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Retablo de Villahermosa del Río (Castellón), a la derecha, que representa una procesión del Corpus Christi hacia el año 1400. :: foto Institut amatllerIntegrantes del desfile del Corpus, con la popular Moma en el centro. :: j. j. monzó
El Corpus Christi, Festa Grossa de Valencia

El Corpus Christi, Festa Grossa de Valencia

Hace 660 años el obispo de Valencia estableció una procesión general para solemnizar la presencia del Señor en el pan eucarístico

ÓSCAR CALVÉ

Domingo, 31 de mayo 2015, 00:26

El próximo jueves comienzan las celebraciones con motivo de la festividad del Corpus Christi, considerada la «Festa Grossa» de Valencia a lo largo de su historia. Aunque desde el pasado siglo XX las Fallas gocen de gran popularidad, es la conmemoración del Cuerpo de Cristo el evento festivo de mayor arraigo de la ciudad. La moderna declaración como Bien de Interés Cultural de la cabalgata y la procesión del Corpus ha supuesto la revitalización de unos eventos que se remontan a la Edad Media. Fue en 1355 -el jueves cumplirá exactamente 660 años-, cuando el obispo de Valencia Hugo de Fenollet impulsó una procesión general para conmemorar la presencia del Señor en el pan eucarístico.

El origen de la fiesta, no exento de tintes legendarios, debe situarse en la primera mitad del siglo XIII, en una abadía de Lieja donde una monja agustina llamada Juliana experimentó repetidamente una visión mística: una luna llena con una mancha negra en su interior. Sor Juliana interpretó ese prodigio como la ausencia de una festividad en honor al Sacramento de la Eucaristía, indispensable para cerrar el ciclo litúrgico que simbolizaba la luna. Lo comunicó a las autoridades eclesiásticas locales entre las que se hallaba el obispo de Lieja, que en 1246 ordenó la citada celebración en su diócesis. En la misma ciudad belga también se encontraba el archidiácono Jacques Pantaleón, futuro papa Urbano IV. Algunos años más tarde y amparándose en otro hecho milagroso, el ya pontífice dio un nuevo empujón para universalizar el Corpus Christi: en la ciudad italiana de Bolsena un escéptico sacerdote respecto a la autenticidad de la Consagración estaba celebrando la Santa Misa, y al partir la hostia, esta empezó a sangrar abundantemente.

Más allá de la concatenación de milagros, a la Iglesia le resultaba imprescindible esclarecer un asunto que incluso en su propio seno generaba polémica, la presencia real o no del cuerpo de Cristo en el pan consagrado. Al mismo tiempo, la aceptación de esa manifestación divina durante la misa ponía en evidencia al entonces considerado pueblo deicida, los judíos, cuya ceguera -siempre en términos cristianos medievales- les condujo a no reconocer al Hijo y a obtener su crucifixión. No parece casual que la festividad surgiera en un clima de contrastado antisemitismo como fue el siglo XIII, momento en que circulaban por Europa todo tipo de bulos sobre hebreos que secuestraban niños cristianos para infligirles los castigos que sufrió Cristo. Así se explica que nada más instaurarse el Corpus Christi un nuevo rumor corriera como la pólvora por todo el continente: los judíos estaban robando panes consagrados para su posterior tormento. De esta manera se recalcaba la alevosía, premeditación y reiteración del deicidio por parte de los judíos. Algunas pinturas valencianas de la época representaron hebreos atravesando la Sagrada Forma -la hostia tras ser consagrada- con una daga, o llevándola a ebullición.

La iglesia universalizó la festividad el primer jueves de la octava de Pentecostés y Valencia fue uno de los primeros lugares en la Corona de Aragón que la adoptó. Era el 4 de junio de 1355 cuando el obispo valenciano ordenaba que una «general e solemnial processó sia feta, en la cual sien e vajen tots los clergues e religiosos e encara totes les gents de la dita ciutat». La cita es significativa, pues anuncia una realidad compleja al implicar a todos los agentes urbanos. Aunque fuera una fiesta religiosa debían tomar parte las autoridades municipales, los gremios, particulares, etc. Desde 1372 la organización pasó a manos del gobierno valenciano, y con ella el evento se transformó en una síntesis político-religiosa. De hecho, el cortejo del Corpus suponía la presentación pública de los nuevos Jurados, elegidos anualmente diez días antes, durante la vigilia de Pentecostés.

Celebración espectacular

El boato de la procesión y de los festejos superó fronteras. Se construían arquitecturas efímeras, se engalanaba el itinerario procesional con vegetación, luminarias y pirotecnias, los gremios realizaban juegos y entretenimientos al ritmo marcado por los músicos, desfilaban las rocas (carrozas triunfales representando personajes bíblicos y santos cuya muestra más antigua conservada es del siglo XVI), etc. Era tal su espectacularidad que no fue insólito que la celebración se adelantara, pospusiera o repitiera para disfrute de diversos monarcas. Imagínense celebrar la cabalgata de reyes el 7 de julio con la única justificación de sorprender a un monarca. Algo así ocurrió con la cabalgata valenciana del Corpus Christi en 1401, 1427 y 1481, por ejemplo.

Aunque buena parte de los elementos integrantes de aquellas primeras celebraciones del Corpus Christi siguen vigentes, es preciso señalar que su celebración no dispuso de la continuidad previsible que auguraba su esplendor. Conflictos bélicos y contextos poco proclives dificultaron su persistencia. Tras la Guerra Civil sólo se permitió con carácter estrictamente religioso, aunque paulatinamente ha ido recuperando su naturaleza aglutinadora, evocando en parte el significado político tan afín a la celebración valenciana.

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