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V. LLADRÓ
Lunes, 14 de julio 2014, 00:01
Muchas veces sucede que un agricultor decide plantar o injertar una variedad determinada de cualquier clase de cultivo, a sabiendas de que está patentada y de que se arriesga a posibles sanciones, porque considera que ese riesgo es casi nulo, al suponer que no será posible identificar de forma fehaciente que lo que ha puesto es lo que es y no otra cosa parecida, que será el fácil recurso, llegado el caso.
Sin embargo se equivoca de plano. A simple vista es muy difícil diferenciar unas variedades de otras, tanto por los frutos como por las hojas o la apariencia general de las plantas o árboles. Hay tantas clases, y a menudo tan parecidas, casi iguales, que es casi imposible decir con total seguridad qué es una cosa u otra. Pasa con los melocotones, los ciruelos, el trigo, el maíz, los melones... y con las mandarinas y naranjas.
¿Quién es capaz, por ejemplo, de certificar con un vistazo una diferenciación absoluta entre unos frutos de Clemenules y otros de Orogrande, o entre naranjas de nável tardía Barnfield o Chislett? Uno darían una opinión, otro la contraria y un tercero podría andar mezclando ambas. Y así podríamos continuar con más peritaciones y toda clase de situaciones.
Entonces, ¿cómo poder determinar que alguien ha injertado, por ejemplo, de una subvariedad que está protegida y no tiene autorización para hacerlo, cuando a lo mejor se trata de algo que es muy parecido a otra variedad de la que se deriva?
Estaríamos siempre entre polémicas, no se podrían resolver este tipo de discrepancias y podría quedar sin valor y sin el estímulo necesario la obtención de nuevas variedades que mejoren la oferta existente y su consiguiente registro oficial, para reconocer los justos derechos de los obtentores que inviertieron y se esforzaron en ello.
Por eso se equivocan quienes creen que no hay más arma de identificación de una variedad que la opinión de expertos por lo que vean. No, eso puede dar la pista inicial, pero después está el laboratorio para contar con una ratificación indiscutible, que es lo que sirve de prueba absoluta.
Proyecto Citrusgenn
El proyecto de investigación Citrusgenn, que lidera la Fundación Cajamar, estápermitiendo desentrañar el genoma de más de dos mil variedades y subvariedades de cítricos. Los más de 40.000 genes registrados ya permiten identificar cerca de tres millones de variantes génicas, lo que va a favorecer no sólo a la predicción de futuras enfermedades sino también a la exclusividad de uso de algunas variedades con derechos y patentes, ya que podrá probarse el origen mediante el simple análisis de una hoja, extrayendo su ADN.
El ADN es como el DNI de cualquier ser vivo, y al igual que todo el mundo sabe que hoy es posible, porque sucede a diario, identificar si una persona es familiar de otra, y así se resuelven paternidades y herencias, también esfactible conocer con rapidez si lo que está plantado en tal sitio es lo que dice el dueño del campo que es o lo que ha denunciado otro porque no ha cobrado los derechos correspondientes.
De igual manera, los resultados del proyecto Citrusgenn permitirán en el futuro disponer de cítricos prácticamente a la carta. Se espera que, conociendo de antemano qué genes determinan tales virtudes o defectos, al obtener un híbrido nuevo se podrá saber rápidamente por sus genes si lo que ha heredado son características favorables, indeseadas o indiferentes, con lo que se podrá rechazar de inmediato su multiplicación o acelerarla; lo que más convenga, pero sin nec esidad deesperar años, como se viene haciendo por el sistema clásico de aguardar a que haya producción de frutos.
Contra el rajado y la clareta
Sin embargo,como todo no se puede confiar al estudio de la genética y existen problemas más inmediatos, como la clareta y el rajado de la corteza,que han cauisado enormes pérdidas económicas en la pasada campaña citrícola, el Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA) ha acordado crear una Unidad Mixta de investigación junto a la Universitat Politècnica de València (UPV), con la finalidad de estudiar y avanzar en el conocimiento sobre las diversxas fisiopatías que afectan a las naranjas y mandarinas y traen de cabeza a los agricultores y comercializadores.
En concreto, esta Unidad Mixta, formada por personal del Departamento de Citricultura y Producción Vegetal del IVIA y el Instituto Agroforestal Mediterráneo (IAM) de la UPV, centrará su actividad en este ámbito de gran interés para el sector productor citrícola de la Comunitat.El equipo de investigación se encargará de diseñar estrategias para establecer y optimizar tratamientos paliativos, estudiará los factores determinantes de la tolerancia/sensibilidad de los nuevos patrones de cítricos a condiciones ambientales adversas (sequía, salinidad, clorosis férrica.) y sus aplicaciones y correcciones prácticas.
Al informar de la acertada decisión de crear al fin esta unidad deinvestigación, la Conselleria de Agricultura ha insistido en recordar que las fisiopatias son responsables de algunas patologías de los cultivos de nuestro territorio «como el rajado, la clareta y otras vinculadas más directamente con los daños provocados por factores climáticos, especialmente el frío, como el picado o el manchado del fruto, entre otras».
Algunas de estas alteraciones, relacionadas con una compleja trama de factores nutricionales, ambientales y fisiológicos, deprecian sensiblemente la calidad de los frutos y, aunque cabe que detrás de todo haya predisposiciones genéticas, es preciso encontrar soluciones en el manejo de lo que se cultiva ahora.
Esta unidad mixta la compondrán seis investigadores de ambas instituciones y estará liderada por los doctores Domingo Iglesias (IVIA) y Carlos Mesejo (Politécnica).
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