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Jose y Miguel Rausell, junto a la barra, donde se pueden encontrar los mejores mariscos. jesús signes
Dónde comer y almorzar en Valencia | El Rausell, la barra de la felicidad

El Rausell, la barra de la felicidad

La mejor cocina de producto es posible gracias a la dedicación y el cariño de dos hermanos, José y Miguel Rausell, que han llevado a la excelencia el concepto de bar

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Jueves, 22 de julio 2021

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«Somos mediterráneos y por eso nos encantan las barras. En la barra del Rausell he visto cosas con las que he alucinado: conocerse, hacer amigos, montar negocios, arreglar el mundo. En una barra nadie está solo; se viene a conversar, a disfrutar, a ser feliz». José Rausell posa para la foto con su hermano Miguel detrás de su famosa barra, la más conocida de Valencia, la más cuidada también. Y ahora cerrada. «Ojalá nos dejen abrir pronto las barras... «, aunque tiene claro que ya es hora de dejar de quejarse. Lo dice él, que pasó el Covid, que estuvo ingresado unos cuantos días y que todavía le quedan secuelas en forma de lagunas mentales. «Esto ha venido para quedarse y tendremos que aprender a vivir con ello».

José Rausell es una persona que ama su trabajo, que ha dignificado la sala, que ha puesto en valor el bar. «Porque sí, esto es un bar, y lo digo con orgullo». El bar donde se pueden comer gambas de Dénia que llegan directamente de la lonja, langostinos de Vinaròs, cocotxas del País Vasco y así hasta productos que le traen nada menos que unos 135 proveedores. «Con mi padre me iba todos los sábados de pequeño al Mercado Central y él siempre me decía: podrás ganar más o menos dinero, pero la calidad es fundamental, hay que buscar la excelencia allá donde esté».

Tantos proveedores son muchos albaranes, muchas facturas, mucha contabilidad. Pero es que José sabe que no hay más secreto que el trabajo. Estar al pie del cañón. «Por eso no hay muchas barras en Valencia, porque supone mucha dedicación. Un camarero que sepa estar ahí, pendiente, porque la primera comanda solo es el principio. Y la plancha a la vista, fuera de la cocina, porque la gente quiere ver». Trabajo y más trabajo. El que aprendieron él y su hermano Miguel, de su padre.

Si rebobinamos a los inicios del Rausell hay que trasladarse hasta Albalat dels Sorells, lugar de origen de la familia, y de donde todavía conservan el mote, 'catalinos', y el amor por la huerta y los productores. De aquel tío soltero con unos cuantos ahorros que decide alquilar un local en el extrarradio de Valencia, al final del tranvía número 16, justo al lado de la acequia de Vera, por donde ahora discurre el tráfico de Pérez Galdós. Ángel Guimerà.

«Era una bodega donde se vendía vino a granel, y su objetivo era que sus hermanos tuvieran trabajo. Se vienen mi abuela, mi tía Carmen y dos hermanos de mi padre, Vicente y Francisco». A su padre, que trabajaba de ebanista en el cuartel militar de Bonrepós, le reclaman cuando muere uno de sus tíos.

Se abrió hace casi ochenta años, y era una bodega donde se vendía vino a granel

Jose empieza a trabajar ya con catorce años, mientras estudiaba. Llegó a ser maestro. «Lo recuerdo como una época excepcional. Mis primeros dos años de docencia tenía niños tutelados. Yo jamás en mi vida me sentí tan querido como me sentí con esos niños». Y se le pone la carne de gallina al recordarlo. Cuando reflexiona sobre lo que tienen en común las aulas con la barra enseguida ve similitudes. «Soy muy didáctico, me gusta explicarle a la gente qué está comiendo». Hay otro parecido: «De maestro fui feliz y aquí también lo soy».

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Y habla de las gratificaciones de su trabajo. Del amigo que le dice, medio en broma, que él también quiere un bar, porque en la puerta todos se despiden contentos, agradecidos por el buen momento que han pasado.

Al Rausell hay que ir a dejarse llevar. A dejarse aconsejar por Jose. Que si hoy le han llegado unos langostinos de primera o unas tellinas sin igual. Si es en el almuerzo, es un regalo para los oídos escuchar: «¿un bocadillo de tortilla de habas con pisto?». Pero ahí no se va solo a comer bien. La bodega del Rausell tiene tantas referencias y de tanta calidad que sería la envidia de muchos restaurantes que lucen estrella Michelin.

Quizás una de las mayores satisfacciones para Jose es que si a los cocineros renombrados se les pregunta que elijan una barra, la mayoría no dudan: la del Rausell. «Hay veces que todavía no me creo, cuando voy a Madrid o a Barcelona y digo mi nombre, la gente que me dice que qué ganas tiene de venir a mi casa, de lo bien que le han hablado de nosotros. Habla Jose, pero también está Miguel, su hermano, nueve años menor, que tampoco dudó de que allí estaba su sitio. «El secreto para llevarnos bien es que me respeta mucho, como hermano mayor». Y Miguel asiente, sonriendo.

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