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VICENTE LLADRÓ
Domingo, 24 de enero 2016, 23:45
Félix Sanjuán es un ingeniero industrial que ha desplegado su carrera profesional por diversos países. Cuando ya se aproximaba el momento de su jubilación se preocupó de preparar algún tipo de ocupación que fuera compatible con su retiro, tuviera facetas de creatividad y le permitiera mantener una actividad física e intelectual. Como ya disponía de unos campos en Pedralba optó por la agricultura, aunque reconoce que de cuestiones agrarias sabía poco. Sin embargo, en ocasiones, esa carencia de partida es la base necesaria para que alguien se arriesgue en algo nuevo y no se quede en la rutina del entorno.
En los campos de Félix había naranjos cuyo cultivo había abandonado antes porque no podía dedicarse a ellos y no obtenía rentabilidad. Su premisa es que si uno invierte es para obtener algo y que lo que no tiene sentido es seguir a sabiendas de que no hay nada que sacar.
Cuando se puso manos a la obra empezó preguntando a vecinos, agricultores de la zona e incluso en cooperativas y almacenes de suministro de abonos y demás elementos de cultivo qué perspectivas podía tener con los cítricos, bien recuperando el arbolado que ya tenía o cambiando a otras variedades. La conclusión que sacó fue que la citricultura está rodeada de confusión, malos precios y nula rentabilidad, así que no le convenía continuar por ahí. Tampoco vio claras otras opciones de frutales o frutos secos que le propusieron.
Al final se decantó por arriesgar con algún cultivo tropical y eligió los aguacates, de los que ya obtiene producción. Pero en su empeño por mejorar sus opciones procuró buscar consejos de gente más especializada y así fue como acabó conociendo a Tomás Faulí, que es del pueblo de al lado, Villamarxant, aunque lleva media vida a caballo de Málaga y es uno de los máximos expertos en cultivos tropicales de España, precisamente por su dedicación de décadas en las zonas productoras de la Costa del Sol.
Productividad y precio
Faulí le habló también a Sanjuán de la posibilidad de probar con papayas, dada su elevada productividad y los altos precios que se mantienen desde hace tiempo en Europa, porque somos deficitarios y la demanda crece. Y a Sanjuán, eso de afrontar un nuevo reto le gustó enseguida. Además, pronto entendió que podría unir a este nuevo cultivo agrícola su vertiente de ingeniería industrial y sus conocimientos en termodinámica para salvar algunas dificultades iniciales.
El ciclo del papayo puede ser de entre dos y cuatro años y en ocasiones de una sola campaña. Todo depende de la climatología. En sitios tropicales no hay problema para durar años la plantación, pero en lugares límite las temperaturas bajas le sientan muy mal, por lo que se impone la estrategia del ciclo anual, empezando por hacer el semillero en invernadero y en primavera trasplantar al campo, cuando las plantas ya tienen más de medio metro.
La integral térmica que predomina en la mayoría de las zonas costeras y valles intermedios de la Comunitat Valenciana es muy adecuada salvo en parte del invierno. Las heladas ocasionales de unos pocos días pueden resultar fatales incluso bajo plástico, por lo que se impone disponer de calefacción en la fase de crecimiento del plantel por si hiciera falta en algunas jornadas. Por debajo de seis grados positivos ya sufren las plantas.
En este punto es donde Félix Sanjuán puso en acción su experiencia industrial. Enseguida pensó en recurrir a la geotermia para subir la temperatura del invernadero sin tener que gastar en adquirir otras fuentes de energía. Y resulta que el dominio de la geotermia es una de sus especialidades. Recordemos que consiste en aprovechar la mayor temperatura del subsuelo para calentar un fluido (agua o aire) que se hace circular en un circuito cerrado y transfiere el calor a un habitáculo.
En los últimos años, con el auge de aprovechar recursos energéticos naturales se han desarrollado sistemas geotérmicos para climatizar todo tipo de edificios residenciales, de oficinas y educativos. Lo más habitual es perforar pozos en busca de capas más calientes, incluso captar agua subterránea para disponer de ambos suministros (agua potable y calor).
Para asegurar las papayas será suficiente enterrar una tubería en una zanja perimetral con metro y medio de honda. A esa profundidad, el terreno está a una temperatura de entre 12 y 15 grados y se mantiene estable, según explica Sanjuán. Por la tubería hará circular aire que desembocará en el invernadero, manteniéndolo 'caliente' cuando haga falta. En caso de necesitar ocasionalmente algún grado más (si acaso un día o dos al año) tiene previsto usar en el conducto resistencias eléctricas que se alimentarían del sistema de baterías que ya utiliza y se recargan con paneles solares.
En la Unión Europea se consumen actualmente 40.000 toneladas de papayas al año, según datos aportados por Tomás Faulí. Salvo unas tres mil que produce Canarias, el resto se importa, por lo que es más que evidente el mercado potencial que existe para lo que se pudiera producir aquí. Los precios se sitúan desde hace más de diez años en una horquilla que fluctúa entre 2 y 5 euros por kilo, lo que ofrece importantes ratios de rentabilidad para el productor, ya que, si se dispone de clima apropiado o de un sistema como el descrito para manejar bien el cultivo, una hectárea puede dar de 40.000 a 60.000 kilos por año.
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