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Luis Mogino, testigo valenciano de los atentados. :: lp
«La bomba estalló a  30 metros. Nos hemos salvado por segundos»

«La bomba estalló a 30 metros. Nos hemos salvado por segundos»

Luis Mogino, profesor de piano y percusión, salió ileso junto a sus amigos a pesar de ser «alcanzados por la onda expansiva» de la primera explosión en Zaventem

ELÍSABETH RODRÍGUEZ

Martes, 22 de marzo 2016, 23:54

Luis Mogino, profesor de piano y percusión en la Societat Musical la Unió de Tres Forques, confiesa que todavía sigue aturdido. El valenciano, junto a otros dos amigos, aún no ha digerido lo ocurrido en la capital belga.

«Curiosamente se me ha quedado grabada la imagen de un perro policía que olisqueaba la papelera y me hizo recordar el nivel de alerta que había en Bruselas. Justo después, la explosión a 30 metros de nosotros. Nos hemos salvado por segundos», relata el joven, que se dirigió ayer por la mañana al aeropuerto para coger un avión con destino a Valencia a las 8:55 horas.

Pese a la corta distancia a la que estalló la bomba, Luis y sus acompañantes están sanos y salvos. «La onda expansiva nos zarandeó, aunque no llegó a tirarnos al suelo. El techo se resquebrajó y cayó material aislante y algunas luces. Menos mal que no estábamos cerca de los cristales. Afortunadamente, no nos ha pasado nada», cuenta desde la casa de un amigo residente en Amberes.

Caos, confusión y empujones. La primera explosión no tardó en hacer cundir el pánico entre los pasajeros. Justo momento después del primer ataque, Luis estaba en el 'check in' tratando de poner claridad entre tanta conmoción. «La gente se volvió loca y se agolpaba en las puertas de facturación. Pero no podían pasar. Suerte que no habían muchas personas porque sino se hubieran producido aplastamientos. Al final, mis amigos y yo sujetamos las puertas de facturación y pasaron cerca de 15 viajeros», narra.

La situación desbordó también al personal del aeropuerto, que no sabía muy bien «qué hacer». Al otro lado, de puertas para afuera, los ciudadanos se volcaban en ayudar a los viajeros. «Los belgas nos trataron genial. Nos ofrecían sus casas y taxis gratis. Además, nos dieron fruta, atención médica y todo tipo de información», cuenta el joven músico con tono de agradecimiento.

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