

Secciones
Servicios
Destacamos
ÓSCAR CALVÉ
Domingo, 17 de enero 2016, 00:06
Una de las conversaciones más socorridas en determinadas situaciones es la climatología. Todos hemos compartido ascensor con una persona a la que apenas conocemos. El que más y el que menos ha roto el hielo con una afirmación tan insustancial como auxiliadora: ¡Qué tiempo hace! Por fortuna para los introvertidos poco dados a revelar posibles discrepancias, existe unanimidad en el veredicto. Si el calor del pasado verano fue insoportable, el frío en lo que llevamos de invierno está siendo moderado. Es una obviedad refrendada por la Agencia Estatal de Meteorología. El farragoso y cíclico cambio de armario sigue pendiente de culminarse, al menos en las prendas de más abrigo. Las tiendas de moda enfrían sus espacios recordándonos de manera artificial que estamos en la época más fría del año. Las pistas de esquí miran al cielo anhelando una nieve, que, paradójicamente, esperan como agua de mayo. La nieve, elemento indispensable para los amantes de los deportes de invierno, es un fenómeno meteorológico condenado a la extinción en ciudades como Valencia, que dicho sea de paso, tampoco ha sido históricamente una urbe proclive a las heladas. Su clima mediterráneo provoca que la presencia de nieve deba entenderse como algo excepcional. Quizá por eso cobre mayor sentido recordar las grandes nevadas que blanquearon la capital del Turia y que proporcionaron unas imágenes de la ciudad quizá irrepetibles. La fecha invita a ello.
Tal día como hoy, pero hace 131 años, se produjo la mayor nevada conocida en la historia de Valencia. El 17 de enero de 1885 la temperatura mínima en Valencia alcanzó los siete grados bajo cero. Se midieron 25 centímetros de nieve. El parte del observador meteorológico no dejaba lugar a duda: «fuerte nevada de 1 de la noche a las 6 de la madrugada. Ligeros copos de 8 a 10 de la mañana. Ligerísimos copos de 3 a 3.30 horas. Nieve 25 cm». Una fotografía conservada en el Museo Sorolla de Madrid tomada de la Bajada de San Francisco que correspondería a parte de la actual Plaza del Ayuntamiento de Valencia nos permite recordar la efeméride. No es la única. El suegro del afamado pintor Joaquín Sorolla, Antonio García Peris, capturó varias instantáneas -o casi instantáneas dada las técnicas fotográficas del período- de la ciudad totalmente nevada. Probablemente la más llamativa sea la de la plaza de toros con los trenes dirigiéndose hacia la antigua estación de ferrocarriles. La excepcionalidad del fenómeno no pasó inadvertida por un antiguo reportero de Las Provincias, que al escribir sobre la trascendencia de las fotografías de aquel día anticipaba la opinión de las generaciones futuras ante las imágenes que hoy reproducimos: «Esa no es, esa no puede ser la ciudad del Turia, famosa por su clima primaveral». Seguro que aquel redactor atinó la reacción de algunos de ustedes. Lejos del carácter romántico que hoy conferimos a la fotografía, el mismo periodista anunciaba las enormes pérdidas a las que se enfrentaban los agricultores. Desde una perspectiva científica muy posterior, la aparición de esta nevada en Valencia se ha puesto en relación con una Pequeña Edad de Hielo que afectó a todo el continente europeo durante las últimas dos décadas del siglo XIX.
Nevadas anteriores
Es preciso indicar que tenemos constancia de nevadas anteriores gracias a crónicas antiguas. Estas no pueden cuantificarse debido a que hasta el año 1859 no comenzaron a realizarse observaciones meteorológicas de forma metodológica y oficial en España y en la ciudad de Valencia. El pionero sistema de observación de mediados del siglo XIX fue el precedente del Instituto Central Meteorológico creado el 11 de agosto de 1887 por decreto de la Reina Regente María Cristina, a propuesta del ministro de Fomento Carlos Navarro Rodrigo. Tras varias vicisitudes y cambios de nombre, el citado instituto derivó en la actual Agencia Estatal de Meteorología.
