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INÉS HERRERO
Sábado, 19 de noviembre 2016, 23:32
valencia. Banco de Valencia nació en el cambio de siglo, del XIX al XX, a iniciativa de un grupo de financieros asturianos y castellanos decididos a impulsar bancas regionales en distintos puntos del país. Era la Valencia de 1900, que rondaba los 200.000 habitantes, de la publicación de la novela 'Entre naranjos' de Vicente Blasco Ibáñez y de los homenajes a Joaquín Sorolla y a Mariano Benlliure por la medalla de oro obtenida en la Exposición de París, entre ellos, la decisión del Ayuntamiento de dar el nombre de Pintor Sorolla al último tramo de la hasta entonces calle de las Barcas. En la confluencia de ambas vías con las calles Don Juan de Austria y Pascual y Genís se alzaría cuatro décadas más tarde el emblemático edificio convertido en sede de la entidad desde la posguerra. Tras el descalabro que derivó en su nacionalización hace ahora cinco años y en la posterior venta a Caixabank, ese inmueble luce aún su letrero original como último rastro de la centenaria marca, suprimida este año de las sucursales que poseía en la Comunitat.
La entidad, considerada durante décadas la joya de la corona del sistema financiero valenciano, surgió ligada al negocio arrocero y creció como instrumento financiero de la burguesía, al ritmo de la incipiente industria y de las pujantes exportaciones citrícolas. Banco de Valencia fue capaz de superar la Guerra Civil y duras crisis económicas, pero acusó duramente la última. Con el estallido de la burbuja inmobiliaria, su excesiva exposición al ladrillo, junto a cuestionadas decisiones que llevarán a sus últimos gestores ante la Audiencia Nacional, escribieron el penúltimo capítulo de una historia de venturas y desventuras, el último de su centenaria valencianía.
1900-1936
Fundación, reconstitución y consolidación
El 20 de marzo de 1900, ante un notario madrileño, destacadas figuras de la industria, las finanzas y la política, como Álvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones y después ministro y presidente del Consejo de Ministros, fundaron la entidad. Según recoge la obra editada con motivo de su centenario, su impulsor fue el asturiano José Tartiere, primer accionista y presidente del Consejo de Administración hasta que, en 1927, pasó a manos de accionistas valencianos. La pujante economía local requería «un banco valenciano, ligado estrechamente con los intereses regionales», lo que llevó a un grupo de empresarios a comprar el banco, ampliar su capital de diez a cincuenta millones de pesetas y promover su 'reconstitución', como la acuñó su presidente, Vicente Noguera. Fueron años de consolidación, en los que apoyó a los naranjeros arruinados por la helada de 1926 y a los arroceros en apuros comerciales, y aspiraba a que todos los valencianos tuvieran una cuenta corriente para ayudar a la economía doméstica. De la planta baja en la que inicialmente se instaló en la entonces calle Peris y Valero (hoy La Paz) pasó a la calle de Alfredo Calderón (Correos), junto a la plaza de Emilio Castelar (hoy plaza del Ayuntamiento), compró la mayoría de las acciones de Banco de Castellón y abrió sus primeras sucursales en Algemesí y Alzira.
1936-1994
Supervivencia en guerra, nueva sede y crecimiento
En la Guerra Civil, con España dividida en dos zonas, siguió operando en la Valencia republicana, gracias al papel del consejero y después presidente accidental Vicente Boluda Martínez, y abrió una sede provisional en San Sebastián, que dio préstamos a los valencianos allí reunidos, como relata el fundador de LAS PROVINCIAS, Teodoro Llorente, en su libro 'Los valencianos en San Sebastián'. Hasta allí se desplazaba desde Sevilla Antonio Noguera que, tras el asesinato de su hermano Vicente en 1936, se ocupó de la gestión antes de su nombramiento formal como presidente en 1940. Dos años después se inauguró la imponente sede en la confluencia de Barcas, Pintor Sorolla, Don Juan de Austria y Pascual y Genís, símbolo de la potencia del banco y de su voluntad de ser el principal motor de la economía valenciana. Logró mantener sus resultados pese a la II Guerra Mundial y se lanzó a la compra de inmuebles. Si con Antonio Noguera vivió «la máxima grandeza de su vida social», al empresario y político Ignacio Villalonga le tocó afrontar las consecuencias de la riada del 57, que también inundó el sótano de su sede.
Después llegaría el crecimiento con los sucesivos programas de expansión bancaria, el nombramiento de Joaquín Reig para dejar de compaginar la presidencia con la del Central y también los ordenadores, el flamante Centro Contable y los primeros cajeros automáticos. Banco de Valencia cumplió 75 años con 176 oficinas (119 en Valencia, 21 en Castellón, 28 en Alicante y ocho en Murcia) y tres años después desembarcó en Madrid, Barcelona y Mallorca. Antonio Girona, entre 1984 y 1993, tuvo que resolver problemas de funcionamiento derivados de un crecimiento demasiado rápido y una crisis inmobiliaria que dejó al banco al borde la quiebra. Le salvó un repunte, que dobló el precio de la vivienda.
1994-2011
Entrada de Bancaja y burbuja inmobiliaria
Tras un año con el murciano Antonio Escámez en la presidencia y Juan Lladró Dolz como vicepresidente, se produjo un hito decisivo: Bancaja compró al Banco Central Hispanoamericano el 24,24% del capital y se convirtió en mayoritario, con José María Simó al frente. De esa época de expansión data la compra de Banco de Murcia y el breve mandato del que fuera alcalde de Castellón Antonio J. Tirado. Tras él tomó las riendas Julio de Miguel, que celebró el centenario de la entidad, convertida ya en la tercera red bancaria valenciana, y en 2004 cedió el testigo a José Luis Olivas. El expresidente de la Generalitat compaginó la presidencia con la de Bancaja y en 2010 traspasó a Bankia la participación en la histórica entidad, con el resto del negocio. Dimitió en octubre de 2011, días antes de que se conociera el alcance de la exposición al ladrillo, y su mano derecha, Aurelio Izquierdo, ocupó su puesto un mes, hasta la nacionalización que acabó en la venta, por un euro, a la Caixa.
2011-actualidad
Adiós a la valencianía: intervención y venta
Tras el traumático desenlace para sus accionistas, el grupo catalán completó en 2013 la integración y mantuvo la marca 'Banco de Valencia' en los rótulos de las sucursales. Hasta este año. En 2015 inició la implantación de su marca única en las oficinas de Barclays y este ejercicio dará el adiós definitivo a esos 116 años de valencianía.
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