![Un libro que sirve de guía para acercar las especies vegetales a los amantes del campo](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/pre2017/multimedia/noticias/201510/11/media/89704693.jpg)
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Joaquín Andreu Esteban
Domingo, 11 de octubre 2015, 01:02
Una de las cuestiones que mencionan los dos biólogos, Cristina Ribas y Antonio Gutiérrez es que el libro tiene sobre todo un afán divulgativo y con ese fin se propusieron volcar toda su experiencia en este mundo.
Es el número de plantas que han recopilado para su libro y de las que aportan una fotografía y su descripción, así como el lugar de procedencia y distribución en el mundo, además de su proliferación en la Vega Baja, con especial enfásis en el término de Almoradí.
Las páginas del libro en las que además de las fichas de las plantas es posible encontrar un estudio sobre el marco botánico de las mismas y de la Vega del Segura.
Los ejemplares que ha editado Fundesced y que se pueden encontrar en librerías además de haberse distribuido por bibliotecas como manual de consulta.
La idea surgió entre otras cosas por la inexistencia de un compendio propio de las que se dan en la zona que han estudiado y que hacen extensiva a toda la comarca «porque antes de este se tenía que recurrir a obras de otros autores». Entre ellas citan 'Claves de la Flora de España' de Mariano García Rollán, basado en la obra 'Flora europea' editada por la Universidad de Cambridge, «porque antes de él no había nada recopilado sobre la riqueza botánica nacional a no ser los trabajos de autores extranjeros», dice Gutiérrez, quien también recuerda otra como 'Flore complète portative de la France' de Bonnier y Layens «que pese a su profusión de datos carece de un buen número de especies de la Península Ibérica».
Así las cosas se pusieron manos a la obra no sin antes recurrir a diversas publicaciones de carácter histórico o geográfico para fijar con seguridad desde cuándo algunas de las especies alóctonas, aquellas llegadas de fuera, están en la Vega Baja. Para ello bucearon en trabajos sobre el cardenal Belluga y las colonizaciones que emprendió con la desecación de saladares de los catedráticos Gregorio Canales y José Fernando Vera Rebollo, otros sobre la huerta como patrimonio cultural en peligro e incluso sobre la insalubridad de los marjales, o la conquista y repoblación de las ciudades musulmanas por Alfonso X el Sabio.
Así les ha salido un libro de 326 páginas en el que reúnen 293 plantas de las que aportan fichas ordenadas por colores para diferenciar los grupos de especies, su biografía y su descripción, el lugar de procedencia y su distribución en otros lugares del mundo, además de la abundancia de las mismas en la Vega Baja, pero con especial énfasis en la Huerta de Almoradí. Además de cada una de ellas se aporta hasta la época de floración dependiendo de las condiciones climáticas, los nombres científicos y los vulgares «y aconsejamos a cualquiera que le gusten las plantas a que vayan con el libro o sin él para dar con ellas y localizarlas guiados por las fotografías», explica Antonio Gutiérrez.
Pero el trabajo no se limita a ser una mera reproducción de todo lo que se puede encontrar porque también traza la importancia que el Río Segura ha tenido desde tiempos inmemoriales para abastecer los campos de la comarca y las intenciones del hombre por domesticarlo con azarbes, norias y acequias. Antonio Gutiérrez habla de que el entubamiento de las conducciones ha echado al traste muchas de estas obras de la arquitectura del agua y cómo sirvieron para la proliferación de muchas de estas plantas «porque al principio las zonas de almarjales con la alternancia de crecidas y sequías marcaron su abundancia por ese ritmo marcado por el caudal del río. Luego con la desecación de estos el territorio se comenzó a cultivar y entraron en juego otras, esas ruderales o malas hierbas que empezaron a constituir un problema para los agricultores».
Algunas siguen dando quebraderos de cabeza hoy día y pone como ejemplo una de las más comunes, no por el retorcido nombre científico que tiene, Glycyrrhiza Glabra, sino más bien por como la conoce todo el mundo, la regaliz «una de las más abundantes desde tiempos históricos y de la que el historiador Cavanilles ya se lamentaba sin saber que era imposible erradicarla hasta llegar a la actualidad con los adelantos de la ciencia». El botánico habla con pasión de todas las plantas incluso de esas especies que son el azote de los agricultores ya que tienen que luchar con ellas para mantener sus cultivos o de otras, como las que huelen a betún al tocarlas, de la alfalfa o de las tres peores a su juicio para los cultivos, la Cola de Caballo, y dos que siguen presentes en los campos y en el acervo popular por su malicia: el matacán o la lapa. La primera una trepadora «la única como las lianas de la selva de la zona y de la que el refrán dice que eres más malo que el matacán» o las lapas, otra que se aferra con sus espinas a limoneros y naranjos «de la que otro da cumplida cuenta por su pesadez en quitártela de encima», relata este enamorado de las plantas.
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