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La soledad del banquillo

El proceso comienza sin expectación ni siquiera para organizar una tímida protesta como ocurrió en otros casos

A. RALLO

Miércoles, 1 de abril 2015, 00:21

Los políticos acusados en el primer juicio de la trama Gürtel en la Comunitat optaron ayer por madrugar. De poco o nada sirvió la maniobra. Los medios de comunicación aguardaban desde primera hora su llegada. Y por otro lado, en los alrededores del Tribunal Superior de Justicia reinaba la tranquilidad. No se esperaba el apoyo de afiliados y simpatizantes del PP porque los dos primeros espadas entre los procesados -las exconselleras Angélica Such y Milagrosa Martínez- no tienen el pedigrí de otros ilustres que se sentaron en el mismo incómodo banquillo de la sala de vistas: Francisco Camps y Rafael Blasco. Existe también otro motivo. Aquel PP ya es historia incluso para el propio partido que todavía se mantiene en la Generalitat.

Camps reunió a una legión de admiradores, amigos y simpatizantes populares que no dudaron durante los primeros días incluso en hacer cola para acceder a la sala. El día del veredicto hubo lleno hasta la bandera. Aquel «no culpable» desató una explosión de alegría que obligó al juez Juan Climent a ordenar el desalojo de la sala. El expresidente Camps también tuvo que vérselas con sus detractores, que se concentraban a la entrada del edificio.

Blasco, en cambio, no contó con ningún apoyo de sus excompañeros de grupo parlamentario ni del Gobierno. Lo que se encontró en el arranque del juicio fue un rosario de pasquines que empapelaban los alrededores del TSJ en la que se criticaba -por decirlo de manera suave- su gestión al frente de la Conselleria. A la entrada fue recibido con improperios de primera categoría.

Ni una cosa ni la otra se vivió ayer. Faltó ese colorcillo típico de las macrocausas. Por no haber no hubo ni protesta de la oposición en la calle. Dentro, la sala tampoco congregaba mucho público salvo los periodistas que seguían el proceso. En los recesos -uno por la mañana y otro por la tarde- se pudo ver conversar a los acusados por los pasillos, algo habitual a lo que sucedía en el juicio del caso Cooperación. Milagrosa y Angélica no demostraron demasiado feeling. Sus declaraciones ante el tribunal coincidirán en plena campaña electoral. El testimonio de la expresidenta de Les Corts promete. En instrucción, ya soltó al juez Ceres alguna perla como esta: «Los consellers somos como los faraones».

Expulsado por amenazas

La anécdota de la jornada la protagonizó un hombre, todavía sin identificar, que fue expulsado de la sala. La orden, tomada por el tribunal que preside Pilar de la Oliva, se debió a las amenazas a Pablo Crespo, socio de Correa, el cabecilla de la Gürtel. La Guardia Civil se llevó al sospechoso. Minutos antes había hecho un gesto con el que amenazaba con ahogar a Crespo. Otro hecho curioso fue la presencia de un abogado que guardaba cierto parecido físico con el principal acusado de la trama. El doble de Correa, le bautizaron.

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