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MARINA COSTA
Sábado, 2 de mayo 2015, 00:23
burjassot. Burjassot esconde en sus entrañas un tesoro, una enorme despensa que durante siglos alimentó a miles de personas cuando almacenar trigo era la única salida a las grandes hambrunas. Estos inmensos depósitos subterráneos, únicos en el mundo por su monumentalidad y sólo comparables en parte a los existentes en Malta, acaban de destaparse, por primera vez en su historia, para mostrar a los visitantes el corazón del llamado granero de Valencia.
Su proximidad a la capital y al puerto y la sequedad del terreno, además de su ubicación sobre una loma caliza, hicieron que Burjassot se convirtiera en la 'nevera' de buena parte del arco mediterráneo, pues desde allí se llegó a exportar grano a Sicilia y la costa italiana.
En la superficie, sobre 5.000 metros cuadrados de enlosado se despliega el Patio de Los Silos, escenario durante siglos de la vida cotidiana de la ciudad y hasta de la película 'Tintín y las naranjas azules', rodada en los años sesenta.
Sobre las losetas se reparten, desde el siglo XVI, enormes 'bocas' o tapones de piedra que se abrían para abocar el grano que llegaba en carros y carretas. Parte del misterio del interior de los silos se destapó en plena Guerra Civil, cuando se conectaron seis de estos depósitos subterráneos con túneles para convertirlos en refugio durante los bombardeos aéreos.
El conjunto fue declarado Monumento Histórico-Artístico Nacional en 1982. Un estudio reciente llevado a cabo por la Universidad Politécnica con georradares descubrió algo insólito. En el subsuelo había más depósitos que tapones externos en el patio. El número pasaba de 41 a 47.
De momento, sólo se ha podido acceder a seis, que son los que el público puede admirar en visitas guiadas, cuanto menos diferentes. Los depósitos tienen el mismo recubrimiento que las Torres de Quart y el conjunto siempre fue administrado por el Consejo de la ciudad de Valencia. La base está a la misma altura que el Miguelete y antaño se la llamaba el 'balcón al mar' porque desde la barandilla, cuando el urbanismo todavía era un desconocido, podía contemplarse el gran azul.
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