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ÓSCAR CALVÉ
Sábado, 21 de marzo 2015, 23:56
valencia. La historia occidental no ha sido justa con la mujer. Coartada su libertad a lo largo de los siglos, apenas optó a las posibilidades que dispuso el hombre para protagonizar los grandes logros de la humanidad. Obviamente existieron mujeres ilustres en todas las disciplinas, pero su número y trascendencia evidencian las escasas oportunidades que gozaron. Por poner un ejemplo, durante la Edad Media prácticamente el único círculo social en el que la mujer podía abrirse un hueco en la historia era la nobleza, y casi siempre supeditada a una figura masculina. Una de las escasas vías de desarrollo intelectual que les ofrecía aquella sociedad patriarcal era el ingreso en una institución religiosa. No en vano conocemos la historia de muchas mujeres del período merced a sus experiencias vitales al servicio de Dios. Es el caso de Sor Isabel de Villena, escritora valenciana cuya vida y obra se circunscribe al Real Monasterio de la Santísima Trinidad de Valencia, convento de clausura del que fue abadesa entre 1463 y 1490, año de su defunción, del que se cumple el 525 aniversario.
De noble estirpe, acogida por la familia real y con una existencia entregada a las nuevas formas de religiosidad que emergían, su figura atesoraba todos los condicionantes para erigirse en un personaje esencial de la historia de Valencia. Los hechos lo confirman. Considerada la primera escritora en valenciano, se convirtió en uno de los ejes sobre los que orbitó el denominado Siglo de Oro de las Letras Valencianas, levantando la admiración de grandes escritores como el obispo Jaime Pérez, Jaume Roig o Bernat Fenollar, entre otros. Además, aunque es exagerado atribuirle a su obra el calificativo de feminista en el contexto del siglo XV, sus textos plasman una nueva sensibilidad hacia la feminidad, opuesta a la reprobación que sufría la mujer por parte de escritores y predicadores contemporáneos.
El nombre de Sor Isabel de Villena responde a una elección personal que hizo ella al entrar en la clausura siendo adolescente. Ella había nacido en 1430, probablemente en Valencia, y fue bautizada como Leonor Manuel. Era hija bastarda de Enrique de Villena, personaje de parentesco real y más conocido como Marqués de Villena, que destacó como poeta, traductor y dramaturgo no exento de polémica por las acusaciones de practicar la brujería. Leonor Manuel quedó huérfana en 1434 y pasó al cuidado de su prima la reina María de Castilla, la esposa de Alfonso el Magnánimo. Creció en el Palacio del Real de Valencia, dónde recibiría una exquisita formación propia de una princesa, quizá reforzada ante la ausencia de hijos de la pareja real. Con sólo quince años entró en el Monasterio de la Trinidad de las Clarisas, cuya primera piedra puso personalmente la reina el 9 de julio de 1445. Desde entonces y para la eternidad pasará a llamarse Sor Isabel de Villena. Su ingreso en el monasterio no provocó distanciamiento alguno con la reina María, pues ésta preparó para sí misma un espacio dentro de la clausura con la autorización papal, el denominado 'Tocador de la Reina'.
Abadesa del monaterio
Tras la muerte de la reina, Sor Isabel se convirtió con apenas 33 años en la abadesa del recinto, encargada de gobernar material y espiritualmente el monasterio. Para la primera tarea promocionó la finalización de las obras del monasterio que la reina no pudo ver concluir. Su dirección espiritual se orientó hacia la reforma franciscana, que abogó por la imitación de la vida de Cristo, y siguió las directrices de los dos principales líderes de la orden, san Francisco y santa Clara. En este contexto debe situarse la dedicación a las letras de Sor Isabel, aspecto excepcional en la época que se refrenda a través de la importante biblioteca que generó gracias a las donaciones de algunos de sus seguidores literarios. La 'Vita Christi' es la obra de Sor Isabel que le llevará a la fama. Se trata de un libro destinado a la meditación espiritual que conectaba con una tradición literaria que presentaba la figura del Redentor como modelo vital. Sor Isabel de Villena fue más original. Lo escribió en valenciano y se sirvió de fuentes heterogéneas para su composición, buscando la manera de impactar a su comunidad religiosa, a la que iba destinada la obra. No dudó por ejemplo en emplear libros evangélicos apócrifos (no incluidos en la Biblia) y tradiciones locales para facilitar la comprensión. Algunos autores la han definido como proto-feminista tanto por la selección de historias como por el trato de los personajes que realizó Sor Isabel. Todavía hoy se discute si respondió más al deseo de agradar a sus lectoras, las clarisas, o una respuesta abierta a la declarada misoginia de 'L'Espill' de Jaume Roig, quien entonces ejercía de médico del monasterio. Si Roig presentaba a la mujer como un ser eminentemente malvado, Sor Isabel de Villena reforzaba las virtudes del ser femenino, proclive a la piedad, la honestidad y al sacrificio por amor. La obra fue publicada póstumamente en 1497 por iniciativa de su sucesora, Sor Aldonça de Montsoriu, atendiendo al deseo de otra reina, Isabel la Católica. Isabel de Villena, pionera europea en la creación de una vida espiritual dirigida a mujeres, merece un brillante renglón en la historia de la cultura valenciana.
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