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HÉCTOR ESTEBAN
Sábado, 30 de mayo 2015, 00:14
«Aquí no se vota ni al PP ni al PSPV. Aquí se vota a Serafín». La frase es textual. Pronunciada por una señora, vecina del pueblo, para responder a una encuesta a pie de urna el pasado domingo. La detención ayer de Serafín Castellano hizo temblar los lindes del término municipal de Benissanó, su pueblo, su reino. Pero a la vez impuso el silencio. Sólo roto por el furtivo anonimato. Nadie quiere hablar. En los comercios callan. Cuchichean sobre la presencia policial. Poco más.
Castellano ha sido el último virrey de Benissanó. Ayer se derrumbó. En un pueblo donde el castillo es el orgullo local. Entre sus paredes, en la sala noble, se parió el actual Estatuto de Autonomía que da orden a la Comunitat. En aquella mesa, presidida por Serafín, se dibujó el poder del diputado popular, vestido con el armiño alimentado por la pleitesía que durante años le han rendido muchos de sus vecinos. Incluso aquellos que no compartían el color político. «Serafín ha dado trabajo a mucha gente del pueblo. Ha hecho muchos favores», deslizan esquivos aquellos que se atreven a decir algo.
Serafín Castellano se perfilaba como el último superviviente de la catástrofe electoral del PPCV. Lea la información completa en la edición impresa o en Kiosko y Más.
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