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Ignacio Tylko
Sábado, 30 de enero 2016, 00:25
No está bien el Barça, como ya dejó patente ante el Málaga y en la vuelta copera ante el Athletic, pero pudo sellar más de media Liga con su victoria ante un Atlético dignísimo. Venció por la calidad de sus estrellas, porque Claudio Bravo hizo una parada milagrosa y porque los de Simeone se pegaron dos tiros en el pie, impropios de jugadores de talla mundial. Filipe Luís y Godín, curtidos ellos en mil batallas, se ganaron sendas expulsiones en dos acciones muy evitables, dieron oxígeno a los culés y destrozaron a sus compañeros. Desde el punto de vista del resultado, el equipo de Luis Enrique dio un golpe terrible a la Liga. Pero las sensaciones mostraron a un Barça sin brillo, con dudas y lagunas.
Dijo Simeone antes de medirse en la vuelta de Copa al Celta que el fútbol es muy cambiante y que rotar un día, no asegura el éxito en el siguiente partido. Tan variable es que dentro de un mismo partido los vaivenes son extraordinarios. Nadie imaginaba al ver que Luis Enrique alistaba a todas sus estrellas, incluido el mermado Neymar, y que su colega apostaba por un defensivo dibujo 4-1-4-1, con Griezmann de ariete, que en el arranque el Atlético iba a ser tan superior al Barcelona. Le sorprendió al líder con una presión alta, osada, decidida, con mucho orden y enorme desgaste físico. Mascherano, Piqué y Busquets sufrían como condenados para poder sacar el balón bien jugado. No conectaban los culés con ese tridente ofensivo que maravilla al mundo.
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Recibieron pronto los colchoneros, el premio a tan encomiable actitud. Avisaron primero con un disparo de Saúl Ñíguez, un jugador que cada día crece un poquito más, y marcaron pronto. Un saque de banda, una lucha esforzada por el canterano por llegar casi hasta la línea de fondo y un pase hacia atrás que dejó pasar Griezmann y remató Koke sobre la marcha. Un gran gol, un Barça frenado en seco y un Atlético que entonces volaba y se sentía feliz. Pero hete aquí que los azulgrana disponen de un elenco de jugadores de otro planeta, capaces de voltear el desarrollo de un partido en un pispás.
De pronto, el Barça empezó a mover el balón con más velocidad y arrinconó durante unos minutos al Atlético. Pocos, pero suficientes. Contribuyó el hecho de que Messi retrasase su posición para asociarse más con Iniesta y Rakitic, sacar a los zagueros atléticos y abrir más espacio a otros compañeros. Tras una gran jugada colectiva, Jordi Alba percutió y su pase de la muerte lo definió Messi. Minutos después, el campeón dejó patente que igual con Luis Enrique no juega tan bello como con Guardiola, pero sí presume de más registros para destrozar a sus adversarios. En lugar de tocar en corto, Alves vio el desmarque de Luis Suárez y le lanzó un balón en largo. El uruguayo le ganó con suma facilidad la posición al inexperto Giménez, colega de selección, y batió entre las piernas a Oblak, que dudó entre salir o esperar y eso no lo perdona un ariete de esta jerarquía. No daban crédito los rojiblancos a esa remontada.
Cables cruzados
Moría el primer tiempo con el Barça mucho más seguro de sí mismo, sereno y confiado y un Atlético tratando de recomponerse, cuando a Filipe Luís se le cruzaron los cables. El brasileño es uno de esos laterales noble y deportivo, pero esta vez hizo una entrada brutal a Messi, que por suerte salió indemne. Le metió una plancha a la altura de la rodilla y encima en el centro del campo, sin que pudiera alegar como atenuante ante sí mismo y ante sus compañeros que trataba de cortar una ocasión manifiesta de gol. Grave error de un veterano, internacional con Brasil. Imagen de impotencia quizá porque su equipo sólo había encajado tres goles fuera de casa en toda la Liga y el Barça le hizo un par en ocho minutos.
En inferioridad, el Atlético tiró de orgullo y calidad en la segunda mitad. Simeone retiró a Gabi y puso a un defensa, Gámez, pero parecía que su ejército no era sólo de diez hombres. El belga Yannick Carrasco se multiplicaba. El dominio visitante no se tradujo en empate porque lo salvó el pie de Claudio Bravo. El remate de Griezmann, sólo en el área pequeña, parecía gol pero el chileno fue clave. El silencio de la afición local era más que revelador. Pero una entrada alevosa y a destiempo de Godín a Suárez le costó la segunda amarilla. El Atlético se quedaba con nueve y sin Griezmann, sustituido por Savic. Para colmo de males, el recién fichado Augusto se retiró con una lesión de rodilla. A partir de ahí, el Barça controló el balón a su antojo, pero le faltó ambición para cerrar la victoria. Por ello, hubo incertidumbre hasta el final.
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