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Los primeros  coches en Valencia

Los primeros coches en Valencia

El regreso escolar vuelve a sacar a la luz el grave problema que supone aparcar en la ciudad. Hubo un día en el que sólo circuló un automóvil

ÓSCAR CALVÉ

Sábado, 17 de septiembre 2016, 23:36

«Tempus fugit». El tiempo vuela. La locución latina aparece inscrita en muchos relojes de péndulo o de sol con el objetivo de recordar lo efímero de nuestra existencia. Es una batalla perdida. Sin embargo, la fugacidad vital ha ocupado el pensamiento de eminentes pensadores de diversas culturas. Pero no sólo de filósofos o poetas. También de los inventores. En realidad, una de las pocas armas disponibles para menguar el implacable paso del tiempo es su máxima rentabilización. Por fortuna, los avances en los medios de transporte posibilitan que cada día más disfrutemos del oro que representa el tiempo, aunque hoy apenas valoremos esos adelantos. Tampoco es que nuestras ocupaciones nos lo permitan demasiado.

Hoy les invito a tomarse su tiempo y viajar a la Valencia de un siglo atrás con una nueva perspectiva. A buen seguro muchos de ustedes conducirán y, al igual que un servidor, se exasperarán tras vueltas y vueltas por determinados barrios en los que hallar un aparcamiento es una quimera. Precisamente esta semana que la actividad escolar ha regresado, estacionar es poco menos que misión imposible ¿Se imaginan disponer de toda la ciudad de Valencia para aparcar su vehículo? Una sensación similar tendría Francisco Garcés de Marcilla durante la primavera de 1902. Concretamente el miércoles 30 de abril de ese año, Garcés de Marcilla registró su Peugeot de 6 caballos de potencia en el Gobierno Civil de Valencia. El número de su matrícula era el 1. Era el primer automóvil en Valencia, al menos el registrado, porque algunos especialistas señalan que la familia Trénor se hizo con un Mercedes en 1900, según aparece en algunas antiguas imágenes. El primer propietario de un coche en Valencia, fuera quien fuera, fardaría más que Michel Knight con su 'coche fantástico'. Luego vendrían unos cuántos vehículos más. No se crean que muchos. Una década después no llegaban al millar en la capital. En 1925 la suma de turismos, taxis, autobuses, camiones y motocicletas no alcanzaba los 3900 vehículos.

Los primeros propietarios configuraron un selecto y privilegiado grupo entre cuyos componentes no faltaban las familias más conocidas de la ciudad en diversos ámbitos, desde los Trénor al Marqués de Caro. Tener un coche no sólo requería una gran admiración por la tecnología punta. También precisaba de un bolsillo pudiente. Era una Valencia de contrastes. La aparición del automóvil se desarrollaba en una sociedad en la que el 35 por ciento de los valencianos eran analfabetos.

Los primitivos coches que circularon por la Capital del Turia se fabricaron en Madrid y en el extranjero, pero no por falta de ingenio de nuestros antepasados. De hecho, un valenciano asentado en París, don Enrique Sanchis Tarazona, ya había elaborado algunos automóviles. Formado como ingeniero de caminos, en 1906 presentó en el Salón de París el Triauto Sanchis, un vehículo que contaba con tres ruedas, motor de cuatro cilindros y cuatro caballos de potencia. Ese mismo año Sanchis expuso en Madrid tres coches de cuatro ruedas y fundó en Courbevoie (a 50 kilómetros de París) la fábrica de automóviles Sanchis-France, que acabaría siendo absorbida en 1912 por un reconocido importador de coches francés apellidado Pierron. No obstante, el buen hacer de Sanchis pasaría a la posteridad a través del Lancia Lambda. Este vehículo fabricado desde 1922 retomaba los diseños elaborados por el valenciano.

