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Esto es Londres y están flipando

Esto es Londres y están flipando

Los narcisos brotan en Londres y los almendros florecen en Alemania. «En Moscú estamos encantados. No tenemos que bajar cada cuatro horas a arrancar el coche para que no se estropee con el frío»

BORJA OLAIZOLA

Lunes, 21 de diciembre 2015, 20:20

Cuenta el meteorólogo y escritor Vicente Aupí que la muy extendida estampa de las navidades blancas se forjó cuando Europa vivía los últimos coletazos de la Pequeña Edad de Hielo, un periodo que arrancó en el siglo XVI y se prolongó hasta el XIX. En esa etapa el clima era mucho más frío y la nieve solía vestir de blanco las calles y las casas de Londres con frecuencia. "Algunos de esos inviernos tan crudos -escribe Aupí en su blog Estrellas y Borrascas- coincidieron con la vida del escritor Charles Dickens, quien trasladó los recuerdos a sus obras, en especial en 'Cuento de Navidad', y se erigió en el gran embajador universal de las navidades blancas que se difundieron por todo Europa".

La imagen cuajó en el sur del continente más por influencia de la cultura victoriana -Inglaterra era la potencia de la época- que por reflejo de la realidad. El calentamiento del clima a lo largo del siglo XX hizo de las nevadas algo poco común en las cotas bajas de los países mediterráneos. En la Europa del norte, sin embargo, la estampa de Santa Claus en su trineo se adaptaba como anillo al dedo al calendario por los rigores de la meteorología. "En Berlín está todo el mundo desolado porque los hombres del tiempo han anunciado que este año no va a haber navidades blancas", observa el corresponsal de este periódico en la capital alemana, Juan Carlos Barrena.

El periodista se asoma al balcón de su domicilio berlinés y observa el termómetro: siete grados, una temperatura inusualmente alta para la época (la media en diciembre es de dos grados). "Aquí lo normal es que empiece a nevar en noviembre y el paisaje se mantenga blanco hasta marzo por efecto de las bajas temperaturas. Este año, sin embargo, apenas ha helado y no recuerdo haber tenido que rascar el parabrisas del coche para quitar el hielo ni una sola mañana". Así que la superficie de los lagos que salpican la geografía de la capital alemana está lejos de adquirir la consistencia necesaria para poder patinar o lanzarse en trineo, uno de los grandes entretenimientos de los berlineses durante las fechas navideñas. "Cuando sales a la calle tienes la impresión de que aún estamos en octubre, nadie diría que ya es diciembre", se despide Barrena.

Tampoco en Londres tienen mucho frío. Es más, Iñigo Gurruchaga, corresponsal en la capital británica, confiesa que está achicharrado: "He salido de casa abrigado con ropa interior térmica porque con la humedad te sueles quedar helado en esta época del año, pero con la temperatura que hace me sobran prendas". Gurruchaga responde al móvil sin dejar de caminar; acaba de salir de una comparecencia en el número 10 de Downing Street. "El tiempo es sorprendentemente bueno y en una ciudad como Londres, que está llena de parques, te das cuenta de que la vegetación está menos apagada que otros años". Le preguntamos por la temperatura y otea el paisaje urbano hasta que atisba un termómetro callejero: marca doce grados, seis por encima de la media del mes de diciembre en la ciudad.

Si alguien está satisfecho con la dulcificación de los rigores del clima preinvernal, probablemente vive en Moscú. El tiempo en la capital rusa es algo más que un tema de conversación porque cuando las temperaturas se desploman hasta los 20 o los 30 grados bajo cero, lo que no es tan raro en esta época del año, uno corre el riesgo de quedarse literalmente congelado. «Los moscovitas están encantados, pero también con la mosca detrás de la oreja, porque no es normal que estemos a entre cero y un grado a estas alturas», cuenta Rafael Mañueco , y es que la temperatura media en diciembre en la capital rusa es de seis grados bajo cero.

El corresponsal de este periódico en las tierras de Putin aclara que en las calles apenas se ven abrigos de piel ni gorros, prendas que suelen formar parte del atuendo de 'supervivencia' de todos los moscovistas cuando avanza el otoño. "Nevó un poco hace unas semanas, pero con estas temperaturas se ha fundido todo". Mañueco agradece la tregua: "Diciembre y enero suelen ser los meses más fríos, cuando las temperaturas bajan a veinte o treinta bajo cero hay que poner el despertador y bajar por las noches a arrancar el coche cada cuatro horas porque como lo dejes todo el rato parado ya no lo recuperas".

El Moscova, el río que da nombre a la capital, no se ha helado de momento y todo parece indicar que en las navidades rusas, que se festejan el 7 de enero (los ortodoxos se rigen por el antiguo calendario juliano, que lleva un retraso de 13 días con el nuestro), no habrá nieve. Pero las altas temperaturas decembrinas no son patrimonio exclusivo del Viejo Continente. Al otro lado del charco están igual: en Nueva York alcanzaron el domingo pasado los 19,5 grados, el registro más elevado desde 1923. En la canadiense ciudad de Vancouver, a orillas del Pacífico, se midieron hace una semana 14 grados, el triple de lo que suele ser lo normal.

Plantas desorientadas

¿Se ha estropeado la máquina de hacer frío? Los expertos suelen decir que tenemos muy poca memoria climática. Margarita Martín, delegada de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), recuerda otros diciembres cálidos -el de 1989 lo fue aún más, asegura- y habla de una situación climatológica estable sin aventurarse a lanzar ninguna hipótesis. Hay algunos servicios del tiempo, entre ellos el británico, que anuncian un brusco cambio de tercio a partir de enero. "Lo dicen porque el Niño ha sido este año muy fuerte y cuando eso ocurre a veces suelen producirse inviernos muy fríos, pero eso no siempre es así". Margarita Martín cree que los pronósticos a largo plazo no tienen mucho fundamento y prefiere referencias más próximas: "Después del día de Navidad, a partir del 26 de diciembre, viene un cambio que traerá lluvias a la península".

Hasta que llegue ese frente, la mayor parte de España seguirá barrida por vientos de componente sur que elevan las temperaturas muy por encima de la media. Los 24 grados registrados el martes en Gijón dan una idea del clima primaveral que se ha adueñado de nuestra geografía. Esa tónica ni siquiera se altera en las cotas más altas de los sistemas montañosos para desesperación de los esquiadores. Las estaciones a duras penas resisten con la nieve que cayó el pasado 25 de noviembre y la campaña navideña se presenta crítica.

Este calor desorienta sobremanera a la naturaleza. En los parques londinenses han brotado ya los narcisos y los almendros alemanes han empezado a florecer. "Los frutales se comportan como si hubiese llegado la primavera y eso va a menguar seriamente la cosecha del año que viene, porque en cuento aparezcan las heladas van a perder todas las yemas que han brotado", observa Mariano Sánchez, conservador del Real Jardín Botánico de Madrid.

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