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V. LLADRÓ
Lunes, 20 de junio 2016, 00:14
Los principales escollos para el Acuerdo Transatlántico de Libre Comercio e Inversiones (TTIP por sus siglas en inglés) entre Estados Unidos y la Unión Europea se centran especialmente en el capítulo de las medidas fitosanitarias.
La UE está reduciendo el listado de plaguicidas que se pueden utilizar en agricultura. En la actualidad se dispone de una cuarta parte de lo que había hace poco tiempo. Al mismo tiempo se reducen los umbrales de residuos (LMR). Aquí se camina hacia una agricultura cada vez más ecologista y crecen las presiones contra la agricultura industrializada o convencional, que es la que prevalece mayoritariamente en EE UU, donde además están por los transgénicos, palabra que con sólo escucharla provoca sarpullidos en las conciencias de muchos europeos.
Cada vez hay más analistas que vaticinan que el acuerdo no saldrá adelante, porque ninguna de las partes está dispuesta a ceder. Ni EE UU va aborrecer de repente los alimentos transgénicos ni la UE va aceptarlos súbitamente. Tampoco va a a haber vuelta atrás por ahora en lo tocante a los fitosanitarios. Antes tendrían que suceder muchas cosas para que empezaran a cambiar las opiniones: por ejemplo, que sobreviniera cierta escasez alimentaria, como viene anunciando la FAO desde hace tiempo
Los representantes comunitarios en las negociaciones han rechazado que la UE vaya a rebajar sus normas sobre la inocuidad de los alimentos, como vienen denunciando grupos ecologistas y ciudadanos. Tampoco está en cuestión el principio de precaución que se aplica en la UE y que supone abandonar una política o acción cuando se suponga que puede entrañar daños a las personas o el medio ambiente y no exista consenso científico.
Ese enfoque, empleado por muchos países importadores de alimentos ante amenazas inesperadas o por la presión de la opinión pública, contrasta con la exigencia estadounidense de gestionar los riesgos sólo a partir de pruebas científicas. Y esa disparidad de principios, que se observa en cuestiones como el uso de pesticidas, hormonas y antibióticos, los transgénicos o el etiquetado de alimentos, estriba la gran división, sin vislumbrarse una salida.
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