Cierre por derribo
La escenificación del perdón no es más que un burdo intento de aplazar lo inevitable: la dimisión
Pidió perdón. Con rostro exageradamente doliente, maquillaje a rayajos, dos tallas más grande de traje y mohín de devastación. Su afectación, tan sobreactuada, resultó insultante. ... Esforzándose en empatizar con un «tengo mis defectos» pero «me han engañado» tan difícil de creer. Recordó a su plañidera carta a la ciudadanía o a ese arrastre de pies y cabeza gacha con que salió huyendo de Paiporta. Un actor mediocre en ciernes de convertirse en bufón. En un país donde la corrupción y la incompetencia parecen cegar a muchos, él, el tuerto, se cree rey.
El informe de la Guardia Civil ha explotado como una bomba de racimo en Moncloa y en el PSOE. Sus 490 páginas, detallando presuntos pagos y mordidas a cambio de adjudicaciones de obras públicas y señalando indicios de financiación irregular en el partido, son demoledoras. Saltan por los aires los dos secretarios de organización del PSOE -nombrados ambos por Sánchez- y un Koldo García que, lejos de ser el harrijasotzaile de escasas luces que vendieron, ha resultado ser el más listo de todos. Cerdán no solo ha puesto luz sobre la trama de los golfos del Peugeot; ha hecho algo más inquietante y de más difícil gestión: ha pulverizado la teoría de la conspiración, los bulos y la fachosfera tras los que se parapeta el sanchismo. El aparato de propaganda se ha quedado sin relato. Perdidos sus dos Sancho Panza, Sánchez es un Quijote desnudo. Ya no cabalga, solo arrastra los pies. Ni molinos ni gigantes, solo fantasmas con toga y uniforme a los que difama y persigue desde las entrañas mismas del Gobierno. Sin escuderos que le carguen las alforjas ni relato que maquille el escándalo, el presidente queda a la intemperie, sostenido únicamente por el miedo de sus socios a ir a elecciones o a perder la bicoca de los continuos peajes que tienen con él. Todo cuanto le rodea huele ya a cierre de obra, a desmontaje de decorado. Sí sabía y consintió, un pieza. Si no supo nada en once años, un inútil.
En cualquier caso, un político amortizado. Como en 'El show de Truman', cuando el protagonista descubre que todo era cartón piedra y focos, aquí también ha quedado el andamiaje al descubierto. Y lo peor es que el acto final aún no ha llegado: afrontar el trago familiar -la esposa, el hermano, el cuñado- el escándalo que salpica al fiscal general, al ministro Torres, y una cúpula socialista avergonzada por sus pucherazos ¿Qué puede hacer un presidente cuando ni dentro ni fuera tiene credibilidad? La escenificación del perdón no es más que un burdo intento de aplazar lo inevitable: la dimisión. Cuando ya no queda relato, ni respeto, ni apoyos, fingir contrición es el último truco del guión.
Como en 'El show de Truman', aquí también el andamiaje ha quedado al descubierto
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