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P. M. M.
Miércoles, 16 de marzo 2016, 01:23
La relación entre el Ayuntamiento de Orihuela y la Generalitat había sido hasta el momento entre correcta en algunos casos y nula en otros, por lo que la visita de ayer del jefe del Consell a la ciudad -nueve meses después de su llegada al cargo-, distendió en cierto modo los ánimos. Ximo Puig fue recibido por la Corporación prácticamente al completo en el que fue uno de los actos más protocolarios del presente mandato, y compartió unos minutos tanto con el alcalde en su despacho como con los portavoces de los grupos municipales en la Sala de Juntas. Aquí, el concejal de Cambiemos Karlos Bernabé le regaló una fotografía de una manifestación en la que oriolanos salieron a la calle a exigir mejoras en sanidad, educación y servicios básicos, y aprovechó para dirigirse a Puig en valenciano. Los representantes de los grupos, al margen de la lista de peticiones del equipo de gobierno, hablaron de agua y Pepa Ferrando le pidió sensibilidad con el patrimonio y ayuda a su restauración y conservación, además de que se agilice el BIC para la Gloriosa Enseña del Oriol, un símbolo de la ciudad ante el que el socialista estampó su firma en el libro de honores del Ayuntamiento y del que demostró conocer su historia e importancia. «Al final las ciudades son sus símbolos, no un grupo de casas», resaltó el máximo responsable del gobierno autonómico, quien mostró la importancia de que la voluntad de los políticos sea «de diálogo permanente para solucionar los problemas de los ciudadanos y no para buscar enfrentamientos donde no los hay». Así, afirmó que hay una «conexión espiritual entre Orihuela y el conjunto de la Comunitat».
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