El descaro de Ábalos
Mantiene su escaño y exigía la dimisión a Rita sin estar imputada
Comparo la actitud de José Luis Ábalos y sus declaraciones actuales con las que realizaba en otro tiempo para referirse a Rita Barberá, por poner ... un ejemplo, y no salgo de mi asombro -la verdad es que tampoco me sorprende- porque hay que tener reaños para justificar su permanencia en el escaño parlamentario y rechazar la petición del mismo por parte del PSOE afirmando: «no puedo rendir un tributo a la derecha como que creo que hace la dirección de mi partido, no puedo acabar mi carrera política como un corrupto cuando soy inocente».
A quien fuera el brazo derecho de Pedro Sánchez se le ha olvidado cómo atacaba a quienes retenían el sillón para acogerse al privilegio del aforamiento: «hemos ido sufriendo lamentablemente el rosario de los aforamientos, para que luego digan que no constituye un blindaje», escribiendo en el diario.es en referencia a la exalcaldesa de Valencia «si no es válida para presidir la Comisión Legislativa del Senado, tampoco lo es para permanecer en la Cámara Alta... No hace más que despreciar dos instituciones que representan la soberanía de todos los valencianos y españoles». Recordemos que Rita era senadora por designación de las Cortes Valencianas. Eso sí, le queda el recurso de copiar a su cuate Santos Cerdán, si finalmente cumple su promesa de abandonar el escaño.
Lo grave es que cada día está más generalizada en nuestra política esta contradicción entre cómo se comportan nuestros dirigentes, da igual el rango, según les afecte a ellos o al contrario. Ahora se queja, «la condena ya la tengo, es lamentable el juicio paralelo que se me ha hecho», y no recuerda sus palabras, las de sus correligionarios, las de Compromís y Podemos promoviendo la sentencia del telediario contra Barberá o Paco Camps.
En las últimas décadas, la clase política española ha experimentado un evidente deterioro en cuanto a preparación, compromiso y liderazgo. Hace unos años, muchos dirigentes provenían de trayectorias profesionales consolidadas, con currículums sólidos en el ámbito académico, jurídico o económico, mostrando una formación profunda y una visión de Estado clara.
En la actualidad, es frecuente encontrar políticos que han hecho carrera exclusivamente dentro de los partidos, sin experiencia laboral fuera del ámbito político. Esta profesionalización ha generado una clase dirigente más centrada en la estrategia partidista que en el interés general. Además, la falta de exigencia en cuanto a formación y experiencia ha reducido la calidad del debate público contribuyendo al descrédito institucional y al alejamiento de los ciudadanos, que perciben a sus representantes poco preparados y desconectados de la realidad social. Sus protagonistas están cada día más desprestigiados, según muestran las encuestas. Así es la vida.
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