Mucho antes de estos acontecimientos, tenemos constancia de otras importantes nevadas en Valencia. El 18 de enero de 1543 un palmo de nieve cubrió la ciudad de Valencia. Algo menos copiosa fue una nevisca que cayó el 23 de febrero de 1592, que sin embargo anunciaba un ciclo de hasta cinco nevadas en el relativamente corto espacio de tres décadas. El 22 de diciembre de 1594, el 3 de febrero de 1600, el 4 de febrero de 1603 o el 30 de enero de 1624 así lo atestiguan. Precisamente durante esta última nevada diversas noticias aseguraban que tanto el Turia a su paso por Valencia como la Albufera se helaron. Durante todo el siglo XVIII, período sin apenas incidencia para el calentamiento global no hubo ninguna nevada de gran alcance, mientras que en la siguiente centuria las precipitaciones de nieve en 1842 y 1860 precedieron a la gran nevada que hemos ilustrado.
Nieve en Cullera
Según los expertos, en la historia de Valencia puede citarse como norma general el desarrollo de unas cuantas nevadas por siglo, aunque sólo una de ellas pueda definirse como considerable. También en 1914 y 1917 los valencianos presenciaron cómo cuajaron los copos. Una de las estampas más espectaculares que proporcionó la primera fecha se produjo en Cullera para sorpresa de sus vecinos. Algunas décadas más tarde la capital presenciaba otra nevada. La noche del 16 de enero de 1946 Valencia se presentaba, según las fuentes, «cubierta por un manto blanco y los coches y los tranvías ofrecían un aspecto tan pintoresco como alegre». Que los valencianos no estamos habituados a esas condiciones climatológicas quedó escrito en diversos partes médicos de las Casas de Socorro de la ciudad que anunciaban hasta once ingresos a causa de los resbalones producidos por el hielo y la nieve.
Otra fecha histórica
Si hemos de señalar una gran nevada en el pasado siglo, esta se produjo catorce años después, tras un mes de diciembre de clima primaveral que en absoluto auguraba lo que sucedería el 11 de enero de 1960. Sin duda los mayores lo recordarán. Una cosa es tirar de hemeroteca y narrar los acontecimientos. Otra muy distinta es vivirlos. Aquella mañana, hacia las 10 horas, los valencianos se asomaban ilusionados a sus ventanas para contemplar la caída de los primeros copos. A mediodía la nevada era intensa y abundante. Lo suficiente para que muchas escuelas permitieran a los niños salir al patio a disfrutar del espectáculo. Lo verdaderamente extraordinario fue que durante toda la jornada no cesó de acopiarse nieve, tanta, que los niños -y no tan niños- dejaron de ser simples espectadores del evento y se convirtieron en actores. Tomaron las calles e hicieron algo que muchos jamás hemos tenido oportunidad de realizar, un muñeco de nieve en el parque del barrio. Por eso resulta extraño que alguien olvidé un día así. Fue una circunstancia verdaderamente única. Al menos en los últimos 160 años, puesto que a tenor de los datos recogidos, la nevada de 1885 fue todavía más intensa. Que las infraestructuras de Valencia y del conjunto de la actual comunidad autónoma no estaban preparadas para la copiosa nieve de 1960 quedó reflejado de múltiples maneras. Porque las nevadas en Valencia, además del perfil idílico, comportan graves consecuencias que algunos aceptarían por vivir una experiencia similar. Junto a los habituales accidentes de peatones consustanciales al terreno resbaladizo que se creó, algunos tranvías se salieron de sus raíles.
Servicios interrumpidos
En Valencia se interrumpieron durante un día los servicios de agua, gas, electricidad y telefonía, así como varias conexiones de transporte con otras capitales. La localidad de Xàtiva estuvo toda una semana sin servicio eléctrico, mientras que la de Navalón sufrió un aislamiento completo de cinco días. Eso sin contar los daños en el campo, quizá los únicos verdaderamente difíciles de reparar. Desde aquél ya lejano pero inolvidable año 1960, los valencianos vemos donde no hay, porque, aunque cueste asimilarlo, fue la última ocasión en que la nieve cuajó sobre nuestras calles.
Si coinciden en el ascensor con un desconocido y se crea un incómodo silencio, esperen. Escucharán el clásico: "¡Qué tiempo hace!". Pueden contarle lo aquí tratado. Otra opción es que preparen su voz más grave, miren fijamente a los ojos de su interlocutor y pronuncien una certeza, la sentencia más esperada para todo seriéfilo: Winter is coming. Otra cosa es que llegue la nieve a Valencia.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.