Impulso definitivo para la popularización del coche (de la admiración no de la propiedad) fue la Exposición Regional Valenciana de 1909. Uno de sus platos fuertes fue la 'Gynkama' automovilística, donde los conductores tenían que sortear toda clase de trampas y demostrar su pericia al volante. El programa advertía de que en la pista de exhibición los conductores se enfrentarían a: «postes con cintas, cestos, ramilletes, balones explosivos, pasos de precisión, seto vivo, desmonte, vuelta rápida, salida inesperada, figura movible, borrachos, macetas, ría, revuelta, balancín y triángulo». El mismo recinto expositivo incluía dos pabellones que presentaban coches de la casa Berliet y de la casa Milán-Fiat. Alfonso XIII también se dejó seducir por la velocidad en nuestra ciudad. Si los primeros coches apenas alcanzaban los 3 kilómetros por hora, en 1908 el Ford T se aproximaba a los 70 kilómetros por hora. La prensa del 24 de mayo de 1909 incluía la noticia del paso del monarca por la Alameda de Valencia quien «estimulado al ver aquella línea recta y limpia del camino del Grao, sin obstáculos que pudieran interceptar su marcha y sin peligro, en ella, para los viandantes, dio órdenes al chauffer para que pusiera el auto a una mayor velocidad, y en pocos minutos, acaso en solo seis u ocho se presentó en el Grao». Se empezaba a correr. Otra prueba estrella fue el 'Kilómetro lancé' en el Paseo del Grao. No todo eran luces. En la misma Exposición, tuvo lugar el primer accidente de coche mortal en la ciudad. El luctuoso honor le correspondió al primer teniente de Caballería del Regimiento de Alcántara, Miguel Cañellas.

El automóvil fue incorporándose progresivamente a la ciudad. El ya citado Sanchis Tarazona, el pintor y fotógrafo Vicente Gómez Novella y otros afamados valencianos contaban con su propio coche hacia 1915. Para entonces el tráfico todavía era acaparado por los carros de tracción animal y la presencia de automóviles era puntual, como puede verse en la famosa película de origen holandés donde se graba Valencia en aquel año. Joaquín Sorolla o Vicente Blasco Ibáñez fueron otros célebres miembros que se unieron algún tiempo más tarde al primitivo club de conductores valencianos. El pintor adquirió en 1921 un Overland de 21 caballos de potencia, aunque estaba muy habituado a ir en coche, como lo muestran varias fotografías de años anteriores. El autor de "Cañas y Barro" se decantó por un Ford en 1923 que desarrollaba 23 caballos.

Paralelamente al incremento de ventas, fueron ampliándose los negocios asociados a los servicios que precisaba el creciente parque automovilístico: gasolineras, talleres, lavaderos y, cómo no, garajes. Aunque la máxima difusión de estos negocios se produjo a finales de los años 20, coincidiendo con la expansión del invento, el más antiguo conocido en Valencia, el garaje Victoria, se empezó a construir en 1914, en la manzana que hoy queda circunscrita entre la Plaza de América, la Gran Vía Marqués del Turia y la calle de Serrano Morales. En su proceso constructivo, que se prolongó algo más de una década a causa de diversas ampliaciones, intervinieron reconocidos arquitectos como Francisco Almenar, que había levantado algunos de los pabellones de la Exposición Valenciana en 1909 o Javier Goerlich Lleó, que años más tarde creó la Plaza del Ayuntamiento que tantos valencianos añoran. Seguro que han oído hablar de 'La Tortada'. Hasta cuatro garajes de gran solera se construyeron en 1928, caso del Guimerá o del Alameda.

Gasolina en latas

Las gasolineras también tardaron mucho en aparecer, más de lo que pueda pensarse. Hasta la década de los 20 la gasolina se vendía en latas y garrafas. No sólo en los primeros talleres, también en ferreterías y farmacias. Aquellos recipientes se convertían en bombas de relojería que causaban no pocas desgracias. Ya en los años 30 del pasado siglo el coche tiene mayor presencia en nuestra ciudad y se hace indispensable la creación de estaciones de servicio. Una de las más antiguas de hallaba en el cruce de la Gran Vía Marqués del Turia con Jacinto Benavente y la conocemos por una fotografía de 1935 del archivo personal de Rafael Solaz.

Lógicamente los vehículos se lavaban a mano. Los precedentes de los túneles de lavado deben asociarse a los primeros garajes que incorporaban también un servicio de mantenimiento técnico. Existen discrepancias al respecto, según algunos especialistas habrá que esperar hasta 1940 para que aparezca, en Hollywood, el primer túnel de lavado semiautomático.

Aunque aparcar en la ciudad sea desde esta semana un suplicio, en algunas cosas se ha mejorado. Además, antes de darnos cuenta, el mes de agosto habrá regresado. Y con él las vías de Valencia sin apenas tráfico. 'Tempus fugit'.

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