«El deporte en Yugoslavia estaba mucho más limpio que otros sectores»

Miki Vukovic es uno de esos grandes ejemplos de la escuela balcánica de entrenadores. «Fue única en Europa, hablando de la educación y el nivel. Para comenzar a entrenar necesitabas tener una carrera para trabajar como entrenador, yo tenía la ingeniería de minas pero no servía de nada sin estudiar la carrera de baloncesto. Ahí fue fundamental el trabajo y la filosofía del profesor Nikolic, Ranko Zeravica y Mirko Novosel. Todos nosotros la hemos estudiado y reconocido en la antigua Yugoslavia», evoca. Un legado que considera que aún pervive en algunos técnicos «porque cuando vino Spahija a Valencia comprobé que tenía esa misma filosofía, donde también está incluida el respeto a los entrenadores veteranos. El nivel de trabajo fue el mismo, y también consiguió un título para el club. Lo más importante del baloncesto balcánico no fue el talento y la calidad sino la filosofía y el modelo de trabajo».

¿Qué conocimientos se necesitaban entonces para comenzar a entrenar allí? «Cuando comencé a entrenar necesitaba saber fisiología, biomecánica, anatomía y tenía exámenes que hacíamos junto a estudiantes de medicina. Todo esto ayudaba al trabajo, para medir la dosificación, subir o bajar el nivel o la recuperación. Ahí fue donde tuvimos la base del éxito». Otro de los símbolos de aquella escuela es el respeto. «Allí se respeta mucho más todo lo que se consigue. El mejor ejemplo es la selección. Todos los jugadores y entrenadores que consiguen el máximo nivel en Mundial o Juegos Olímpicos tiene una paga para toda la vida. Me pasó con la selección yugoslava femenina y aún percibo del gobierno esa prima como reconocimiento a ese trabajo», sentencia con un gesto melancólico.

La guerra rompió por la mitad no sólo a muchas familias sino también los proyectos deportivos. Pero Vukovic reconoce que esa visión del trabajo les ayudó a salir adelante: «El deporte siempre nos unió más que otras cosas. Por una parte es triste recordarlo pero por otra es un orgullo para todos los profesionales en este caso del baloncesto, si en la política se hubiera aplicado eso la historia seguro que sería diferente. Influyó poco la política, el deporte en Yugoslavia estaba mucho más limpio que otros sectores de la sociedad». El técnico apoya su argumentación en su historia «porque antes de venir a España era seleccionador y no me importaba si las jugadoras eran serbias, croatas, bosnias o eslovenas. Cuando volví ya se habían separado todos pero vivo en la época anterior, han pasado muchos años y hay cosas que todavía no entiendo. O quiero no entender».

El ejemplo del maestro de Kralijevo es aplicable en 2015 a muchas familias de la antigua Yugoslavia. «Los países se han ido separando pero hoy en día mucha gente está recordando la época donde todos vivíamos juntos. Cada vez hay más gente arrepentida de todo lo que pasó. El mapa dice que tengo familia en Serbia, en Bosnia y en Croacia, pero es lo mismo que siempre, la familia es la misma», sentencia.