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A. G. R.
Sábado, 30 de mayo 2015, 00:13
En el bar la Báscula, en la misma calle en la que reside el ya exdelegado del Gobierno Serafín Castellano los cafés se acompañaban de algún chupito resucitador a las seis de la mañana. A unos 50 metros de allí, agentes de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) aguardaban en un coche la llegada de más efectivos al inmueble en el que reside Castellano. Una finca de dos alturas, repartida en cuatro viviendas. La residencia de Castellano y sus tres hermanos se ubica en el número 8 de la Verge del Fonament.
A las 7.15 horas, un grupo de cinco agentes tocaba el timbre de Castellano. Al parecer, incrédulo ante la petición de los policías, se asomó a una ventana que da a la calle para comprobar si aquello era cierto. Y sí, lo era. La mirada de Castellano no requiere adjetivos. Sabía que su momento había llegado.
Los agentes subieron al piso. Al cabo de unos minutos, la juez y el fiscal Anticorrupción llegaron al domicilio. Más tarde, un familiar retiró el coche de Castellano del garaje para dejar hueco al de los agentes. Fue el mismo vehículo en el que siete horas más tarde, en el asiento trasero, Serafín Castellano se dirigía esposado hacia la comisaría.
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