie que estableciera de forma científica que ocurría con el motor, que en años posteriores fue perfeccionando, al tiempo que se dedicaban a otras tareas electrónicas y al desarrollo de pequeños inventos y aplicaciones técnicas para poder ganarse la vida y mantener a su familia. Aquejado gravemente de artrosis cuando aún era bastante joven desarrolló un aparato para tratarse las articulaciones, lo que le permitió recuperar la movilidad perdida y ganar calidad de vida. Una vez comprobados los efectos de su autotratamiento los aplicó con éxito en otras muchas personas. Al mismo tiempo progresó en el desarrollo de su inicial idea de dispositivos que no consumieran energía, preparando acumuladores eléctricos y dispositivos cuya aplicación dejaba boquiabiertos a quienes los mostraba, si bien tampoco tuvo la suerte de poder encontrar a quien financiara pruebas rotundas o definitivas o que, en el peor de los casos, pudiera demostrar qué había realmente detrás de lo que Christian hizo con la mejor voluntad. Sus hijos siguen en buena medida los pasos, con la voluntad, según han manifestado Marko y Christian, de llevar a efecto lo que su padre no pudo completar.
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